Un cigarrillo atado a una especie de hatillo compuesto por una caja de cerillas envuelta en ropa de cama. Éste era el modus operandi de uno de los bomberos más famosos de todos los tiempos, pero no precisamente por su habilidad para extinguir fuegos.
John Orr (EEUU, 1949), también como conocido como el pirómano de la almohada, provocó alrededor de 2.000 fuegos a lo largo de su vida, que afortunadamente sólo mataron a cuatro personas. Su rocambolesca biografía -entró al cuerpo de bomberos porque no le admitieron en el de policía y solía utilizar su camión reglamentario para encerrar a ladrones a los que descubría con las manos en la masa- concluye con la forma en la que fue descubierto: no se le ocurrió otra cosa que provocar varios fuegos mientras participaba en una conferencia sobre incendios intencionados.
Se descubrió un papel con una huella dactilar, que tampoco sirvió para mucho entonces, pero Orr reincidió y volvió a causar un incendio durante otra conferencia similar, dos años después. Sólo 10 bomberos habían asistido a ambas y se estrechó el cerco. Un último detalle le dio la puntilla: Orr había escrito una novela -no publicada- sobre un bombero que provocaba fuegos. No sabemos si la está completando actualmente en la cárcel, a la que fue condenado 20 años.
Un impulso irrefrenable
Cuando el pirómano de la almohada encendía el cigarrillo atado a la ropa de cama que daba lugar al fuego, no conseguía nada. Ni enriquecerse, ni vengarse de alguien, nada... Lo único que Orr obtenía era placer, el gusto de ver arder a su alrededor, el mismo que cuentan las crónicas que sintió Nerón -según la leyenda, uno de los primeros pirómanos documentados de la historia- cuando mandó quemar Roma.
Éste es, según explica a EL ESPAÑOL Antonio Benabarre, psiquiatra del Hospital Clínic de Barcelona, uno de los rasgos característicos de la persona que sufre el trastorno psiquiátrico conocido como piromanía, incluido en los dos principales libros de diagnóstico de enfermedades psiquiátricas: el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-V) y el CIE-10.
Por esta razón, es incorrecto atribuir la autoría de un incendio a un pirómano hasta que no se le ha localizado y no se han podido descartar, por tanto, otras motivaciones que puedan llevar a alguien prender fuego en un monte.
La piromanía supone el 9,79% de los incendios intencionados con indicación de motivación
Según el Ministerio de Agricultura, entre 2001 y 2010, éstas son variadas. Las principales son la quema agrícola ilegal y abandonada y las quemas para regeneración de pastos. La piromanía ocupa el tercer puesto y supone el 9,79% de los incendios intencionados con indicación de motivación. Entre las razones minoritarias, algunas francamente curiosas, desde prender fuego para distraer a la policía hasta ritos pseudorreligiosos o sectarios.
¿Qué dice la ciencia?
Tal y como explica Benabarre, la piromanía ha sufrido cambios de la última edición del DSM (la IV-TR) a la actual, la V. "Actualmente se encuentra englobada en los trastornos destructivos del control de los impulsos y de la conducta, junto a otros como la cleptomanía", apunta. Así, el pirómano tiene un serio problema para controlar sus impulsos, en este caso el del placer de "manipular, ver o crear fuego".
Este placer se engloba a todo lo relacionado con este elemento; por esta razón, no es raro que el pirómano sea el primer voluntario en participar en las tareas de extinción de un fuego.
Por esta razón, la persona que padece este trastorno siente cierta excitación antes de llevar a cabo la maniobra, "como un consumidor de drogas antes de tomar la sustancia a la que es adicto".
Para diagnosticar a alguien como pirómano hay que descartar, pues, muchos factores involucrados en un incendio involuntario: no sólo la motivación, sino que el que lo hace no sufra, por ejemplo, deterioro cognitivo o esté bajo los efectos de las drogas o el alcohol.
Así, tal y como confirma un estudio publicado en la revista BMC Psychiatry en 2005, se trata de un trastorno "extremadamente raro", algo en lo que coincide Benabarre. "En 20 años, no he tratado a ninguno". La explicación, para este psiquiatra, es lógica: una conducta como la piromanía se lleva extremadamente en secreto y sólo suele salir a la luz cuando se detiene al criminal y se le puede diagnosticar como pirómano. De la serie del estudio antes citado, en la que se analizaba a 90 personas convictas por haber provocado fuego voluntariamente, sólo tres cumplían con los criterios propios del trastorno.
Otros dos rasgos característicos de la piromanía son la tendencia a la recurrencia -salvo aquél al que pillan en un primer episodio, lo normal es que provoquen más de un fuego- y la elevada prevalencia entre el sexo masculino. "Todos este tipo de trastornos son más comunes en hombres; el varón es más antisocial, al igual que la mujer tiende más a la depresión", concluye el psiquiatra del hospital catalán.