El ciclo vital de una estrella no es algo lineal en el tiempo: es preferible pensar en ello como una estructura circular con múltiples ramificaciones, como hacían los extraterrestres de La Llegada. En primer lugar, las estrellas se conforman gracias al calentamiento de una nebulosa -hidrógeno, helio y polvo cósmico agrupado-. Esto se produce debido a una colisión o a la explosión de una supernova cercana. Para conformar una futura estrella, es necesario una gran acumulación de gases: la nube de polvo interplanetaria. Antes de que se conforme la protoestrella, esta nube pasa a ser un glóbulo de Bok, con materiales mucho más complejos que en la acumulación de gases inicial.
Con la protoestrella llega la primera bifurcación en la vida de estos astros. Si no consigue reunir masa suficiente, se convertirá en una enana marrón: demasiado grandes para ser consideradas planetas pero no lo suficiente como para clasificarse como estrellas. Una de cada seis terminará su camino aquí. Las otras pasaran a ser una estrella estándar, como nuestro Sol en la actualidad. Nueve de cada diez conforman lo que se conoce como estrellas de secuencia principal o enanas. Los tamaños varían enormemente, pero la principal diferencia es que aquellas más grandes se consumirán mucho antes.
Tras esta fase, comienza la fase de decadencia. La estrella estándar convierte progresivamente todo su hidrógeno en helio, con lo que aumenta su tamaño y arrasa con los objetos cercanos. Su temperatura disminuye y se convierte en una gigante roja. A partir de aquí restan varias opciones para las esferas. La más violenta: tras quedarse sin gases, la gigante roja explota y crea una supernova. El ciclo estelar se reinicia una vez más.
La otra opción es la que estudian estos científicos de la Universidad de Warwick, en Reino Unido. La estrella, o nuestro Sol, se convierte en una enana blanca: una sola cucharada de su materia pesaría tanto como un elefante en la atmósfera terrestre. Ahora, estos astrofísicos han refutado la teoría de que estas estrellas cristalizan, o pasan de un estado líquido a uno sólido. "Se predijo hace 50 años", afirma Pier-Emmanuel Tremblay, del departamento de Física de Warwick. "Pero hasta ahora no se había observado a las enanas con determinadas luminosidades y colores".
Los investigadores reunieron datos de más de 15.000 cuerpos celestes con posibilidades de ser enanas blancas, algunos a más de 300 años luz de distancia de la Tierra. Tras comparar sus características, se estableció un patrón que permitió determinar que la cristalización ocurre antes en aquellas estrellas con una mayor masa que el Sol. "Esto significa que miles de millones de enanas blancas han completado ya este proceso y son básicamente esferas cristalinas en el cielo", afirma Tremblay.
Esta investigación, publicada por la revista Nature en este enlace, podría ayudar a precisar mejor la edad o las etapas de determinados cuerpos celestes. Para su elaboración se ha empleado la tecnología del satélite Gaia, pertenciente a la Agencia Espacial Europea, además de colaborar con científicos canadienses o estadounidenses.
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