La sandía es, sin duda, la fruta más popular del verano en España: su alto contenido en agua la convierte en un bocado ideal para soportar las altas temperaturas. De hecho, la sandía es la fruta que más proporción de agua tiene en su composición, aunque la superan algunos vegetales como el pepino. Gracias al cultivo en invernaderos, es posible encontrar sandías hasta bien entrado el otoño y son todo un éxito.
Según explican los supermercados Mercadona, la temporada de sandía en España seguirá hasta el mes de octubre. En este sentido, la compañía ha anunciado que comprará más de 97.500 toneladas de sandías procedentes de nuestro país. Concretamente, Mercadona cuenta con un total de 22 proveedores de sandía distribuidos entre Andalucía, Murcia, Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha y Canarias.
Desde hace unos pocos años, nuestro país se ha convertido en el mayor exportador de sandías de todo el mundo. La gran mayoría de las sandías cultivadas en España terminan en países de nuestro entorno y son Alemania y Francia los principales destinos. Después de nuestro país, son México, Italia y Marruecos los países que más cantidad de esta fruta venden al extranjero. A pesar de nuestra vasta producción, España importa también esta fruta.
Sandía a diario
Mientras dura el verano es muy frecuente que tomemos sandía todos los días porque es refrescante y dulce. Sin embargo, a pesar de que se trata de un alimento saludable, lo ideal es que consumamos diferentes tipos de frutas. El verano también es época de melocotones y sus distintas variedades: fresquillas, nectarinas y paraguayos, entre otros. Estas frutas pueden ser un perfecto complemento a lo largo del día.
Tomar sandía todos los días durante el verano nos ayuda a mantener la hidratación, un aspecto muy importante de esta estación del año. Su gran proporción de agua es lo que provoca que esta fruta contenga un valor energético muy bajo; sólo contiene 21 kilocalorías por cada 100 gramos que comemos, según la Fundación Española de Nutrición (FEN), y, por eso, es apta para todo tipo de dietas de adelgazamiento o saludables.
Esta alta proporción de agua también es responsable de la escasa cantidad de nutrientes de esta fruta. De hecho, la sandía no se considera fuente de ningún tipo de nutriente. Su contenido más relevante después del agua son los hidratos de carbono que están formados por azúcares, pero no se consideran dañinos porque son escasos. Debido a su escasa cantidad de fibra, la sandía cuenta con alto índice glucémico, pero no hay por qué preocuparse: no son dañinas para la salud. La cantidad de azúcar que contiene es suficientemente baja para que no suponga problemas en la glucosa en sangre.
Cáscara y semillas
Cada vez es menos frecuente encontrar sandías que conserven las pepitas. De todas formas, si damos con una de estas sandías clásicas, debemos evitar sus semillas. No, la razón no es que pueda crecernos dentro una planta, sino porque pueden acumularse en ciertas partes del intestino. Esto sucede porque la composición de su cáscara es resistente a los jugos de la digestión que sí que son capaces de degradar los alimentos.
Aunque pueda parecer extraño, las pepitas de la sandía se pueden tostar y moler para consumir posteriormente y, de esta manera, no hay peligro de que queden acumuladas en el intestino. Las semillas de la sandía tienen una composición nutricional muy diferente: contienen más de 550 kilocalorías por cada 100 gramos, más de un 28% de proteínas y vitaminas del grupo B, además de sodio y fósforo.
Cuando compramos sandías en el supermercado es muy frecuente encontrarlas partidas por la mitad y envueltas en film transparente y, además, pueden encontrarse fuera de los frigoríficos. Si optamos por este tipo de porciones de sandía, lo ideal es comprar aquellas que sí se encuentran refrigeradas. Al cortar una sandía, los microorganismos patógenos de la cáscara pueden entrar en el interior y multiplicarse a temperatura ambiente.