En el país más feliz del mundo no se puede fumar. El reino de Bután prohibió la venta de tabaco en 2006, así que la afirmación no es del todo ajustada. Pero quien consume tabaco en el pequeño país asiático lo tiene que traer de fuera y éste se ha convertido en un bien de lujo, al alcance de pocos, no sólo por lo que cuesta comprarlo fuera sino por las cuantiosas multas que acarrea fumar en cualquier sitio distinto al domicilio.
Ni siquiera las propias tabaqueras ponen hoy en duda el clásico mensaje "El tabaco perjudica seriamente a la salud". También se ha generalizado la prohibición de su consumo en la mayoría de lugares públicos y la publicidad se enfrenta a grandes restricciones. Pero, salvo Bután, ninguna nación ha prohibido como tal este producto.
Al igual que se hace con las llamadas drogas recreativas, ¿por qué ningún gobierno aboga por el veto al consumo de la sustancia que dicen más contribuye a la aparición de enfermedades prevenibles? Con motivo de la celebración del Día Mundial sin Tabaco, EL ESPAÑOL ha hablado con varios expertos para hacerles precisamente esta pregunta. Sus respuestas, con matices, no dejan lugar a dudas: esta medida no contribuiría a reducir el tabaquismo.
El deseo de las tabaqueras
En el artículo del Boletín de la Organización Mundial de la Salud titulado Tácticas de la industria tabaquera contra las políticas de salud pública, los autores hablan de la retórica de la prohibición. Se trata, recuerda el experto en tabaquismo y médico de familia Rodrigo Córdoba, de una estrategia de los gabinetes de comunicación de las compañías, que difunden ellas mismas la idea de la prohibición "como un órdago" para que, al no poder llevarse a la práctica, "no se haga nada".
Para Córdoba, las personas que sugieren esta idea con buena voluntad, como hizo en 2006 el expresidente de Extremadura Juan Carlos Rodríguez Ibarra, "inconscientemente están proponiendo una solución inviable para que todo siga igual".
Este médico, miembro del Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo (CNPT), cree que la ley seca que imperó en EEUU entre 1920 y 1933 es un claro ejemplo de que la prohibición de una sustancia dañina no sirve para reducir su consumo y consecuencias. Para él, las medidas de restricción que poco a poco entran en vigor están haciendo que baje el consumo en un punto al año, de tal manera que "en la Europa de los 15" se puede prever que éste sea "residual" para 2040.
La medida estrella que fomenta la OMS en este Día Mundial sin Tabaco es el etiquetado neutro, una propuesta que se inició en Australia en 2012 y que acaban de adoptar también Reino Unido y Francia. Los primeros datos parecen indicar que influye eficazmente en la reducción del consumo de nicotina.
Motivos económicos y de eficacia
"La prohibición no sólo sería contraproducente, sino que sería más difícil asumir el gasto sanitario que acarrea el consumo de tabaco", explica por su parte Aurelio Arnedillo, presidente de Neumosur. El neumólogo hace referencia a que el Estado dejaría de ingresar los impuestos indirectos que provienen de las ventas de este producto.
Este experto también apuesta por la información para ir concienciando a la gente de que fumar no es una buena idea, aunque reconoce que sigue habiendo un problema "sobre todo en la franja de mujeres jóvenes".
Una supuesta prohibición también tendría impacto psicológico sobre la población. En este sentido, el vicepresidente de la Asociación Española de Psiquiatría Privada, José Antonio López, también se muestra en contra de esta idea. "La prohibición consigue justo lo contrario de lo que se pretende, un aumento del comercio en el mercado negro y que no disminuya su consumo", explica.
Pero además, señala, el anuncio de una medida así provocaría "miedo y angustia" en la población fumadora y la llamada "ansiedad anticipatoria", que haría a los fumadores sufrir incluso antes de tener que hacerlo. Por otra parte, este experto habla de "el canto de lo prohibido" y, como el resto de los especialistas consultados por este diario, aboga por la información para intentar acabar con el tabaquismo.
Por su parte, el presidente de la Fundación Española del Corazón, Carlos Macaya, aclara que las sociedades científicas "no son las entidades adecuadas para abogar por la prohibición de nada", una prerrogativa del Estado o las comunidades autónomas. Aún así, no cree que sería una buena idea, por lo dedicado de prohibir algo así. "¿Dónde empiezan nuestros deberes y nuestros derechos como individuos y como sociedad?", se pregunta.