Las algas están destinadas a ocupar un lugar cada vez más importante en la alimentación diaria en España. Como explicaba el biólogo marino Carlos Duarte, Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoría de Ecología y Biología de la Conservación, el cultivo de algas es el epítome de la alimentación sostenible: un aporte de nutrientes saludables que captura CO2 en lugar de emitirlo y que puede mejorar incluso la cadena de alimentación al completo, produciendo piensos para el ganado que reduzcan las emisiones de metano.
Además, frente a otras propuestas más arriesgadas y anómalas, las algas ya cuentan con una amplia aceptación de mano de una de las gastronomías más populares desde hace décadas: la japonesa. El aumento de la demanda de sushi, maki y otros productos frescos ha multiplicado la oferta comercial, y con ello el uso de algas alimentarias cuya producción ya se veía afectada por el cambio climático. A la sostenibilidad de nuestro apetito por el sushi se suma otra advertencia que formula la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU): los niveles de metales pesados que pueden contener y suponer un potencial peligro de intoxicación.
Así, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) ya emitía hace unos meses una recomendación específica sobre las algas hiziki, que se puede encontrar servida como entrante en algunos restaurantes especializados. De forma natural, esta vegetación marina acumula altos niveles de arsénico, por lo que la agencia instaba al consumidor a evitar tomarla, especialmente si se sirve poco cocinada. De hecho, la recomendación era extensible para los cocineros, a quiénes se instaba a usar algas alternativas.
Sin embargo, como subrayaba AESAN, las hiziki se consumen raramente por lo que el riesgo de intoxicación está acotado. Sin embargo, la OCU nos insta a no bajar la guardia con otras dos algas mucho más populares, el wakame, que se consume en ensaladas y poke bowls, y el alga nori, con la que se envuelven los makis. "Algunos de los minerales que contienen, en exceso, podrían llegar a ser peligroso: es el caso del cadmio o el yodo", advierten desde la Organización.
El yodo es un nutriente esencial que se encuentra en los alimentos marinos. Es indispensable para "la síntesis de las hormonas tiroideas, fundamentales a su vez para el crecimiento; el desarrollo del sistema nervioso central; la regulación del metabolismo basal; la función cardiaca; y, en general, para el buen funcionamiento del organismo", enumera la OCU. Precisamente por su influencia sobre el sistema nervioso en formación, se recomienda vigilar las concentraciones en la alimentación de niños pequeños y mujeres embarazadas, así como afectados de problemas tiroideos.
Las algas pardas, y en concreto la variedad Kombu (Laminaria japonica, Saccharina japónica) contienen altas concentraciones de yodo, según recoge AESAN. Sin embargo, el cadmio es un problema distinto, ya que es un metal pesado contaminante que puede acumularse en el organismo, como sucede con el mercurio del pescado. Dado que los alimentos lo incorporan de forma intrínsica, las agencias de seguridad alimentaria solo pueden controlar unos niveles mínimos para el consumo humano e instar a pautas seguras para no tomarlos demasiado a menudo.
El problema estaría que, "el caso de las algas, aún no existe un máximo legal, aunque la Unión Europea ya está considerando establecer límites legales para metales como cadmio, arsénico y plomo", advierten desde la Organización. Por tanto, se aconseja vigilar el consumo de algas teniendo en cuenta, además, que la concentración de cadmio es particularmente elevada en las algas pardas, como el wakame, y en las rojas, como el alga nori.
"El cadmio es un metal pesado que, en ingestas elevadas, puede producir náuseas, acumularse en el riñón y provocar fragilidad ósea. Además, está clasificado como cancerígeno por la Agencia de Investigación contra el cáncer, y está considerado como mutagénico y tóxico a nivel reproductivo. Este contaminante se encuentra ampliamente distribuido en el medioambiente como consecuencia de las actividades agrícolas e industriales desarrolladas por los seres humanos", concluye la OCU su advertencia.