Medio ambiente

El lince puede ser nuestro lobo de Yellowstone: el imprevisible efecto de su milagrosa salvación

La autora de un estudio que analiza las consecuencias de la reintroducción de esta especie critica que no se esté teniendo en cuenta el posible impacto.

8 junio, 2024 02:22

El lince ibérico crece a un ritmo más rápido de lo esperado. En sólo tres años se han duplicado las cifras, con un total de 2.021 individuos en 2023, según el último censo. La especie, no obstante, continúa en peligro de extinción. Para que alcance un estado de conservación favorable, los expertos calculan que serán necesarias 750 hembras reproductoras. 

Confían en que este dato se consiga en el año 2040. El problema es que actualmente los núcleos poblacionales ya están alcanzado la capacidad de carga. "O creamos nuevas poblaciones o se estancará", advierte Ramón Pérez de Ayala, especialista de WWF. La concentración del lince ibérico en el sur de España es evidente: en Andalucía se halla casi el 50% del total de ejemplares que hay en el país.

Pérez de Ayala reconoce a EL ESPAÑOL que ya se está trabajando en buscar nuevas zonas de reintroducción. Él mismo, de hecho, participará en las próximas semanas en eventos que se celebrarán en aquellos lugares donde se plantea reintroducir esta especie.

Aragón, Castilla y León, Cataluña o Madrid son los nombres que aparecen en el horizonte. "Hay que ser un poco cuidadosos y planificar bien dónde se van a localizar las nuevas zonas de reintroducción". Quien habla en esta ocasión es Tamara Burgos, investigadora del Área de Biodiversidad y Conservación de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC).

Cómo impacta al ecosistema

Burgos es, junto con Emilio Virgós, la autora principal de un estudio que analiza el impacto del lince sobre el ecosistema. Los resultados, que se han publicado en la revista Functional Ecology, demuestran que su presencia no pasa desapercibida para el zorro rojo y la garduña, las dos especies de mesocarnívoros en las que se centra el trabajo.

Ambos mamíferos son importantes como dispersores de semillas de muchas plantas de frutos carnosos. Pero con la presencia del lince la dispersión era menor. En el caso de la garduña, el número de excrementos que contenían semillas se redujo en un 93%. En los zorros, el 63% de las semillas se dispersaron en zonas que no estaban afectadas por la presencia de este superdepredador. 

Tal y como señalan los investigadores, "los linces pueden matar fácilmente a los zorros y las garduñas. O simplemente ahuyentarlos con su mera presencia". Sospechan que la combinación de ambas acciones explica la reducción significativa en la dispersión de semillas.

"Al haber menos [zorros y garduñas], los pocos que quedan cambian su comportamiento, se mueven por hábitats más refugiados para evitar encuentros con los linces", explica Burgos. "La disminución de las semillas podría afectar a cómo se estructura el paisaje y dónde germinarán esas plantas en los próximos años".

Aunque las especies son abundantes y no están provocando su desaparición por el momento, el estudio concluye que lo más favorable sería promover paisajes heterogéneos. Por un lado, zonas con superdepredadores (entre ellos, el lince por "su importancia para otras funciones ecosistémicas"). Y por otro, zonas circundantes que estén libres de estos grandes carnívoros para que otras especies puedan desarrollarse.

El número de cachorros nacidos en 2023 se incrementó hasta los 722.

El número de cachorros nacidos en 2023 se incrementó hasta los 722.

"Un paisaje heterogéneo es lo que nos da mayor diversidad a todas las escalas", sintetiza Burgos. La investigadora critica que no se esté teniendo en cuenta el impacto que puede tener el lince en los programas de reintroducción: "Es cierto que aún no se cuentan con demasiados individuos para que el escenario sea dramático, pero se está haciendo sin tener en cuenta otros posibles efectos".

"Lo único que se está considerando es la favorabilidad que hay para el lince", prosigue. "Pero no cuánto de desfavorable puede ser para otras especies que aunque no se encuentren en un estado de amenaza, sí que están decreciendo a nivel local".

