A pesar de que el volcán de la isla canaria de La Palma está a punto de cumplir las seis semanas de actividad eruptiva, los expertos no esperan que la expulsión de lava cese a corto plazo. De hecho, la actividad del volcán sigue siendo muy intensa y su estructura se ha modificado: en el cono volcánico se ha verificado un gran desprendimiento que ha cambiado su aspecto, ha creado "avenidas" de lava y, el pasado lunes, se observó la apertura de una nueva boca, que ya sería la sexta.
Los daños que esta erupción está causando a la isla y la incertidumbre de hasta qué punto llegaran las pérdidas materiales está haciendo especialmente difícil el hecho de quedarse a esperar hasta que la actividad volcánica cese. En este sentido, el presidente del cabildo de La Gomera ha hecho una sugerencia este miércoles para controlar el recorrido que hace la lava: utilizar aviones militares para colocar bombas y, de esta manera, abrir bocas eruptivas o señalarle el camino a la lava.
Si bien él advertía que "igual lo que digo es un disparate", sus palabras no han tardado en generar controversia. Sin embargo, la idea de Casimiro Curbelo de "bombardear" la lava para frenar su avance sobre edificios, cultivo e infraestructuras no es nueva. Esta medida contundente ya fue tomada durante las erupciones del Etna en Sicilia en los años 1983 y entre 1991 y 1993. Ahora bien, en aquel momento esta técnica tampoco quedó libre de polémica.
El caso siciliano
Se utilizó esta técnica con bombas cuando la lava amenazó algunos centros habitados situados en las laderas del volcán. Sin embargo, los explosivos no se lanzaron desde aviones militares, fueron colocados desde tierra de forma precisa para modificar la morfología del terreno y desviar la lava, después de una atenta planificación. Cabe destacar que el entorno del Etna es muy distinto al de Cumbre Vieja; los pueblos italianos están situados a una distancia bastante mayor de las bocas eruptivas. Es importante también la diferencia de desnivel: en el Etna hay mucho recorrido, tanto en longitud como en altura, antes de que la lava alcance los centros habitados.
El 14 de mayo de 1983 los explosivos para cambiar la dirección de la lava, que amenazaba dos centros habitados, se utilizaron por primera vez en el volcán siciliano, y se considera la primera intervención de este tipo en Europa. Programada por volcanólogos italianos apoyados por expertos en explosivos originarios de Suecia, esta acción encontró muchas críticas, tanto por parte de otros vulcanólogos como de ambientalistas. Incluso sus resultados fueron considerados "insuficientes" por una parte importante de expertos, aunque también hay debate sobre este tema. Con esta explosión se obligó a la lava a fluir en un canal preparado previamente por el Ejército. La preparación se topó también con varios problemas técnicos, entre los cuales la colocación de material explosivo en una zona muy caliente.
Diez años más tarde, en la erupción del 1991-1993, los explosivos volvieron a ser utilizados. Inicialmente se intentó modificar la colada lávica —que amenazaba el pueblo de Zafferana— construyendo diques y lanzando bloques de hormigón desde los helicópteros. Al final, en el mes de mayo de 1992, los explosivos volvieron a ser utilizados (7.000 kilogramos de explosivo utilizados) para obligar a la lava a entrar en un nuevo canal previamente preparado. Tanto en este último caso como en el de 1983, el debate sobre el uso de explosivos para desviar las coladas lávicas y su eficacia ha sido muy intenso en Italia.