Exactamente a las 19.26 horas del sábado se hizo historia en París. El presidente de la Conferencia de Naciones Unidas para el Cambio Climático COP21, Laurent Fabius, dio el esperado martillazo del consenso en el plenario de la cumbre y dijo "Acabamos de hacer algo grande", en medio de los aplausos y abrazos de los presentes.
Se trata del primer acuerdo universal de lucha contra el cambio climático, en el que las 196 partes firmantes se comprometen por primera vez de forma "vinculante" a trabajar juntos para tomar medidas con el objetivo "mantener la temperatura media mundial muy por debajo de dos grados centígrados respecto a los niveles preindustriales", aunque los países se comprometen a llevar a cabo "todos los esfuerzos necesarios" para que no rebase los 1,5 grados y evitar así "los impactos más catastróficos del cambio climático".
Después de dos semanas de intensas negociaciones que se prolongaron hasta la madrugada, Fabius subió al estrado rodeado por el presidente francés François Hollande. Frente a él, los líderes de las 196 delegaciones, es decir, los representantes de todos los habitantes de este planeta.
"Estamos casi al final de nuestro camino, y sin duda, al inicio de un nuevo camino", comenzó diciendo Fabius. El tono de su discurso, muy bien hilado, fue in crescendo tanto en intensidad como en emoción. Poco a poco, fue desgranando los detalles del ya bautizado como Acuerdo de París; objetivos, mecanismos y retos.
"El acuerdo incluye progresos que pensábamos era imposible obtener", afirmó Fabius, tales como que sea jurídicamente vinculante en muchas de sus partes, que establezca una revisión de las emisiones de cada país cada cinco años o que exista un marco de financiación concreto, de 100.000 millones de dólares anuales sujetos a revisión anual.
Si lamentablemente fracasáramos hoy, ¿cómo podríamos volver a alimentar la esperanza? La credibilidad del multilateralismo está en juego
El Ministro de Asuntos Exteriores galo hizo referencia a la cumbre de Copenhague en 2009, histórico fracaso de las negociaciones por el clima y una especie de palabra tabú a lo largo de estas dos semanas. De alguna forma, los presentes respiraron al oírlo, como si se hubiese perdido el miedo a nombrar a la bestia. "Si lamentablemente fracasáramos hoy, ¿cómo podríamos volver a alimentar la esperanza? La credibilidad del multilateralismo está en juego", prosiguió el francés, "nuestros conciudadanos, nuestros hijos, no lo entenderían, no nos lo perdonarían".
El día, histórico, tuvo emoción hasta el final. La reunión del pleno que debía confirmar el Acuerdo de París se demoró tres horas, devaluando fantásticamente el precio de la incertidumbre mediante la ley de oferta y demanda. Sencillamente, había demasiada. Primero, porque China se reunió con el llamado G-77, nadie sabía si para tratar de bloquear la decisión o para adoptar una postura cordial. Más tarde, corrió por los pasillos -y redes sociales- el rumor de que Estados Unidos se oponía a uno de los apartados del artículo 4, sobre financiación a países en desarrollo.
Ya a primera hora de la mañana, tanto desde la oficina de Fabius como de Naciones Unidas y la Comisión Europea se avanzaba el acuerdo [texto íntegro en inglés, PDF] en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático.
En las salas de relajación de Le Bourget, llenas hasta el último cojín durante las últimas y frenéticas noches, el sábado por la mañana sólo quedaba ya una solitaria periodista, que dormía asida a su cámara de fotos con el rostro hundido en el sofá marrón. Alrededor, los operarios desmontaban por la mañana los pabellones. Era como si la fiesta hubiese terminado y sin embargo... aún había que jugar en la prórroga.
La noche anterior en la COP21 fue larga pero, según la BBC, cerca de las 3:40 de la madrugada se alcanzó el ansiado acuerdo. Otras fuentes, como The Guardian, hablan de las 6:45 de la mañana de hoy. La frustración que iba creciendo conforme pasaban los días cristalizó especialmente en la madrugada del jueves al viernes, cuando Kerry amenazó a los países en desarrollo con salirse del acuerdo.
"Podéis hacer que EEUU salga de esto. Sacar de esto al mundo desarrollado. Recordad, la Tierra tiene un problema. ¿Qué vais a hacer para resolverlo vosotros solos?", dijo a los asistentes el Secretario de Estado estadounidense según recoge el periódico indio Business Standard.
Para desbloquear la situación, horas antes la Unión Europea y Estados Unidos se unieron para crear una Coalición de Alta Ambición arrastrando con ellos a un centenar de países en vías de desarrollo, muy vulnerables a los efectos del cambio climático. La estrategia de fondo era debilitar la estrategia de países como China, India o Arabia Saudí, que pese a su rol como grandes emisores de CO2 tradicionalmente han liderado a los países con menos ingresos.
Las partes estaban, por tanto, sufriendo una transición. De países ricos y pobres a países más y menos ambiciosos contra el calentamiento. Cuando anoche le mencionaron la nueva coalición a Liu Jianmin, viceministro de asuntos exteriores chino, casi se rió. "No tiene importancia, es una especie de performance", dijo en la conferencia de prensa.
Todo esto daba una idea de hasta qué punto llega la estrategia en estas citas. Meses antes de la cumbre, en septiembre y noviembre, los presidentes Barack Obama y Xi Jinping habían anunciado varios acuerdos en materia de restricción de emisiones. Las expectativas eran positivas, y la delegación china ha estado en un discreto segundo plano durante los diez primeros días de negociaciones. Pero en reuniones de este nivel, todo el mundo guarda un as en la manga.
En el momento decisivo, China buscó a sus aliados, la coalición BASIC (Brasil, Sudáfrica, India y China) que surgió en oposición a Estados Unidos en la fallida COP15, la de Copenhague. En aquel momento, algunos periodistas y observadores expresaron en redes sociales lo parecida que era la situación actual a aquella de hace seis años.
Sin embargo, pocas horas después se anunciaba que Brasil se unía a la Coalición de Alta Ambición. El bloque BASIC se acababa de partir. Esto, según el comisario Arias Cañete, fue el gran punto de inflexión que condujo a que, cerca de las cuatro, se alcanzara un acuerdo. Más tarde, Uruguay anunció que también se unía.
El presidente Hollande, una vez confirmada la adopción del acuerdo, dijo solemnemente: "No hay progreso sin riesgo, no hay progreso sin pruebas. La historia está escrita por aquellos que se involucran, no por los que calculan".