Hace ya algunos años que algunas voces empezaron a alertar de que el océano se estaba volviendo más ácido, principalmente a consecuencia de que cada vez absorbe más dióxido de carbono. Un océano más ácido es un océano más corrosivo, especialmente para las criaturas que viven en una concha, o para los corales, cuyo esqueleto está hecho del mismo material: carbonato cálcico.
Tanto la acidificación como el aumento de la temperatura están provocando que los corales del mundo se vuelvan blancos. Eso es porque las algas microscópicas, llamadas zooxantelas, que aportan nutrientes y color a los corales, se marchan cuando éstos empiezan a sufrir. Y cuando un coral está blanco, acaba muriendo.
La primera vez que el hombre vio a un arrecife blanquearse fue a principios de los ochenta. Hoy, casi en un abrir y cerrar de ojos, vemos cómo el blanqueamiento se extiende por el mundo. "Hemos encontrado que, de media, un 35% de los corales están muertos o moribundos en los 84 arrecifes pertenecientes al Gran Arrecife de Coral que hemos investigado entre Townsville, Australia, y Papúa Nueva Guinea", informa el profesor Terry Hughes, de la Universidad John Cook.
El fenómeno no es nuevo; de hecho, en 2005 Estados Unidos perdió la mitad de sus arrecifes cercanos a Puerto Rico y el Caribe en sólo un año debido a un evento blanqueador masivo relacionado con las altas temperaturas. Sin embargo, y aunque un arrecife de coral es capaz de recuperarse de un blanqueo, para los científicos esta vez no se trata de algo aislado sino de una tendencia preocupante. Ya en 2003, un estudio de Science alertó de que la contaminación y la sobrepesca estaban colaborando en la degradación de los corales en todo el mundo, y que no se recuperarían sino se tomaban medidas. Los últimos casos de blanqueamiento son sólo el clavo en el ataúd.
Un nuevo estudio aparecido esta semana en Nature reincide en el diagnóstico. Se trata de uno de los estudios más ambiciosos sobre el tema, en el que se han analizado más de 6.000 arrecifes en 46 países. Para Nick Graham, de la Universidad de Leicester (Reino Unido) y uno de los 39 autores del estudio, la estrategia para preservar los corales sigue siendo insuficiente.
Pese a todo, los científicos encontraron algún resquicio para la esperanza en forma de 15 arrecifes -situados sobre todo en el Pacífico- que, pese a no encontrarse en un estado envidiable, supieron sobreponerse a la presión de la pesca excesiva y la contaminación. "Hemos identificado lugares que hasta ahora no sabíamos que estaban tan bien, y lo interesante es que no son lugares necesariamente alejados del ser humano", dice Graham.
Sin embargo, el mismo estudio encontró otros 35 puntos negros, arrecifes de coral en mucho peor estados del que se esperaba. Éstos se reparten, además, por todas las cuencas oceánicas. "Todos estos puntos negros tienen unas cuantas características en común", dice Christina Hicks, de la Universidad de Stanford y también co-autora del estudio. "Son sitios sujetos a una actividad intensa de pesca con red y con acceso a buques congeladores donde acumular el pescado para enviarlo al mercado".
No se sabe cuál de todas las causas está dañando más a los corales, ecosistemas que pese a ocupar sólo un 0,2% de la superficie marina sirven de hogar a un 25% de las especies que viven en los océanos. Además, se calcula que una octava parte de la población del planeta (850 millones) vive a menos de 100 kilómetros de un arrecife de coral, de los que dependen tanto alimenticia como económicamente.
"Está claro que no hay una sola causa para esta muerte generalizada de corales", dice Rebecca Vega-Thurber, ecóloga marina en la Universidad de Oregon y co-autora de un trabajo, igualmente pesimista sobre el futuro de esta especie, aparecido la semana pasada en Nature Communications.
En resumen, para ella: "Los corales en todas partes parecen estar muriéndose".