Los locales en los que se sirven unas tarrinas de yogur helado con toppings se han puesto de moda en el último lustro como una alternativa más saludable a los tradicionales helados. De hecho, las publicidades de las empresas que comercializaban estos productos aseguraban que existía una gran diferencia entre ambos productos. Vincular este tipo de helado directamente al lácteo proporcionó un halo saludable con el que consiguieron abrirse una importante brecha en el mercado, desbancando en muchos casos a las heladerías de toda la vida.
Peor, la verdad es que el yogur helado está muy lejos de asemejarse a un yogur natural. Se trata, más bien, de un helado de yogur, con todo lo que ello conlleva: un mayor porcentaje de azúcar y de grasas saturadas que un yogur natural. Lo denunció la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) hace algún tiempo. "Son un helado que sabe a yogur. Si lo consideramos helado, sus cantidades de azúcar y grasas saturadas no tienen nada de raro", advierte la organización, que apunta que los yogures helados tienen "el doble de calorías" que un yogur normal.
De hecho, si acudimos a la etiqueta de uno de los yogures helados más populares podemos comprobar cómo 100 gramos de producto contienen 20 gramos de hidratos (de los cuáles 11 gramos son azúcares), 3 gramos de proteínas y 1,6 gramos de grasas. Su contenido calórico asciende hasta las 103 kilocalorías. En cambio, si acudimos a la etiqueta de un yogur natural, podemos ver que éste tiene 4 gramos de hidratos, 3,20 de proteínas y 2,9 gramos de grasas. En este caso, el contenido calórico es de apenas 58 kilocalorías.
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