Cuando la pseudociencia mata a sus gurús
A principios de mes fallecía el escéptico anticáncer Bill Henderson por un tumor maligno. No es el único caso.
20 julio, 2016 01:05Noticias relacionadas
Como todo buen movimiento, la pseudociencia también tiene sus líderes. Sus seguidores los citan como si hablaran de dioses, compran y recomiendan sus libros por doquier y les defienden, furibundos, ante cualquier ataque. Sin embargo, ¿qué ocurre cuándo uno de estos gurús de la pseudociencia muere, precisamente, por seguir las directrices que él predica?
A principios de mes fallecía a los 84 años con un linfoma no Hodgkin -un tipo de cáncer hematológico- en EEUU Bill Henderson, al que muchos denominan como "entrenador del cáncer". No era médico ni nada parecido, pero hace más de 20 años se atribuyó la capacidad de curar los tumores malignos. Es más, decidió que las muertes por cáncer no se debían a la proliferación descontrolada de las células, sino a los tratamientos que la medicina tradicional empleaba contra ellos.
Como buen gurú, aderezaba sus ideas con una melodramática historia personal. En este caso, la muerte de su mujer, Marjorie, que falleció de cáncer de ovarios tras recibir múltiples ciclos de quimioterapia, lo que hizo al excoronel del ejército estadounidense concluir que los fármacos -y no la enfermedad- habían acabado con ella.
Henderson clamaba conocer las razones detrás del cáncer -algo que la ciencia lleva siglos investigando y para lo que aún no hay una respuesta clara-, que eran variadas e incluían la práctica de endodoncias y otros problemas dentales, los traumas emocionales y la mala alimentación.
Pero, sobre todo, este gurú afirmaba que había "más de 400" curas naturales contra la enfermedad, de cuyo éxito daban fe "miles de personas" de "86 países".
El paladín antiquimioterapia que murió de cáncer
Sin embargo, ninguno de esos centenares de remedios pudo hacer nada frente a su línfoma, que le causó la muerte en apenas seis meses, según ha explicado otro de los gurús anticáncer, Ty Bollinger, que en su página La verdad sobre el cáncer definía a su colega como "entrenador del cáncer, patriota y autor de bestsellers".
Lejos de desanimar a sus seguidores, encarnados en la figura de Bollinger, la muerte de Henderson les anima a seguir con su lucha. La explicación, sencilla: según ellos, el gurú no murió de cáncer. "Durante los últimos seis meses, Bill ha estado utilizando múltiples protocolos de terapias naturales, con resultados visibles y una mejora certificada en el laboratorio, ganando poco a poco la batalla contra el tumor maligno", escribe su fan, que añade: "De todas formas, el linfoma que padecía Bill requería de transfusiones de sangre frecuentes, especialmente de plaquetas. El problema es que Bill también tenía tromboflebitis, lo que provocaba que se le formaran coágulos de sangre en las piernas".
Así, lo que mató a este paladín de la pseudociencia oncológica fue, según su médico, una combinación de un ataque cardiaco, un infarto cerebral y un embolismo pulmonar, todo ello provocado por una transfusión. El hecho de que este procedimiento fuera necesario precisamente porque sufría un cáncer no parecer relacionar ambas circunstancias para sus seguidores.
La negacionista del VIH que murió de sida
En la misma línea se movieron los seguidores de Christine Maggiore, una negacionista del VIH -la corriente que desmiente que el virus de inmunodeficiencia humana cause el sida y, por ende, que los antirretrovirales puedan controlar la infección y evitar la enfermedad-. Su muerte en 2008, acaecida por lo que se conoce como "enfermedades definitorias del sida" como la neumonía, el herpes y la candidiasis, tampoco debilitó al movimiento, que no sólo se empeñó en negar que el sida la había provocado -al fin y al cabo eran otras las causas que figuraban en el certificado de defunción- sino que la puso como ejemplo del poder de la mafia proVIH, que aprovechaba cualquier oportunidad para reforzar su teoría.
Pero el caso de Maggiore no sólo afectó a esta activista y sus seguidores; entre sus postulados, esta empresaria afirmaba que no había que hacerse la prueba del VIH y, por ende, y a pesar de que a ella le habían detectado el virus en un control rutinario, no se la hizo a sus dos hijos, a los que amamantó a pesar de que está demostrado que la leche materna es fuente de transmisión del virus. Todo muy lógico cuando se considera que el VIH no existe.
Su hija pequeña, Eliza Jane, murió a los tres años por una neumonía por Pneumocystis jirovecii, típica en pacientes de sida. Ella rechazó la causa de la muerte y pidió una segunda autopsia a un médico negacionista, que afirmó que había fallecido por una alergia a un medicamento. Maggiore mandó una carta al diario LA Times, que éste rechazó publicar porque su libro de estilo impedía "publicar cartas que nieguen hechos demostrados".
