Ni enfermos mentales ni 'lobos solitarios': así son los asesinos de los tiroteos en masa de EEUU
La tónica general es atribuir problemas mentales a los tiroteadores, pero la evidencia científica afirma que sólo ocurre en un porcentaje reducido.
26 mayo, 2022 04:19Noticias relacionadas
Salvador Ramos, un joven de 18 años, asesinaba a sangre fría a 21 personas en la Escuela Primaria Robb, en Uvalde (Texas, Estados Unidos). Lo hacía disparando a bocajarro contra todo aquel que se cruzara en su camino. La noticia se produjo apenas unos días después de otra matanza, la ocurrida en Búfalo. Payton S. Gendron, otro chico de 18 años, acababa con la vida de una decena de personas; también con un arma de fuego. Como en este último caso fue detenido y no abatido, sí que ha trascendido el motivo por el que lo hizo: era un racista supremacista blanco.
No obstante, no siempre se coge al asesino con vida. Por eso, no tardan en aparecer especulaciones sobre las motivaciones de estos asesinos en masa o los supuestos problemas que arrastraban tras de sí. La explicación más común es que tenían problemas de salud mental, pero ¿realmente es así?
Pues bien, al parecer, no. Tras lo ocurrido en la ya tristemente célebre matanza de Columbine, la Psiquiatría comenzó a interesarse por el perfil de estos tiroteadores. ¿Es posible que respondan todos a algún tipo de patrón mental? La conclusión de 2013 de los psiquiatras Richard A. Friedman y Roberto Michels fue clara, tan sólo el 4% de la violencia se puede atribuir a problemas con enfermedades mentales graves (esquizofrenia, depresión grave o trastorno bipolar).
Su informe, publicado en The American Journal of Psychiatry, llegaba a otro razonamiento importante: "El abuso de alcohol y drogas tiene muchas más probabilidades de generar un comportamiento violento que otras enfermedades mentales".
Al parecer, los adictos al alcohol y sustancias estupefacientes tienen siete veces más probabilidades de cometer actos violentos que alguien que no abusa de sustancias, frente al doble que poseen las personas con enfermedades con trastornos psiquiátricos.
No hay predictores
La Universidad de Harvard publicó en 2021 otra investigación exhaustiva sobre el mismo tema. Bajo el nombre Mental Illness, Mass Shootings and the Future of Psychiatric Research into American Gun Violence (Enfermedad mental, tiroteos masivos y el futuro de la investigación psiquiátrica sobre la violencia armada en los Estados Unidos) llegaban a la misma conclusión que en el pasado, las enfermedades mentales por sí mismas rara vez generan un comportamiento violento y, por lo tanto, no pueden ser utilizadas para pronosticar este tipo de desgracias.
Es verdad que en este caso puntualizaban que una minoría no desdeñable de esos tiroteadores habían demostrado en algún momento de sus vidas síntomas de depresión, paranoia o delirios. El FBI, en un estudio sobre el perfil general de personas que cometen este tipo de crímenes, concluyó algo similar: la mayoría de ellos había experimentado factores estresantes el año previo al ataque, entre los que destacan daños en la salud mental.
No obstante, el propio documento matiza que este hecho no puede llevar a la errónea determinación de suponer que cualquiera que cometa un tiroteo es un enfermo mental. Además, salud mental no es sinónimo de enfermedad mental.
Dentro de una salud mental deteriorada, por ejemplo, el FBI incluye un comportamiento bastante llamativo, la ira. Esto es reseñable porque es precisamente la palabra que llevaba escrita en la camiseta uno de los asesinos de la matanza de Columbine.
Dylan y Eric pasaron a la historia por cometer una de las peores matanzas de los Estados Unidos. Acabaron con la vida de 20 personas de su instituto el 20 de abril de 1999. Eligieron esa fecha porque era el cumpleaños de Hitler. De hecho, en la camiseta de Eric se leía "selección natural".
Según lo que se supo después, su motivación fue la venganza por el bullying que sufrían en el colegio. Ahora, con el caso de Salvador Ramos resuena también el acoso escolar. Sin embargo, una investigación sobre patologías sociales y mitologías sobre el bullying pide que se destierre la idea de que las víctimas de esta lacra terminan realizando estos actos como venganza. "Las matanzas indiscriminadas cometidas en un sólo acto nada tienen que ver con el acoso escolar", sentencia el informe.
Lobos solitarios
Ligando con el acoso, las investigaciones también han descartado la idea de que estos actos sean llevados a cabo sólo por 'lobos solitarios'. "Se debe abandonar la suposición inicial de que los actos de violencia masiva son impulsados principalmente por una psicopatología diagnosticable en individuos aislados", sentencia la investigación publicada en Harvard Review of Psychiatry.
Los asesinos de Columbine actuaron en conjunto y, más allá, del acoso de los 'abusones' del instituto, tenían su grupo de amigos. De hecho, le pidieron a una de ellos que les comprase las armas y durante la matanza iban perdonando conscientemente la vida a algunos de sus compañeros. Mientras, el tiroteador de Búfalo lo hizo creyendo que los extranjeros se iban a adueñar de su país. Asímismo, Salvador Ramos comenzó a tener una actitud solitaria un tiempo antes del ataque. Como declaraba un amigo suyo a The Washington Post, su comportamiento había empezado a deteriorarse.
Esto concuerda con el informe del FBI que confirma que, entre los asesinos investigados, un año antes se habían comenzado a deteriorar sus interacciones personales, su rendimiento y a proliferar actitudes como la ira o las agresiones físicas.
El entorno, en cambio, sí se postula como un gran factor a tener en cuenta. Por ejemplo, un estudio publicado en Jama sobre el incremento de tiroteos durante la pandemia causada por la Covid-19 reveló que la tensión generada por el deterioro de los factores sociales y económicos había propiciado un aumento.
En la revista The Lancet se publicó otro artículo en la misma línea, que atribuye estos fenómenos a un daño en la salud mental, no de las personas, sino de la sociedad, una en la que prima el racismo y el sexismo. El propio FBI confirma que la mayoría de los ataques son perpetrados por hombres blancos. "La cultura de la violencia armada estadounidense está ligada a una base odiosa y peligrosa", sentencia el editorial.