Hasta los millennials se acordarán todavía. En los últimos billetes en pesetas aparecían destacados personajes de la historia de España. El rey Juan Carlos I en el de 10.000, Colón en el de 5.000, Cortés y Pizarro en el de 1.000… ¿Pero quién era ese señor que aparecía con una lupa en el billete rosáceo de 2.000 pesetas y qué méritos había contraído para ir circulando de cartera en cartera a finales del siglo XX?
José Celestino Mutis nació en Cádiz en 1732, estudió medicina, se trasladó a Madrid y pronto estuvo bien situado en la corte de Fernando VI, pero antes de cumplir los 30 años viajó a América para no volver nunca más. Lo hizo como médico personal de Pedro Messía de la Cerda, nombrado virrey de Nueva Granada, el territorio que abarcaba lo que hoy es Colombia, Venezuela, Panamá y Ecuador.
Nada más pisar suelo americano, Mutis se quedó tan fascinado por su extraña naturaleza que envió una petición al rey para iniciar una expedición científica. Pero iba a tardar mucho en recibir respuesta.
Instalado en Santafé de Bogotá –hoy Bogotá a seca, capital colombiana– pronto se dio cuenta de que la educación en el virreinato estaba muy alejada de las ideas ilustradas que circulaban por Europa. Como hombre erudito que era, tenía muchos quehaceres pero también cierta vía libre, así que se puso a organizar los estudios de medicina y a impartir él mismo matemáticas, física y astronomía.
Enseñó las ideas de Newton, Galileo y Copérnico, pero eso de que la Tierra girase alrededor del Sol y no al revés no gustó demasiado por aquellos lares, así que fue acusado ante la Santa Inquisición. Para evitar problemas no tuvo más remedio que abandonar sus labores docentes y, por si acaso, además se ordenó sacerdote.
Contra la viruela
Sin embargo, nada de eso pudo con su vocación científica. Fundó el observatorio astronómico de Bogotá, impulsó nuevas técnicas de minería y realizó importantes aportaciones en investigación médica, sobre todo cuando en plena epidemia de viruela de 1782 optó por inocular cepas debilitadas de la enfermedad a personas sanas, lo que se convirtió en una campaña de vacunación providencial a pesar de las reticencias de los gobernantes.
No obstante, seguía obsesionado con la riqueza natural del Nuevo Mundo, que se plasmaba en una variedad de plantas increíble. Por ejemplo, en esta época había mucho interés en Europa por la quina, un árbol con propiedades contra la malaria. Mutis acabaría descubriendo que en realidad había varias especies y que sólo algunas tenían propiedades terapéuticas.
Cuando Linneo quedó fascinado
Al hilo de estas investigaciones, Mutis comenzó a intercambiar correspondencia con Carlos Linneo, uno de los científicos más relevantes del siglo XVIII y padre de la taxonomía, es decir, de la clasificación de los seres vivos, a quien le envió muestras de las increíbles plantas que se podían encontrar en Nueva Granada.
Y no, Linneo no se hizo el sueco, sino que alucinó con la rareza y la diversidad de los especímenes. En honor a su colega bautizó una orquídea como Mutisia –precisamente, la que observa Mutis con su lupa en el billete de 2.000 pesetas–, nombre con el que hoy se designa a todo un género de plantas.
La gran expedición
Tal reconocimiento internacional por fin despertó el interés en la Península por aquel sabio que no tenía intención de regresar de la otra orilla del Atlántico, así que Carlos III decidió financiarle sus planes. De esta manera comenzó en 1783 la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada, que tendría su epicentro en la localidad colombiana de Mariquita.
Mutis dedicó los últimos años de su vida a ese colosal proyecto, que incluía estudios geográficos y mineros, pero tuvo que esquivar muchos obstáculos. Sobre todo, cuando el nuevo virrey José Manuel de Ezpeleta se empezó a poner nervioso por la gran cantidad de gastos que generaba –con pocos resultados, a su juicio– y ordenó trasladar el trabajo a Bogotá, donde se pudo comprobar la calidad de la expedición. No obstante, para ganarse su favor el hábil sacerdote científico llamó Ezpeletia a un nuevo tipo de plantas.
Gracias al trabajo de muchos colaboradores durante casi tres décadas se recolectaron en las selvas colombianas más de 20.000 especies vegetales y 7.000 animales mientras los dibujantes las retrataban con una calidad artística y una minuciosidad científica asombrosas. Parte de ese tesoro fue enviado a Madrid a comienzos del siglo XIX mientras los españoles trataban de reconquistar un territorio que había declarado su independencia. En la actualidad el Real Jardín Botánico guarda un fondo con 33 cajas y unos 6.600 dibujos botánicos.
El gaditano murió en 1808 a los 76 años y sus restos reposan en la Universidad del Rosario de la capital colombiana. Por cierto, su país adoptivo también le homenajeó con un billete que estuvo en circulación a finales del siglo XX, el de 200 pesos.
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