La fruta fresca debería ser uno de los grupos de alimentos que formen la base de nuestra dieta. A pesar de ser, por lo general, muy bajas en calorías, las frutas están repletas de agua, vitaminas y minerales. Contienen también una buena proporción de azúcares, pero no supone un riesgo para nuestra salud.
Los azúcares de la fruta se denominan "intrínsecos" porque están contenidos en su matriz, la fibra. La presencia de este último nutriente permite que el azúcar penetre en el torrente sanguíneo de manera lenta y, por tanto, no se produzcan subidas y bajadas bruscas de los niveles en sangre.
Sin embargo, este no es el único cometido de la fibra. En la fruta, el tipo de fibra más común es la soluble que tiene efecto saciante y evita que hagamos una sobreingesta de calorías. Pero, además, absorbe el exceso de grasas, azúcares y colesterol, por lo que ayuda a la salud cardiovascular, y sirve de alimento para las bacterias positivas de nuestro sistema digestivo.
La fibra insoluble se encuentra en una proporción menor que la soluble en estos alimentos. Sin embargo, la fruta también contribuye al correcto funcionamiento del intestino. Es importante destacar que el consumo de fibra está relacionado con los cánceres colorrectales.
Es decir, que es necesario consumir una cierta cantidad diaria para evitar una de estas enfermedades. Los expertos recomiendan que deberíamos tomar todos los días entre 25 y 30 gramos de fibra, tanto soluble como insoluble. La fruta fresca, por lo tanto, es una de nuestras principales aliadas para lograr este objetivo.
La cantidad de fibra total en una fruta puede ser variable: si las pelamos estamos restando una buena parte de este nutriente. Por tanto, es mejor comer la fruta con piel. De todas formas, algunas frutas tienen más fibra que otras. A continuación, las frutas con una mayor proporción de fibra.