La sorprendente carta de 1646 a Felipe IV sobre una “espantosísima” erupción en la isla de La Palma
Una misiva enviada por el gobernador muestra con gran exactitud las similitudes entre la erupción del volcán de San Martín y la de Cumbre Vieja.
2 octubre, 2021 03:12Noticias relacionadas
...no habiéndose visto nada y estando todos con notable confusión y espanto porque los estruendos crecían, tuve aviso del lugar de Garachio [Garachico] de cómo se había descubierto un fuego grande y espantoso en la isla de La Palma, que está distante de aquella 18 leguas, y que del mismo fuego se distinguían otros fuegos grandes que en forma de ríos corrían hacia la mar…
Las Canarias son unas islas cuya actividad volcánica se ha mantenido constante desde hace millones de años. El pasado 19 de septiembre fue el volcán de Cumbre Vieja, en La Palma, el que comenzó a escupir lava de forma violenta; pero en 2011 ya lo hizo el Tagoro, en El Hierro; en 1971, el Teneguía, también en La Palma; y en 1949, el volcán de San Juan, ubicado en la zona sur de la 'isla bonita'. De hecho, la zona de Cumbre Vieja concentra el 50% de la actividad volcánica registrada en los últimos 500 años en España.
Los científicos tienen constancia del bramar de estos monstruos de lava desde hace siglos gracias a los escasísimos registros disponibles que hablan de lo ocurrido en la historia de Canarias. Uno de ellos, que ha sido rescatado estos días y guarda una increíble semejanza con la erupción estromboliana de Cumbre Vieja, es la carta que mandó Pedro Carrillo de Guzmán, capitán general de Tierra Firme y gobernador de las islas, a Felipe IV 'El Grande' en 1646. En ella informaba sobre la erupción del que es hoy el volcán de San Martín, que se sitúa en la misma zona de Fuencaliente.
Escrito en castellano antiguo, el documento, que permanece en los archivos de la Biblioteca Nacional de España, detalla cómo la erupción sucedida en el siglo XVII guarda una fascinante similitud con la que estos días asola La Palma. La carta habla de "ríos de lava", de "estruendos y terremotos", de "un fuego grande y espantoso", de una "humareda grande y espesa", de bocas que se abren sobre el terreno, y del pánico que sintieron los palmeros durante el transcurso del suceso que acabó arrasando buena parte de la isla.
"...se vio en toda aquella isla una humareda grande negra y espesa que con grande violencia subía al cielo y oscurecía el sol, y entrando más el día se conoció que había reventado el dicho volcán expeliendo a un tiempo humo y fuego y otras materias que oscurecían el día y condensaban el aire", se puede leer en la carta escrita de puño y letra por De Guzmán. "El terror que sobrevino en todos fue igual con tan grande accidente no quedándoles más acción que acudir a las iglesias a pedir misericordia a Dios nuestro Señor", añade.
Lo paradójico del asunto es que el gobernador, que se encontraba en La Laguna y acabó mandando varias embarcaciones hasta La Palma para prestar auxilio a sus habitantes, creyó en un principio que eran "algunas armadas que estaban peleando" en la zona. "El reinado de Felipe IV coincide con un momento de conflicto bélico internacional", explica a EL ESPAÑOL Jesús María Usunáriz, profesor de Historia Moderna de la Universidad de Navarra. "España estaba inmersa en la Guerra de los 30 años y Canarias era un enclave magnífico en la ruta hacia América, siendo objeto de ataques por parte de distintas flotas. Los barcos intentaban paralizar el envío de la plata americana que alimentaba a nuestros ejércitos", añade.
"Fueron unos años bastante movidos y la monarquía tenía muchas dificultades económicas", confirma por su parte Marina Perruca, doctoranda en Historia Moderna de la Universidad Rey Juan Carlos. Según Perruca, "probablemente" éste sea uno de los poquísimos documentos en los que se informa de una erupción en un territorio de lo hoy entendemos como España, de ahí la importancia científica para los vulcanólogos. "Hay [documentos] anteriores para los territorios italianos donde eran constantes los terremotos y las erupciones volcánicas, tanto en Nápoles como, sobre todo, en Sicilia".
Varias bocas eruptivas
La carta, que se extiende a lo largo de siete páginas y abarca "desde los primeros días de octubre" hasta diciembre de 1646, también detalla cómo la apertura de distintas bocas es una característica habitual en las erupciones de tipo estromboliano de las Canarias. "...el jueves siguiente, a las once del día, crecieron tanto los terremotos y estruendos que puso a los moradores en mayor confusión y luego llegó aviso de que se había abierto otra boca más, y que toda la materia que arrojaban las tres bocas las recogía una de ellas, y este día a la tarde salieron dos ríos de fuego de dichas bocas y fueron caminando hasta la mar, y la ceniza y piedras que llueve nunca cesa, con que esto ha hecho más daño que los ríos de fuego", se puede leer en el manuscrito.
De Guzmán no sólo explica a Felipe IV de forma prolija cómo eran los temblores o cómo bullía el magma por las bocas eruptivas hace cientos de años, sino que detalla con fascinante exactitud el color de la lava ("...de día es de color morada oscura y de noche como fuego muy vivo que corre despacio...") y el desastre que provocaban las coladas a su paso ("...desde el primero al último río coge una grande lengua sin que en este medio quede otra cosa que malpaís: así llaman la tierra inhabitable por estar cubierta de piedra quemada…").
A juzgar por lo que se cuenta en la misiva, la erupción del volcán de San Martín fue mucho más violenta que la actual de Cumbre Vieja. Hasta tal punto que, según el relato del gobernador, el estruendo llegó a escucharse en la isla de Tenerife. "A lo 15 del dicho mes de noviembre, al anochecer, se sintieron tanto los dichos estruendos en la dicha ciudad de La Laguna donde yo me hallaba en Tenerife que no sólo parecía la ruina de aquella isla de La Palma, sino la de todas...", se lee en la carta. "...con que a aquella hora hice que se descubriese el santísimo sacramento en todas las parroquias y conventos de frailes y monjas de la dicha ciudad, en cuyos templos asistieron todos sus moradores aquella noche haciendo continuas oraciones y plegarias".
"Estamos ante una cultura católica. Ante un desastre de este tipo, ya sea la erupción de un terremoto o la erupción, rezar para solicitar la misericordia divina era algo más que habitual", explica Usunáriz desde el otro lado del teléfono. El 27 de noviembre de 1646, casi dos meses después del comienzo de la erupción, el "fulgor" del volcán de San Martín empezó a disminuir y los terremotos, a dar "una tregua". La carta detalla que el "horror y el espanto" en el que se hallaban los palmeros se sintió entonces algo "aliviado" al mismo tiempo que veían cómo se abrió "una gran profundidad" que consegió batir la tierra.
La misiva, fechada el 18 de diciembre, detalla que "aquellos ruidos" y "fuegos" de La Palma siguieron viéndose desde Tenerife, por lo que es de suponer que la erupción se prolongó durante varios meses. A imagen y semejanza de lo que estos días ha ocurrido en Todoque, los grandes perjudicados del desastre fueron también las gentes más pobres. "Los daños que han hecho estos volcanes han sido comunmente para los labradores y criadores de ganado por haber esterilizado las tierras como está dicho, y aunque ha tocado también a la gente rica, este daño es menor en cantidad por no haber alcanzado a la parte donde están los ingenios de Azúcar y las Viñas".