Este caso generó tanto ruido mediático -con revistas y periódicos haciéndose eco de la versión de Maggiore- que llegó incluso a la Conferencia Internacional de Sida de 2006, en la que se presentó la conferencia La ciencia detrás del VIH y el periodismo responsable. De poco sirvió. El negacionismo del VIH está hoy igual de vivo que siempre. Ni el Nobel en 2008 a los descubridores del virus mitigó esta corriente. De hecho, uno de los galardonados -Luc Montagnier- ha abrazado otra pseudociencia, mucho más extendida aunque menos peligrosa, como la homeopatía.
La defensora de los partos en casa que murió dando a luz en casa
Si bien Maggiore y Henderson son dos casos claros de gurús de la pseudociencia que han muerto víctimas de sus propias creencias, en otros fallecimientos la interpretación está más sujeta a controversias. Es el caso de Caroline Lovell, una mujer australiana que falleció en 2012 tras dar a luz a su Zahra en casa.
Lovell era una gran defensora de los partos a domicilio, pero -al contrario que otros líderes de la pseudociencia- creía que estos debían estar atendidos por profesionales sanitarios muy preparados. Por ello, se pasó años exigiendo al Gobierno australiano que el parto en casa -siempre atendido por profesionales- fuera una libre elección para las madres, algo que sucede por ejemplo en países como Holanda.
La ciencia no condena con claridad los partos en casa, excepto para mujeres en riesgo de complicaciones. Un estudio publicado en 2015 en The New England Journal of Medicine concluyó que el riesgo de muerte perinatal era mayor en los partos a domicilio, pero seguía siendo muy bajo tanto allí como en el hospital, pero una revisión de una de las entidades independientes más pretigiosas, la biblioteca Cochrane, afirmó que no había pruebas que demostraran la superioridad de parir de forma asistida en uno u otro entorno.
Aún así, los hechos que rodean a la muerte de Lovell no dejan lugar a duda: la activista murió por una hemorragia, una eventualidad perfectamente controlable en un hospital.
La vegana que murió subiendo el Everest
Tampoco puede calificarse exactamente de gurú de la pseudociencia a la difunta Maria Strydom, pero su caso sí resalta lo importante que es asesorarse científicamente antes de optar por un estilo de vida determinado.
Esta australiana de 34 años se declaró harta de escuchar que, como vegana, no podía someterse a los mismos desafíos físicos que otras personas que tomaran proteínas de origen animal. Por ello, organizó una expedición al monte Everest, donde perdió la vida junto a otras dos personas.
No hay evidencia científica de que su muerte esté directamente relacionada con su condición de vegana, ya que un sherpa murió en la misma expedición y muchas otras personas han fallecido sin que se supiera la dieta que seguían.
Pero la ciencia sí deja claro que una alimentación vegana estricta aporta menos nutrientes de los necesarios para una vida saludable. Éstos pueden subsanarse, eso sí, con complementos vitamínicos y nutricionales, pero nadie garantiza que un vegano que opte por esta dieta se preocupe hasta ese extremo por su salud.
El gurú de las dietas que murió obeso y de un infarto
El que sí cumple con todas las características para ser calificado como gurú es Robert Atkins. El médico estadounidense dio nombre a una de las dietas más polémicas del mundo, que afirma que la mejor forma de perder peso es eliminando los carbohidratos de la dieta.
Atkins, que sí era médico, defendió sus ideas y las practicó en vida, a pesar de las críticas de otros colegas. Como explican en la web de la Escuela de Salud Pública de Harvard, la evidencia en torno a las dietas bajas en carbohidratos no es concluyente.
El problema es que el régimen específico que sugería Atkins niega el efecto perjudicial de las grasas saturadas, siempre que su consumo sea equilibrado con otros tipos de lípidos. Y la ciencia sí ha demostrado que este tipo de grasas aumentan el riesgo cardiovascular.
En cualquier caso, lo sospechoso del caso Atkins es cómo desde su entorno se quiso negar que su muerte podría tener que ver con dolencias cardiológicas. Cuando falleció en 2003 se dijo que había muerto por una caída en el hielo, pero un artículo publicado al año siguiente en The Wall Street Journal demostró que en el informe de su muerte el forense había anotado que el médico sufría de fallo cardiaco e hipertensión.
La viuda de Atkins se quejó al rotativo por hacer públicos estos datos y siguió negando que su marido hubiera fallecido por tener las arterias colapsadas. Su dieta -y el emporio de comidas preparadas bajas en hidratos de carbono y ricas en proteínas- siguen siendo muy seguidas.