La semana pasada, a Andrés Cózar, biólogo de la Universidad de Cádiz, le sorprendió recibir varias veces de algunos contactos una noticia sobre el descubrimiento de un gusano que come plástico.
La noticia procedía de una investigación liderada por el CSIC y publicada en Current Biology. Federica Bertocchini, la investigadora principal, había descubierto que los gusanos de la cera (Galleria mellonella) eran capaces de degradar el polietileno, material del que están hechas las bolsas del supermercado.
¿Por qué algunos de sus contactos enviaban esos enlaces a Cózar? Principalmente porque es autor de otro estudio, publicado pocos días antes en Science Advances y que determinaba que gran parte de los desechos plásticos de los países del Atlántico acaban en un punto concreto del Ártico, formando una isla de residuos flotantes no identificada hasta ahora.
De alguna forma, la correlación cronológica de ambos titulares llevó a muchos a pensar: los seres humanos tenemos un problema con el plástico pero ah, afortunadamente, los científicos han descubierto la forma de eliminarlo con gusanos de la cera.
Estos son algunos titulares:
El gusano de cera puede acabar con los residuos plásticos
Oruga devoradora de plástico sería la solución para limpiar el planeta
Este biólogo de la Universidad de Cádiz se enroló en 2010 en la Expedición Malaspina, que durante siete meses hizo dar la vuelta al mundo a los buques de investigación oceanográfica Hespérides y Sarmiento de Gamboa. "Ahí no íbamos a buscar ni siquiera plásticos, sino a estudiar la fauna que flota en superficie", explica Cózar. Hacían arrastres con red y la sorpresa es que casi en el 90% de las capturas acababan apareciendo trozos de plástico.
Por entonces, ya era conocido que, en pleno Pacífico Norte, entre California y Hawai, flotaba una gran concentración de desperdicios plásticos que se dio en llamar la Isla de Basura del Pacífico.
En 2014, Cózar y sus compañeros sacaron un estudio en PNAS que demostraba que había grandes acumulaciones de residuos plásticos en prácticamente todos los océanos templados: dos en el Pacífico, dos en el Atlántico y una en el Índico. "Se deben al sistema de circulación global que existe, que genera una serie de grandes vórtices y de grandes cuencas en cada hemisferio", explica el biólogo de la UCA.
Lo que se sospechaba menos es que el Ártico también tuviera su propia isla de basura, algo que han descubierto ahora. "Entre todos los modelos que manejábamos, uno predecía un transporte y acumulación de restos plásticos allí", dice Cózar, "pero había que demostrarlo y era una previsión a largo plazo, 50 años, por lo que realmente no esperábamos encontrar eso allí".
La isla de basura ártica no llega al tamaño de las anteriores, pero supone un 3% de todo el plástico global que hay flotando en los océanos. "Es un proceso acumulativo
que vemos como un callejón sin salida, se va alimentando del plástico a la deriva que está más al sur y la tendencia es al incremento en esta zona, los mares que hay entre Groenlandia y Escandinavia", explica Cózar, que pudo circunnavegar el Polo Norte gracias a una colaboración con la expedición francesa Tara y la Fundación BBVA.
La realidad del plástico marino
Europa vive en un espejismo en cuanto a los residuos plásticos. Según un estudio publicado en 2015 en Science, los 23 países europeos con acceso al mar lanzan al mar la misma cantidad de residuos que países como Marruecos o Corea del Norte. Incluso Estados Unidos, con 112 millones de personas viviendo a menos de 50 kilómetros del Atlántico o el Pacífico lanza menos plástico al agua.
China es, de largo, el mayor contribuyente a todas esas islas de basura que anegan el Pacífico. El 28% del plástico mundial que no acaba donde debería procede del país asiático. La zona es, para Cózar, la principal candidata para albergar islas de plástico aún no identificadas por los científicos. "Zonas como el este del Pacífico o Asia Sur sí que podrían esconder zonas de acumulación importante", dice.
Es en este contexto donde aparecen los gusanos de la cera y su capacidad de degradar el polietileno. Como suele ocurrir en muchos trabajos de investigación básica, los investigadores se ven forzados -a veces por insistencia de la prensa- a vislumbrar futuras aplicaciones de su descubrimiento. Así, la descubridora de esta función decía la semana pasada que "desconocemos los detalles de cómo se produce la biodegración, pero existe la posibilidad de que lo haga una enzima, el siguiente paso es detectarla, aislarla, y producirla in vitro a escala industrial", explicaba Bertocchini. "Así podremos empezar a eliminar de forma eficaz este material tan resistente".
Antes de eso, y en caso de estas islas flotantes, sería necesario determinar cómo reaccionaría la enzima con el agua de mar o a temperaturas como las del Ártico. Para Cózar, el de los residuos es "un problema de escala global y que necesita soluciones de otro estilo, probablemente algo tan simple y tan difícil como dejar las botellas y bolsas en el contenedor", apunta. "Una vez cortemos el grifo de la entrada de plástico al mar podremos estudiar medidas para ver qué hacer con lo que hay".