Una frase que se repite a menudo estos días es que esta Cumbre del Clima de París -es decir, todas estas negociaciones, esfuerzos transfronterizos, consensos científicos y dinero prometido- tiene como objetivo "salvar el planeta". Claramente, es una exageración.
Al planeta le da igual tener en su atmósfera 450 partes por millón de dióxido de carbono o 2.000, estar cubierto de lava o que el nivel del mar en 2090 haya crecido 56 centímetros si se mantienen las proyecciones actuales. Cuando decimos "salvar el planeta" nos referimos, únicamente, a proteger a la especie humana que apareció hace medio millón de años y que ha logrado hitos como enviar una sonda fuera del Sistema Solar, erradicar la viruela o llenar la plaza de toros de Las Ventas con un espectáculo de motocross. Eso es lo que está en juego, nada más y nada menos.
Para muchos países, la lucha contra el cambio climático tiene un componente económico, incluso moral. Pero para las naciones insulares más pequeñas y frágiles es algo urgente, inaplazable. Porque, literalmente, están desapareciendo.
Recientemente, el primer ministro de Fiji, Voreqe Bainimarama, ofreció realojar en sus islas a varios miles de ciudadanos de Kiribati, Tuvalu y las Islas Marshall, cuyos lugares de origen peligran por la subida del nivel del mar. Además, varios estudios científicos señalan desde hace unos años un incremento en la frecuencia e intensidad de huracanes y otros fenómenos extremos a causa del calentamiento global.
"Cuando el tifón Haiyan azotó Filipinas, pasamos a ser de repente el país más afectado por el cambio climático", relata Emmanuel de Guzman, líder de la delegación filipina en la COP21. "Perdimos 8.000 vidas a causa de la tragedia, y retrasó nuestro desarrollo en una cifra equivalente al 5,3% del PIB".
Crece el consenso por los 1,5ºC
"¿Vamos a permitir más cambio climático, acaso no hemos sufrido ya bastante?", se pregunta retóricamente el enviado tagalo, uno de los que apoyan que el objetivo final de aumento de temperaturas se rebaje hasta los 1,5ºC. La semana pasada, era una propuesta algo marginal, apoyada por 43 estados miembros de 195.
Pero poco a poco el mensaje ha ido calando y hoy son más de un centenar los que apoyan la inclusión de una referencia a los 1,5ºC en el acuerdo final. Ayer, el secretario de Estado de Medio Ambiente, Pablo Saavedra, reconoció ayer a los medios españoles que el texto final podría recoger un doble objetivo: uno a medio plazo, el de los 2ºC, y el otro, más ambicioso, de 1,5ºC, a largo plazo.
"Estamos contentos porque en los últimos días se ha visto un gran impulso a esta propuesta por parte de la sociedad civil y de gobiernos de países tanto desarrollados como en vías de desarrollo", dice a EL ESPAÑOL Saleemul Huq, del Instituto Internacional para el Medioambiente y el Desarrollo. "Esperamos que en los próximos días podamos completar un acuerdo que reconozca el grado y medio", añade este científico climático bangladeshí.
Comoras es un pequeño archipiélago situado entre Madagascar y Mozambique. Un sitio paradísiaco, salvo porque está ubicado en plena ruta de los ciclones tropicales del Océano Indico. Además, la cantidad de precipitaciones ha ido descendiendo paulatinamente en las últimas décadas, polarizando aún más su clima. "Tenemos tanto inundaciones como sequías", comenta a este periódico Mouigni Abdou, consejero político del embajador de Comoras en París.
"La negociación va muy bien, lo sé porque participo en ella", advierte, como si no le creyera. "Tenemos problemas, claro, por todas partes, pero tengo buenas sensaciones porque todas las partes tienen voluntad, y nosotros en particular [se refiere a los países africanos y los insulares] hemos formado un bloque fuerte", dice Abdou. Esta unión entre naciones tan diversas es una de las claves de que el objetivo de los 1,5ºC haya ido encontrando su camino hacia el probable acuerdo definitivo.
El negociador de Palaos
Frente a una de las salas de reuniones a puerta cerrada, Joseph Aitaro, de tez morena y corpachón, enfundado en un forro polar, espera junto a un puñado de representantes de otras islas del Pacífico la hora de la reunión. Allí dentro, Aitaro, coordinador de financiación climática en el Ministerio de Finanzas de la República de Palaos -independizada de Estados Unidos en 1994 y habitada por 20.000 personas que viven en 340 islas- se reunirá con el resto de ministros para estar al tanto de las negociaciones y recordarles los objetivos a los que deben aspirar o las formas de afrontar una reunión bilateral.
Ahora la ciencia nos está diciendo que el 1,5ºC es el requisito mínimo para que el cambio climático sea manejable y podamos afrontar sus catastróficas consecuencias
Sus compañeros llevan camisas o vestidos con estampados florales cubiertos por abrigos que parecen recién estrenados. "Todos aquí tenemos una agenda y posición común", dice Aitaro a EL ESPAÑOL. El palauano cree que el movimiento alrededor de los 1,5ºC es más una justificación de su presencia en la actual cumbre, porque ya antes de Copenhague, en 2009, se hablaba del grado y medio. "Ahora la ciencia nos está diciendo que el 1,5ºC es el requisito mínimo para que el cambio climático sea manejable y podamos afrontar sus catastróficas consecuencias", dice Aitaro, que añade: "Para nosotros, este objetivo es un asunto de supervivencia, para otros países es un mero tema económico; por debajo del 1,5ºC perderían dinero y por eso se oponen".
Para combatir realmente el cambio climático, Aitaro cree que habría que evitar que las temperaturas aumentasen en un grado a finales de siglo, algo que ya ha sucedido según reveló hace días la Organización Meteorológica Mundial. "Cuando estuve en la Cumbre de Doha, en 2012, un ciclón golpeó Palaos, y 11 meses después, en la Cumbre de Varsovia de 2013, hubo otro", relata. "¿Dos ciclones seguidos, de los que todavía estamos recuperándonos, en menos de un año? Jamás había sucedido algo así", concluye.