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-Cepillos de dientes desechados por una persona a lo largo de su vida: 300 aproximadamente.
-Tiempo que tarda en degradarse un cepillo de dientes: 75 años.
-Kilos de plástico equivalentes a los cepillos de dientes desechados por una persona en su vida: 5.
-Cepillos de dientes desechados al año en Estados Unidos: alrededor de 1.000 millones.
-Cepillos de dientes vendidos al año en España: 160 millones.
El cepillo de dientes es un artículo de higiene muy necesario para cuidar la salud de nuestros dientes y encías. Sin embargo, como ocurre con tantos otros productos habituales, la mayoría de ellos están fabricados principalmente de plástico, concretamente polipropileno en el mango y nylon en las cerdas.
Al ser un producto que está continuamente en contacto con la humedad y las bacterias de la boca, se recomienda cambiarlo periódicamente, aproximadamente cada tres o cuatro meses. Eso supone una media de tres o cuatro cepillos desechados al año por una sola persona. Suponiendo que una persona viva 80 años, supondría más de 300 cepillos que terminan en los vertederos o, lo que es peor, arrastrados hasta el campo o el mar.
Un peligro para las aves
En 2009 se hizo tristemente famosa una instantánea del fotógrafo Chris Jordan, en la que se podía observar el cadáver de un albatros con el vientre abierto, rebosante de un gran número de artículos de plástico. Entre aquellos objetos, que le habían costado la muerte al animal, se encontraban algunos cepillos de dientes.
Según un estudio publicado en Science Advances, en 2016, estas aves acuden al plástico atraídas por el olor del sulfuro de dimetilo, una sustancia liberada por los plásticos que se descomponen en entornos marinos. Esto se debe a que el fitoplancton en descomposición también segrega este compuesto, por lo que normalmente su aroma suele indicarles dónde hay alimentos que ingerir.
Pero ese no es el único peligro; ya que, como ocurría con otros productos de plástico, las pequeñas partículas tóxicas que irían liberando poco a poco podrían ser ingeridas por los peces e incorporarse en la cadena alimenticia.
Alternativas:
Lógicamente, dejar de usar el cepillo de dientes no es una opción. Sin embargo, sí que se puede optar por cepillos fabricados a base de materiales biodegradables, como el bambú. En los últimos años ha crecido notablemente el número de empresas dedicadas a la fabricación de este tipo de productos, que no solo prometen no generar residuos, sino además disminuir los daños ambientales que supone su propia fabricación.
Y es que, por lo general, el 50% de este coste ambiental tiene lugar durante la fabricación y el transporte del producto, para el que se utilizan materiales derivados de recursos fósiles, como el petróleo. En cambio, el bambú es una planta que crece muy deprisa, sin necesidad de muchos cuidados especiales, por lo que haría muy sencilla y rápida su recolección.
Otra opción biodegradable de cepillos de dientes serían los que están fabricados a base de madera de haya y pelo de cerdo. No suena muy agradable lavarse los dientes con el pelo de este animal pero, una vez tratado, no tendría por qué diferenciarse mucho del resto de cepillos.
De cualquier modo, también es conveniente saber qué hacer con los cepillos de plástico convencionales. Al no ser envases, no pueden desecharse en el contenedor amarillo, pero eso no quiere decir que no puedan reciclarse. Por ejemplo, se les puede dar una segunda vida, con un cometido muy diferente, como la limpieza de zonas pequeñas, como juntas de baldosas o teclas de ordenador.
Este sea quizás el punto más flojo por el momento en lo que a reciclaje de cepillos de dientes se refiere; la escasez de puntos limpios dedicados a su retirada. Puede que en un futuro haya más de estos, si aumenta la concienciación en torno al tema. Hasta que eso ocurra, utilizar alternativas biodegradables o darles una segunda vida no deja de ser una buena opción.