La ciencia parece haber dejado claro que las calorías no lo son todo a la hora de adelgazar, ya que alimentos ricos en ellas pueden ser más sanos que otros que no tienen tantas. No obstante, la restricción calórica sí toma fuerza como medida de protección de la salud y más todavía después del estudio publicado en la última edición The Lancet Diabetes & Endocrinology.
El trabajo, llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Duke, demuestra que reducir alrededor de 300 calorías al día ayuda a proteger el corazón incluso a las personas sin exceso de peso.
En el estudio participaron 218 adultos menores de 50 años, en perfecto estado de salud y en un rango de peso ideal. Pero lo que el trabajo demostró es que siempre hay margen de mejora. Dos tercios de los participantes fueron asignados a una dieta de restricción calórica, mientras que el resto continuó con su alimentación habitual.
Lo más novedoso de este trabajo son precisamente sus participantes, ya que este tipo de estrategias se han solido evaluar hasta la fecha en personas con obesidad. Además, pocos de estos trabajos han visto sus consecuencias a largo plazo, cosa que sí ha hecho éste que ha vigilado a sus participantes hasta dos años después de empezar la restricción calórica.
Así, aunque los niveles de colesterol fueran adecuados y también lo fuera la presión sanguínea y el azúcar en sangre, todo mejoraba con la restricción calórica que ensayaron los investigadores. "Hay algo sobre esto, algún mecanismo que todavía no entendemos del todo, que consigue estas mejoras", explica el investigador principal del estudio, el cardiólogo de Duke William Kraus.
"Hemos recopilado sangre, tejido muscular y otras muestras de los participantes para seguir explorando cuál puede ser ese mecanismo metabólico", añade.
Los participantes del grupo de intervención perdieron una media de 7,5 kilos, mientras que los del grupo control ganaron 0,8. Pero no fue el peso el factor que más impresionó a los autores.
Durante el primer mes del ensayo recién publicado, los voluntarios tenían que tomar tres comidas al día que implicaran una reducción de una cuarta parte de las calorías que consumían habitualmente, para lo que se le ofrecían hasta seis planes de alimentación diferente, para adaptarse a las distintas opciones culturales. Los autores también eligieron a los participantes de un grupo control para comparar resultados. Mientras que los primeros, además de la dieta, acudían a sesiones con psicólogos regularmente durante los primeros meses, los segundos simplemente seguían comiendo igual y se reunían cada seis meses con los autores.
A los participantes se les pidió continuar con esa reducción del 25% de calorías durante dos años, aunque no todos lo consiguieron y la media de restricción calórica fue de un 12%. Aún así, fueron capaces de mantener la pérdida del 10% de su peso que habían logrado, el 71% del cual correspondía a grasa. Además, se registraron numerosas mejoras en marcadores de riesgo de enfermedad metabólica y también de inflamación crónica -como los niveles de proteína C reactiva-, un parámetro que se ha asociado a patología cardiovascular, cáncer y deterioro cognitivo.
"Esto demuestra que incluso una modificación más pequeña de la que evaluamos en nuestro estudio puede reducir la carga de diabetes y enfermedad cardiovascular. La gente puede hacer esto simplemente cuidándose un poco, reduciendo ligeramente la cantidad de lo que come o quitándose algunas comidas como la merienda", añade el investigador.
Como también señalan los autores del estudio, no existe ningún medicamento que afecte a un rango tan amplio de factores de riesgo cardiovascular como esta estrategia no farmacológica, lo que sin duda tendría que ser tenido en cuenta por las autoridades sanitarias y los autores de las recomendaciones de salud pública.