Corría mayo de 2011. El FC Barcelona de Guardiola ganaba por 0-2 al Real Madrid en el partido de ida de la semifinales de Champions, disputado en el Santiago Bernabéu. El entrenador por entonces del equipo merengue, José Mourinho, fue expulsado y, minutos después, daba la eliminatoria por perdida en una rueda de prensa en la que se marcó una de las rajadas más épicas que se recuerdan. De la boca del portugués sólo salía una pregunta, repetida hasta la saciedad con su particular acento: "¿Por qué?"
Días después, Mourinho se convertía en el protagonista de un hilarante vídeo de Youtube, en el que, a modo de parodia, planteaba un insondable misterio aún por resolver para la mayor parte de la humanidad: por qué los envoltorios de los Sugus de piña son azules. "No entiendo nada. ¿Por qué? ¿Por qué? Yo no sé si será la publicidad de Unicef, si será el poder de la industria de la golosina, si serán los putos árbitros… ¡No sé! No entiendo. No entiendo", decía.
La parodia, que se hizo viral en cuestión de días, volvió a poner sobre la mesa una cuestión que había sido recurrente en muchas conversaciones a lo largo de muchos años y que resolvió Verne en 2016. Sin embargo, las preguntas alrededor de este misterioso caramelo de envoltorio azul no acabaron aquí. Son muchos los que aún hoy aseguran que el Sugus de piña no está hecho con piña y que, por lo tanto, no sabe a piña; otros tantos los que dudan de que, con esa textura blanda y maleable, sea realmente un caramelo; e incluso hay quien se indigna cuando descubre un Sugus olvidado en un bolsillo, retira el envoltorio y halla un dulce más duro que el adoquín que Albert Rivera mostró en el debate del pasado lunes.
Vayamos por partes. Existe una norma de calidad -sí, de calidad (ojo a la paradoja azucarada del asunto)- que regula diferentes aspectos relacionados con la producción y comercialización de chicles, confites y golosinas. "Por el nombre parece de chiste, pero esta norma existe de verdad", explica el tecnólogo de los alimentos y divulgador Mario Sánchez (aka Sefifood). Se trata del Real Decreto 348/2011, que clasifica a los Sugus dentro de la categoría de "caramelos blandos". Esto es: "aquellos cuya composición y proceso de elaboración les confiere una textura blanda o masticable", según la propia norma.
En realidad, por muy ricos que estén, los Sugus son, como el resto de caramelos y golosinas, un despropósito nutricional que la industria elabora con ingredientes que perjudican nuestra salud. Si acudimos a su etiqueta podemos encontrar hasta 12 compuestos distintos. Los más destacados son el jarabe de glucosa, el azúcar, el aceite de palma y el acidulante ácido cítrico.
Unos ingredientes perjudiciales
Sánchez confirma que ninguno de estos ingredientes aporta ningún beneficio desde el punto de vista nutricional. "De hecho, el jarabe de glucosa y el azúcar son igual de perjudiciales para la salud. Son el mismo perro con distinto collar", explica el especialista. "Del aceite de palma mejor ni hablamos, aún se recuerda la polémica que tuvimos hace unos años debido a los problemas medioambientales y saludables que planteaba su consumo elevado. Y el ácido cítrico únicamente cumple una función antioxidante, pero viendo el panorama que hay, mejor que se oxide todo sin dejar ni rastro", remacha con sorna.
La característica distintiva de los Sugus, más allá de su característico envoltorio, su forma cuadrada, sus siete milímetros de espesor y sus dos centímetros de lado, es su textura. Se trata de un caramelo que, a diferencia de la gran mayoría, tiene un tacto blando y puede incluso moldearse y deformarse con la boca. ¿Cómo se consigue esto? "La combinación del jarabe de glucosa con la lecitina de soja como emulgente es uno de los principales motivos", dice Sánchez. "Todos estos ingredientes conforman una textura moldeable que se mantiene estable gracias a la lecitina".
Pero, como todo en la vida, los Sugus tampoco duran para siempre. Recuerden aquellas veces en las que alguno de estos caramelos aparecía por sorpresa en el bolsillo de la chaqueta. Uno lo sacaba con la esperanza de alcanzar un breve instante de éxtasis azucarado. Y porca miseria: aquello se asemejaba más a un risco de las Montañas Rocosas que al caramelo de textura blandita al que estábamos acostumbrados. La cruda realidad es que, pese a la ingeniería alimentaria utilizada para su fabricación, la vida útil de este producto también tiene un fin. "Factores externos como la temperatura o la humedad pueden alterarlos una vez abiertos, de ahí que se vuelvan más duros que una piedra", confirma Sánchez.
Y ahora la madre del cordero: ¿cómo diablos es posible que el Sugus azul sepa -o eso dicen- a piña? La clave, una vez más, podemos encontrarla en la etiqueta, donde no hay rastro alguno de nada que se asemeje a la fruta tropical que da lustre y nombre a este caramelo. Eso sí, en ella podemos encontrar dos palabras: "aromas" y "zumo de fruta concentrado". "La mayoría de golosinas no han visto una fruta en su vida. Sin embargo, con el uso de diferentes aromas combinados es posible crear olores muy reales que se asemejan a frutas bastante reconocibles", comenta el experto. "También es cierto que puede existir una pequeña concentración de zumos provenientes de esas frutas, pero la cantidad es anecdótica e influye mínimamente en el sabor y aroma del producto final", añade.
Sea como fuere, lo cierto es que los Sugus (y demás chucherías del estilo) deberían estar reservadas para contadas ocasiones. "Teniendo en mente todo el gremio golosinil, cualquier producto de este estilo es un claro fracaso nutricional". Eso sí, el proceso que llevó a Suchard, la marca que los creó en 1931, a elegir el envoltorio azul para el Sugus de piña es casi tan interesante como entender qué diablos hace la industria para que un caramelo sin piña sepa como esta fruta (o al menos se le asemeje). Como dijo Jesse Pinkman, "Yeah! Science!".