Los médicos alertan ahora de los peligros de los probióticos: "Hay riesgos que no están controlados"
Fomento de las resistencias antibióticas y problemas en la población vulnerable son las principales amenazas de estos productos.
16 junio, 2023 03:21Operan beneficiosamente en nuestro cuerpo pero no se prescriben ni se controla su consumo. Es más, no están considerados medicamentos. Los probióticos son suplementos que mantienen o mejoran las colonias bacterianas de nuestro cuerpo, aquellas que se relacionan con nosotros de manera simbiótica. Pero los expertos advierten: ni conocemos bien los riesgos que entrañan ni se están vigilando de forma adecuada.
La Organización Mundial de Gastroenterología enumera, entre las indicaciones de estos productos, la prevención del cáncer colorrectal, el tratamiento de la diarrea, la erradicación de la Helicobacter pylori o la mejora de los síntomas de la enfermedad inflamatoria intestinal. Incluso se están empezando a ver sus efectos positivos previniendo infecciones del tracto respiratorio.
Sin embargo, aunque en los últimos 20 años ha aumentado notablemente el número de ensayos clínicos que evalúan sus beneficios, hay muchas lagunas sin cubrir en el estudio de sus efectos adversos, advierte la Asociación Internacional de Probióticos y Prebióticos (ISAPP, por sus siglas en inglés).
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En un artículo publicado en la revista especializada Gut Microbes, la ISAPP enumera los posibles riesgos a los que nos enfrentamos a consumirlos y la necesidad de mejorar la vigilancia de sus efectos, especialmente en poblaciones vulnerables como embarazadas, bebés y personas inmunodeprimidas.
"Como casi todos los probióticos, en la mayoría de países del mundo, se aprueban como suplementos nutricionales, los controles que tienen no son tan buenos como los de los medicamentos", explica Francisco Guarner, digestólogo del Hospital Vall d'Hebron y exmiembro de la junta directiva de la ISAPP.
En Europa, hay una lista de especies bacterianas catalogadas como QPS (presunción cualificada de seguridad) según la Agencia Europea de Salud Alimentaria. Esto quiere decir que su historial está impoluto: no provocan infecciones. Pero esas mismas bacterias pueden mutar, advierte Guarner. "Estar en una lista no garantiza la seguridad futura y hay que comprobarlo en la producción: el productor tiene que garantizar la pureza del producto".
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El listado europeo incluye género y especie de bacteria pero "a veces se venden cosas que no están especificadas a nivel de cepa". Y pone un ejemplo: "Cuando hablas de especies lo haces, por ejemplo, de un perro, pero no sabemos si es un caniche o un dóberman". Por eso, el médico advierte que "hay riesgos que no se están controlando".
El artículo de la ISAPP alerta de que los probióticos pueden llegar a contribuir a resistencias antibióticas a través de la transmisión horizontal de genes. Una de las características de las bacterias es la presencia de plásmidos, una pequeña molécula de ADN que circula libremente por su interiores y tiene gran capacidad para saltar de un individuo a otro, "incluso entre bacterias de especies distitas", apunta Guarner. En este salto pueden llegar a transmitirse genes implicados en resistencias frente a fármacos.
El médico advierte que la toxicidad de los medicamentos depende directamente de la dosis, pero en el caso de las bacterias no es así sino que depende de sus características, "y estas a veces aparecen por mutaciones". También pueden darse que, al cultivar una bacteria, se produce contaminación por otras como la omnipresente E. coli. Saber exactamente a qué cepa pertenece cada lote de probióticos y vigilar la presencia de efectos adversos ayuda a controlar mejor estos posibles riesgos.
Boom de los probióticos
En los primeros años del siglo XX, Elie Metchnikoff, microbiólogo francorruso, se hizo famoso por, entre otras cosas, sostener que las bacterias que intervienen en la fermentación del yogur contribuyen a la longevidad de los campesinos búlgaros. Ese principio del siglo fue una pequeña edad dorada de los probióticos hasta que llegó la penicilina, explica Teresa Requena, investigadora del Grupo de Biología Funcional de Bacterias Lácticas del Instituto de Ciencias de la Alimentación, perteneciente al CSIC.
"Cuando se empezó a producir el yogur en España, se vendía en farmacias", apunta. "Con la aparicíon de los antibióticos, la bacterioterapia se paró", señala, pero los problemas de resistencias y el avance en el conocimiento de los organismos "ha relanzado los probióticos desde los años 90".
Requena llama la atención sobre los posibles efectos en la población vulnerable, como los recién nacidos. "En prematuros de muy bajo peso hay un riesgo alto de desarrollar enterocolitis necrotizante, que es una enfermedad con mucha mortalidad". La paradoja es que algunos probióticos, administrados antes del año de vida en niños que apenas llegan al kilo, "aseguran un 50% de probabilidad de no desarrollar la enfermedad, es decir, que son capaces de salvar vidas en una población muy vulnerable".
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También hay cepas "que son inmunomoduladoras, puedes evitar respuestas inmunes excesivas". El peligro es que, si se suministran a personas con sistemas inmunes comprometidos, "les bajas más las defensas; pero a una persona que reacciona excesivamente le viene muy bien".
La investigadora señala que hay mucho conocimiento sobre probióticos pero la carrera comercial va más rápido, y esa diferencia "deja un poco indefenso al consumidor". A las bacterias clásicas como bífidus y lactobacilos se les está añadiendo otras no tan bien caracterizadas o incluso que no son QPS, como Akkermansia, con efectos en el metabolismo y promocionada como ayudar para adelgazar. "La tenemos en el intestino pero no estamos acostumbrados a cantidades mayores, por lo que su seguridad no está clara".
Por otro lado, "hay algunas especies, como los enterococos, con cepas que funcionan muy bien pero la especie en sí no es del todo segura. Ahí hay un conflicto y Europa pide que demuestres, en la caracterización de ese microorganismo, que no es virulento y que no puede transmitir resistencias a antibióticos".
Con todo, Francisco Guarner recuerda que los casos de problemas con los probióticos descritos en la literatura médica no llegan al medio centenar. "Como a veces se dan en personas embarazadas, niños prematuos y personas mayores o inmunocomprometidas, estos riesgos existen".
De ahí la iniciativa de la ISAPP, que busca "lanzar una advertencia" en un campo no tan vigilado como el de los medicamentos pero con efectos en la salud. Por eso, el digestólogo se une al llamamiento y pide más controles. "Que se conozca muy bien la bacteria, a nivel genético, y que se controle mejor el proceso de fabricación". Tan sencillo y a la vez tan complejo.