Alegran una ensalada de lechuga, nos sirven para rellenar empanadillas o huevos cocidos, combinan con un poco de pasta y tomate e incluso nos valen para hacer un bocadillo rápido. Las latas de atún son un imprescindible en las despensas de España, pero no todo el mundo sabe que hay un número a partir del cual su ingesta puede resultar peligrosa para la salud. El Informe de Consumo del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación cifra en un promedio de 2,19 kilos la cantidad de este producto que los españoles consumen anualmente, siendo la conserva estrella de nuestro país.
Aunque el atún en lata tiene un perfil saludable a grandes rasgos, no es aconsejable recurrir a él muy a menudo por dos motivos principales: un exceso de grasa y una acumulación de mercurio. En primer lugar, que esté conservado en aceite nos aporta un plus de grasa que vendría a sumarse a la que ya tiene el pescado y que no solemos tener en cuenta, pero supone además un subidón de calorías para cada plato que preparemos con él. Para reducir al máximo este aporte sería interesante escurrirlo muy bien o evitar el uso de otros aceites a mayores.
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Además, es importante decantarnos por la compra de aquellas latas que contengan aceite de oliva virgen o en su defecto aceite de girasol. Las que incluyen en su listado de ingredientes el genérico de "aceite vegetal" nos están diciendo, de alguna manera, que esta grasa es de muy baja calidad, como puede ser la del aceite de palma. La recomendación, en todo caso, pasaría por adquirir latas de atún al natural, sobre todo en caso de dietas bajas en grasas o de preparaciones en las que se añadiría posteriormente a un plato con grasa o aceite.
¿Qué pasa con el mercurio?
Otro de los riesgos de un consumo excesivo de atún en lata es el mercurio, puesto que la contaminación del medio marino por residuos industriales y las erupciones volcánicas han provocado que la inmensa mayoría del pescado contenga metales pesados, en especial el metilmercurio, una sustancia modificada por las bacterias y que se adhiere a la carne de los peces y los moluscos después de ingerirlo. El grado de exposición y la alimentación de las especies influye directamente en su porcentaje de contaminación.
En este sentido, los peces más grandes, al alimentarse de especies más pequeñas, son los que acumulan más metal al integrarlo a partir de la carne de sus presas, como es el caso del atún. La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) sostiene que es seguro comer pescado en España y que su cantidad de mercurio está controlada por la legislación europea desde 2001, pero no es recomendable abusar de la carne de estos pescados de mayor tamaño.
¿Cuántas latas a la semana?
En general, la AESAN anima al consumo de pescado al asumir que pesa más el beneficio que el riesgo potencial, con la salvedad de las mujeres embarazadas y los menores de 10 años, que deberían evitar el consumo de las cuatro especies con niveles más altos de mercurio: el pez espada (emperador), el tiburón, el lucio y el atún rojo. Normalmente, si no se especifica qué tipo de pescado encontramos en las latas, quiere decir que se trata de una de las cuatro variedades más comunes, como el ya nombrado atún rojo. Para el resto de la población, los expertos señalan que con un par de latas de 80 gramos (que se quedan en 60 gramos de atún al escurrirlas) es más que suficiente semanalmente.
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La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ha establecido un consumo máximo de 1,3 microgramos de mercurio a la semana por cada kilogramo de nuestro peso. El riesgo de que este metal se vaya acumulando en nuestro organismo es que si las cantidades son excesivas actuará como una neurotoxina, matando células cerebrales y afectando, por lo tanto, a las capacidades motoras, a la concentración y a la memoria. Temblores, entumecimiento en las extremidades, pérdida de visión u oído, así como de memoria, son los síntomas que provocaría ese exceso del metal pesado en nuestro organismo.
Los beneficios del atún
El atún es un pescado azul con un alto contenido en grasas saludables, especialmente omega 3, y una proporción de proteínas similar a la carne de mamíferos. En concreto, su aporte graso es de 1,29 gramos por cada 100 y el proteico de 21 gramos por la misma cantidad. Entre sus beneficios destaca el de mantener a raya el colesterol y los triglicéridos, reduciendo el riesgo de trombosis y de otras enfermedades cardiovasculares. Sus ácidos grasos otorgan una mejor respuesta frente a las células del cáncer de piel y de mama, y reducen el riesgo de padecer artritis.