La presión del magma es continua y su dinámica cambia de un momento a otro. De un material viscoso y lento, a una lava rápida y muy fluida que ha conseguido llegar al mar y ganarle terreno. El volcán de Cumbre Vieja abre nuevas bocas eruptivas, nuevos caminos de lava y las fumarolas, unas nubes de humo blanco que han aparecido en torno al cono principal, marcan una posible línea de debilidad con riesgo de colapso.
El magma sigue empujando con fuerza desde las profundidades de la isla bonita. Desde que comenzó la erupción hace ya 13 días, este material ha ido olisqueando las partes débiles del terreno hasta encontrar puntos de salida. Esa humareda blanca lineal es una mezcla de gases y vapor de agua que se está colando por las grietas del volcán. Es lo que los italianos llaman fumarola.
Como explica Manuel Regueiro, presidente del Ilustre Colegio Oficial de Geólogos (ICOG), los penachos de humo blanco que pueden observarse en el volcán puede significar que el magma "está tocando algo de agua" en capas subterráneas. También cabe la posibilidad de que esa columna curva de humareda blanca se deba al propio vapor que contiene el magma.
Stavros Meletlidis, investigador del Instituto Geográfico Nacional (IGN) asegura que el magma contiene hasta un alto contenido en vapor de agua, y esa puede ser una de las razones por las que puede observarse ese penacho blanco. Ahora bien, ambos expertos señalan que se trata de un proceso normal del volcán. "Es un escape de gases y vapor de agua", apunta el experto, que "busca los puntos más frágiles o de diferencia de material para alcanzar la superficie".
"Es un proceso muy habitual", apunta David Calvo, portavoz del Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan). Al parecer, este proceso de fumarolas es conocido como desgasificación. Explica que este escape de gases no sólo se produce en el cono, sino que también se producen en la propia estructura del volcán, y sobre todo cuando el volcán muestra esta actividad.
No obstante, existe cierta preocupación entre los científicos que están realizando la vigilancia de la situación entorno a estas fumarolas que han aparecido en las faldas del volcán. Temen que estas columnas blancas se deban a una inestabilidad del terreno que conlleve a una posible fractura en el cráter principal por la que pueda salir más material. Como asegura Meletlidis, "los pequeños derrumbes pueden existir" en erupciones como esta, porque "es un fenómeno vivo y continuo".
No obstante, el experto del IGN explica que la simple existencia de la fumarola no indica nada claro. Puede haber un derrumbe o la situación puede mantenerse en un escape de vapor de agua y gases sin mayor relevancia. "Para tener un colapso", cuenta, "la salida de la fumarola no es suficiente", sino que requiere también "una presión mayor del magma dentro del conducto".
Por este motivo, los expertos se hallan estudiando el vapor que emiten lo que parecen ser fumarolas en uno de los flancos del edificio volcánico. Desde el Instituto Geológico y Minero de España (IGME) están realizando vuelos de reconocimiento para analizar el vapor de estas nuevas fumarolas, pues podrían indicar "una línea de debilidad con riesgo de colapso". Rosa Mateos, geóloga del IGME, cuenta que, a veces, en el cono volcánico de erupciones de este tipo "puede aparecer una grieta que dé indicios de una inestabilidad".
Así las cosas, los expertos consultados se mantienen cautos ante esta nueva cara del volcán que insisten en dejar de llamar "fenómeno", porque entra dentro de la normalidad de una erupción como la del Cumbre Vieja. "Es difícil saber su evolución", asegura Regueiro, motivo por el que mantienen una vigilancia intensa ante los posibles escenarios que puedan presentarse en las próximas horas.
Preocupación ante la nueva colada
La comunidad científica observa con expectación cada pulso del volcán. Los temblores que se vivieron en las últimas horas se intensificaron en la zona cercana a la sismicidad de los primeros días. A profundidades de entre 10 y 15 kilómetros, se produjeron una veintena de terremotos, de los que al menos cuatro presentaron una magnitud de 3,5 en la Escala de Ritcher.
Estos sismos en torno al centro eruptivo siguen produciéndose, pero lo que realmente mantiene en alerta a los científicos que están realizando la vigilancia volcánica son, aparte de las fumarolas, las travesías que puedan tomar las coladas de lava. Especialmente después de que en apenas unas horas entre el jueves y el viernes se abrieran otras dos bocas eruptivas.
Las lavas que están emitiendo estos dos nuevos puntos eruptivos son rápidas y muy fluidas. Una de ellas, como explicó Miguel Ángel Morcuende, director de Protección Civil de Canarias (Pevolca), avanza separada unos 450 metros de la principal, pero buscando la unidad en cotas inferiores. No obstante, están vigilando su evolución para tratar de ofrecer un modelo de predicción sobre su dirección lo más pronto posible.
Como apunta Mateos, este aspecto "está preocupando bastante al Pevolca", porque parece que las coladas del norte y del sur, en dirección oeste, se van a unir, "pero la nueva colada parece que avanza más hacia el noroeste". El riesgo que existe con estos nuevos caminos por los que pueda discurrir la lava es precisamente el terreno nuevo que pueda arrasar a su paso. Según estimaciones del satélite Copernicus, las coladas ya han sepultado más de 470 hectáreas y 981 edificaciones, de las que 855 son viviendas.
"Hoy está más explosivo otra vez" y "ahora estamos bajo una lluvia de cenizas incesante y muy molesta", comenta Calvo. El experto precisa que esta nueva colada que ha expulsado el volcán no nace de una nueva boca. En su opinión, se trata de "la salida de un tubo de lava" por una grieta en la continuación de la boca efusiva a unos 300 metros de distancia. "Muchas veces la lava se canaliza por un tubo, y no por una boca propiamente dicha", puntualiza.
El volumen de magma emitido hasta la mañana del día 30 de septiembre sumaba ya 80 millones de metros cúbicos. Una cantidad de material que no dejará de aumentar, pues el volcán, a la vez que muestra caras explosivas, mantiene simultáneamente su efusividad, con una continua expulsión de magma por los puntos activos del volcán.
Itahiza Domínguez, a través de sus redes sociales, informaba de que, en la tarde del viernes, se había producido "una pequeña explosión" en el cono de la erupción cerca del cráter "que ha dejado un hueco". Un episodio que, asegura, "forma parte del devenir normal de la erupción, con cambios morfológicos constantes en el cono principal".
Una actividad que, a través de coladas de lava, sigue desembocando en el mar y ya ha creado una isla baja de al menos 27,7 hectáreas y a una distancia superior a 475 metros de la línea de costa. Una fajana que está generando, a su vez, un penacho marino de vapor de agua y gases tóxicos que se concentran en una pequeña área alrededor del punto de contacto.
Aunque la columna de gases que más alarma a los expertos es la que emite el volcán desde hace días y que ha llegado a alcanzar alturas de unos 5.000 metros. La preocupación está en torno a los niveles de dióxido de azufre (SO2) diarios, que según las últimas estimaciones alcanzan valores de 8.700 toneladas. Durante la jornada del jueves, en estaciones como la de Tazacorte, los umbrales diarios de este gas no han bajado de los 100 microgramos por metro cúbico. Razón por la que los núcleos de población de San Borondón, Marina Alta, Marina Baja y La Condesa siguen confinados, a la espera de la evolución de la situación.