Las lluvias y las temperaturas aún suaves del otoño son las condiciones ideales que hacen salir al campo a una legión cada vez más numerosa de aficionados a la micología en busca de una buena cosecha. Las últimas técnicas de biología molecular, que permiten afinar mucho más a la hora de distinguir especies, han elevado a 4.000 el número de tipos de setas que podemos encontrar en España.
El creciente interés por este producto se circunscribe a su aspecto gastronómico y la investigación científica, en general, tampoco ha ido más allá de la taxonomía y del estudio de sus propiedades nutricionales. Dicen los expertos que, tradicionalmente, Europa le ha dado la espalda al estudio de los hongos como fuente de principios activos para la medicina, frente al interés de otros países como Estados Unidos, China y Japón, que llevan décadas investigando y han logrado desarrollar compuestos farmacológicos, entre ellos, algunos antitumorales.
Domingo Blanco Parmo, investigador de la Universidad de Zaragoza, es uno de los pocos especialistas españoles. En su opinión, analizar las propiedades medicinales de las setas en un país con tanta biodiversidad como España supondría "contar con un fondo inagotable de posibilidades en el ámbito farmacológico", afirma en declaraciones a EL ESPAÑOL. Lo dice con conocimiento de causa, puesto que su grupo desarrolló un trabajo de prospección en el que fue seleccionada una muestra de casi 50 especies y más de la mitad de ellas ofreció algún tipo de actividad antimicrobiana.
Este estudio es una rareza por estos lares, al contrario de lo que ocurre en Japón, que ya en 1936 fundó, gracias al impulso del científico Kisako Mori, un instituto de investigación centrado exclusivamente en el estudio de las setas. Probablemente por eso las más vinculadas a la medicina moderna tienen un origen asiático. Entre ellas destaca por cantidad de producción y potencial farmacológico el shiitake (Lentinus edodes), del que se extrae el lentinano, un polisacárido antitumoral que también tiene propiedades contra otras enfermedades, como la artritis. A partir de este compuesto, una compañía farmacéutica japonesa desarrolló un agente que se administra por vía intravenosa contra el cáncer.
Cultivo de setas con propiedades
La fama del shiitake se ha extendido de tal modo que incluso desde hace una década se cultiva en algunas provincias españolas y una empresa de Burgos ha desarrollado una cepa propia a partir de la cual elabora "productos naturales saludables" que, según anuncian, refuerzan el sistema inmunitario. Otras especies asiáticas, como reishi (Ganoderma lucidum) y el maitake (Grifola frondosa) también son ampliamente conocidas y tienen el mismo interés o más como fuente de fármacos. Mientras, la investigación de las propiedades terapéuticas de las setas autóctonas sigue siendo una asignatura pendiente.
"En Asia han sabido pasar de la medicina tradicional a la ciencia moderna, y Estados Unidos se sumó desde la década de los 40, pero en Europa tenemos una cultura micófoba, de rechazo hacia los hongos, que se refleja aún hoy en el desarrollo de la investigación", comenta Domingo Blanco.
A pesar de que en el pasado se documentan casos de la utilización de setas como remedios curativos muy variados, la investigación europea no ha indagado demasiado en la posibilidad de que tuvieran alguna base relacionada con los componentes de las setas. Su utilización, más que en evidencias científicas, se ha basado en la experiencia. Por ejemplo, los cirujanos europeos del siglo XIX utilizaban el polvo de Lycoperdon perlatum, setas conocidas como "pedos de lobo", para la cicatrización de heridas.
Siguiendo pistas
En el caso del shiitake, la medicina científica ha venido a validar un conocimiento que ya aparece en escritos médicos de la dinastía Ming, en China, en el siglo XIV, pero la pista sobre las propiedades que puede tener un hongo en concreto se pueden encontrar por otras vías, como ocurrió en Brasil con un hongo silvestre.
Investigadores estadounidenses se fijaron en los años 60 en la extraordinaria longevidad y la escasez de enfermedades como el cáncer que tenían los habitantes de una colonia japonesa –nada micófobos, al parecer- del estado de São Paulo. Al estudiar el caso correlacionaron esta privilegiada población con el consumo del llamado hongo del sol (Agaricus blazei) y se dispusieron a analizarlo con ayuda de diversos laboratorios internacionales. El resultado fue que en décadas posteriores se ha descubierto que tiene más cantidad de polisacáridos betaglucanos que ningún otro hongo conocido y, por lo tanto, un extraordinario potencial anticancerígeno.
En otras setas también se han documentado otras muchas propiedades relacionadas con la salud: capacidad antioxidante, contra las alergias, contra el colesterol, contra la hipertensión, antiinflamatoria e incluso afrodisiaca. Toda una botica por explorar que en estos días florece en el campo.