El caso más conocido es el del gato montés. Este felino salvaje ha reducido su población allí donde se ha producido una reintroducción. "Es cierto que en algunas zonas está bastante mal, pero el lince está mucho peor", apunta Pérez de Ayala. El profesor de Ecología Universitaria de la URJC Emilio Virgós se muestra contrario a estas palabras: "Actualmente, es posible que haya más linces ibéricos que gatos monteses en Andalucía".

"Para llevar a cabo una reintroducción, miramos que se cumpla todo: que haya un hábitat favorable, que haya conejo, que no haya exceso de atropellos y que haya una buena aceptación social", defiende el especialista en lince de WWF. "Luego, cuando hemos soltado, siempre hemos estudiado qué pasa con la comunidad de carnívoros".

Cachorros de lince ibérico a la caza de un conejo para alimentarse.

Cachorros de lince ibérico a la caza de un conejo para alimentarse. OAPN Europa Press

Pérez de Ayala no cree, pese a la tendencia inesperadamente positiva de los últimos tres años, que se vaya a descontrolar el número de ejemplares: "Es un animal territorial, que alcanza unas densidades máximas cuando hay conejo suficiente. El único problema que puede ocurrir es que la reintroducción sea muy rápida y no nos dé tiempo a solucionar problemas sociales, como, por ejemplo, ataques a gallineros". 

El ejemplo de Yellowstone

Burgos reconoce que para su estudio se basaron "mucho" en las investigaciones que se han realizado acerca de la reintroducción de los lobos en el Parque Nacional de Yellowstone. Como se extinguió del enclave estadounidense en la década de los años 30, se reintrodujo a finales del siglo pasado. Tras 20 años de reintroducción, se han registrado cambios en la comunidad, tanto en herbívoros como en depredadores menores.

La principal razón es que el ecosistema se había visto modificado con la extinción de los lobos, como ha sucedido con el lince: "El paisaje no es igual al que había en muchas zonas. Por eso queremos resaltar que aunque se quiera conseguir lo que había antes, el ecosistema no es el mismo", subraya Burgos.

Su trabajo, eso sí, se ha realizado en el Parque Natural Sierra de Andújar; en concreto, en una zona que carece de poblaciones de lince reintroducidas. "No sabemos qué pasaría en otras zonas, pero esperaríamos resultados similares en Doñana, en los Montes de Toledo, en Sierra Morena o en Portugal", indica a este periódico José María Fedriani, otro de los autores del citado estudio.

Fedriani también participó en otro estudio liderado por Burgos que demostró cómo la dispersión de semillas del piruétano, un árbol de fruto carnoso, se reducía por la presencia del lince. Además, en estas zonas hallaron menos de la mitad de los zorros, en comparación con aquellas en las que no había poblaciones de lince.

El lince, la prioridad

No obstante, el investigador de la Estación Biológica de Doñana y del Centro de Investigaciones sobre Desertificación considera que hoy por hoy la prioridad es asegurar las poblaciones de lince: "Tal vez dentro de 15 ó 20 años no tenemos la situación actual y nos podemos permitir ese lujo. Aun así, siempre hay que tener en cuenta los posibles efectos directos e indirectos que tiene. La venda de los ojos hay que quitársela".

Burgos, por su parte, incide en que sería bueno tenerlos en cuenta para saber si en un futuro —de aquí a 50 ó 100 años— el paisaje puede cambiar a causa de la reintroducción: "Quizás haya plantas que se han dispersado y no lleguen a los mismos sitios que estaban alcanzando antes de que hubiera linces. Por tanto, el paisaje puede cambiar".

"No queremos transmitir un mensaje alarmista ni estamos en contra de los programas de reintroducción del lince, uno de los más exitosos que se conocen", aclara Burgos. "Pero allí donde haya una mayor presión de lince, controlarán muy bien la zona y podrán atacar a otros carnívoros, por lo que el cambio en los patrones sí que puede ser bastante drástico, aunque sea a nivel local", concluye.