El caso más paradigmático es el del sildenafilo, el medicamento que se estaba estudiando para la hipertensión pulmonar cuando se vio que los ratones en los que se experimentaba mostraban un inusitado vigor sexual. Fue el origen de la famosa Viagra y es sólo uno de los muchos ejemplos en que medicamentos diseñados para una enfermedad resultaron ser eficaces en otra.
En ocasiones, este efecto se añade: un fármaco es útil para una patología pero se demuestra que resuelve a la vez otros problemas. Esto es justo lo que acaba de suceder con dos tipos de medicamentos indicados para enfermedades inflamatorias crónicas, como la artritis reumatoide, la psoriasis o la enfermedad de Crohn.
En un metaanálisis publicado en la última edición de la revista Molecular Psychiatry, investigadores de la Universidad de Cambridge han demostrado que los anticuerpos monoclonales anti-citoquinas y los inhibidores de las citoquinas -unos innovadores antiinflamatorios- tienen un inesperado efecto secundario: mejorar los síntomas de la depresión.
Lo haría en un subgrupo particular de pacientes, pero no sería un número reducido a tenor de la enorme incidencia de la enfermedad, el trastorno mental más común. Según explica a EL ESPAÑOL el autor principal del estudio, Golam Khandaker, los hallazgos se podrían aplicar potencialmente a pacientes con depresión que muestren también evidencia de inflamación. "Esto le ocurre a alrededor de un tercio de los afectados y más o menos la misma cifra son resistentes a los tratamientos actuales, aunque podría no ser una coincidencia", subraya el investigador.
Según Khandaker, investigaciones previas ya habían sugerido que la inflamación se asocia a una peor respuesta a los antidepresivos. "Nuestro trabajo indica que la inflamación juega un papel en la causa de la depresión y los pacientes deprimidos podrían por tanto beneficiarse de estos fármacos antiinflamatorios".
Pros y contras
Sin embargo, no todo es tan sencillo como suena. En primer lugar, los autores resaltan que no estamos hablando de antiinflamatorios clásicos como el ibuprofeno, sino de fármacos complejos con más efectos secundarios que estos primeros.
En concreto, fueron cuatro los medicamentos que demostraron de forma estadísticamente significativa: adalimumab, etanercept, infliximab y tocilizumab. Son fármacos inyectables y caros.
Además, hay que tener en cuenta que este estudio se ha hecho con personas deprimidas pero que tenían de base la enfermedad autoinmune que pretendían tratar los fármacos, lo que deja varias cuestiones abiertas. ¿Será igual de eficaz en personas con depresiones no asociadas a la enfermedad? ¿Estará la inflamación tan relacionada con la depresión en estos últimos pacientes como en los participantes en los estudios que conforman el metaanálisis?
Para responder a todo ello, la única solución sería hacer ensayos clínicos para probar estos medicamentos en personas depresivas que no respondan a la medicación actual. Khandaker confirma a este diario que se está llevando a cabo investigación en este sentido, aunque no limitada al subgrupo de pacientes que, a su juicio, seria óptimo: los resistentes al tratamiento convencional que, además, muestren evidencias de inflamación crónica pero a la vez carezcan de otras enfermedades inflamatorias.