Sorprendentemente, la huevera que se encuentra en la puerta de la nevera no es el mejor sitio en el que podemos depositar los huevos después de comprarlos en el supermercado. Se trata de un error frecuente de seguridad alimentaria, pero que tiene una fácil solución. El último organismo en España que ha querido crear conciencia sobre este problema es el Ministerio de Consumo que dirige Alberto Garzón.
Este ministerio, que contiene la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan), publica en sus redes sociales de manera regular consejos para reducir riesgos en la alimentación, aunque también sobre otros tipos de productos. Sin embargo, la nutrición es uno de los temas en los que Consumo se ha manifestado con mayor frecuencia, y a veces generando polémica, como en su crítica al consumo excesivo de carne roja.
En este caso, el ministerio de Garzón ha dado la clave para conservar los huevos en nuestra cocina de la manera más segura posible en una publicación para redes sociales que acumula casi 2.300 me gusta en Instagram. Los huevos no se deberían colocar nunca en la puerta de la nevera —tenga huevera o no—, si no en las baldas de la parte media o superior de este electrodoméstico. Pero, ¿por qué?
Diferentes temperaturas
Aunque la nevera se programa para que tenga una temperatura determinada, no todas las partes del electrodoméstico la reciben por igual. De hecho, las estanterías que hay en la puerta son el ejemplo perfecto: cada vez que abrimos y cerramos la nevera, esta sección del frigorífico varía su temperatura. Esta parte es la menos fría y en ella deberíamos guardar las bebidas —pero no los bricks de leche— y las salsas como el kétchup o la mayonesa.
Las estanterías de la parte centro y superior de la nevera, en cambio, tienen una temperatura más estable en el tiempo. Esto es importante porque cuando un huevo se somete a varios cambios de temperatura "se producen condensaciones en la cáscara que favorecen el crecimiento bacteriano y facilitan que bacterias como la salmonela puedan penetrar en el interior del huevo", sostiene el Ministerio de Consumo en Instagram.
Aunque la cáscara del huevo es una protección natural para su contenido, es algo porosa y por esos agujeros puede colarse el agua condensada que, a su vez, puede contener ciertos gérmenes. Pero, además, bajo esta cáscara existe otra membrana protectora aumenta de tamaño y se reduce con los cambios de temperatura. Esta fluctuación en la membrana puede contribuir a transportar los microorganismos patógenos de fuera adentro.
Limpieza que contamina
De todas formas, la huevera de la puerta del frigorífico puede jugarnos otras malas pasadas. En muchos hogares es habitual que este componente no se lave bien cada poco tiempo y, por eso, puede ser un transmisor de microorganismos. ¿Cómo? Si tenemos un huevo que puede estar contaminado, lo retiramos y en ese lugar colocamos otro en perfecto estado, la contaminación se puede cruzar de uno a otro.
Tampoco deberíamos lavar los huevos bajo el grifo antes de cocinarlos por la misma razón. El agua del chorro del grifo puede empujar a las posibles bacterias perjudiciales para la salud hacia el interior del huevo. Sin embargo, en otras partes del mundo sí que se lavan los huevos, como en Estados Unidos. Tras recolectarlos, los productores limpian y refrigeran rápidamente los huevos. Por eso, en los supermercados de ese país los huevos se encuentran en neveras, mientras que aquí se exponen en estanterías a temperatura ambiente.
Las recomendaciones en Europa para los productores es contraria: nada de lavar ni de refrigerar los huevos en los supermercados. Luego nosotros en casa los conservamos en nuestros frigoríficos y, aunque no es necesario, esto aumenta su vida útil. Otro consejo importante a la hora de guardarlos en la nevera es conservarlos en el envase en el que se compraron para, de esta manera, protegerlo de los microorganismos.