El condado de New Haven, en Connecticut, es uno de los lugares con mayores tasas de crimen de Estados Unidos. Cada año hay 53 por cada mil habitantes, lo que quiere decir que, de vivir allí, tendría usted una posibilidad entre 94 de padecer un crimen violento o un asalto a su casa.
Un día aparecieron allí unos voluntarios repartiendo flyers, que más o menos decían: ¿Le gustan los riesgos? ¿Quiere ganar 10 dólares a la hora?
Como ejemplos de riesgo se incluían los comportamientos criminales, los impulsivos, el uso de drogas, la ludopatía o el bullying. En el panfleto había un número de teléfono.
Muchas personas llamaron, pero solamente 62 hombres, de entre 18 y 55 años, fueron reclutados tras pasar el filtro telefónico. Esta semana, PNAS publica un estudio conjunto de Harvard y Yale sobre trastornos psicóticos donde ellos son los protagonistas. Antes de comenzar el experimento, los investigadores preguntaron a cada voluntario si había pasado por la cárcel. El 51% dijo que sí.
La población encarcelada es tremendamente útil para los científicos. Sirve para medir qué tipo de patologías o abusos son más frecuentes en prisión, o para comparar la prevalencia de una enfermedad este colectivo con el resto de la población.
Indicadores de salud mental
Entre los ciudadanos españoles, un 19,5% ha sufrido un trastorno mental a lo largo de su vida, según el estudio más completo realizado al respecto. De aquí, los más comunes son los episodios depresivos mayores, las fobias específicas y el abuso de alcohol. Aunque el estudio es un poco antiguo (2006), las cifras coinciden con estudios posteriores, realizados con muestras menores.
En España, la población de reclusos a 31 de diciembre de 2015 era de 61.611 presos según Instituciones Penitenciarias. ¿Sufren las mismas enfermedades mentales? ¿Cuántas de ellas aparecieron una vez encarcelados?
Este mes, la Revista Española de Sanidad Penitenciaria, una autoridad en el tema, publica la prevalencia de estas enfermedades entre una muestra de 472 presos en Andalucía. Los autores del estudio, psicólogos de la Junta de Andalucía, la Universidad de Sevilla y el Hospital Virgen del Rocío declaran que "la población masculina en prisiones andaluzas muestra una alta prevalencia de problemas de salud mental, similar a la hallada en otras prisiones nacionales e internacionales".
¿Cuáles es esta prevalencia? Para empezar, el 82,6% de los reclusos estudiados declara haber sufrido trastornos mentales en alguna ocasión a lo largo de sus vidas. De estos, el 25,8% afirma haberlos sufrido en el último mes.
Mientras la depresión es el trastorno más recurrente fuera de las cárceles, dentro de ellas la cosa cambia mucho: el abuso de sustancia psicoactivas, no sólo el alcohol, ha afectado en algún momento al 65,9% de los encarcelados.
¿De qué sirve mejorar la salud en las cárceles?
Los niveles de ansiedad, depresión o abuso de sustancias en las cárceles andaluzas son muy similares a los registrados en cárceles de Castilla La Mancha o Madrid, que en otra investigación de este mismo año arrojaban un trastorno mental en el 90,2% de los reclusos y algún tipo de adicción declarada por el 72,3%
Este tipo de estudios son importantes por dos motivos; el primero, la propia salud de los encarcelados y el segundo, su incidencia sobre las tasas de crimen. Como afirman los autores del estudio PRECA, que desde hace diez años estudia la evolución de estas enfermedades en las cárceles, "disponer de datos sobre prevalencia de los trastornos mentales en centros penitenciarios es de crucial importancia para poder mejorar los servicios de salud mental penitenciaria y facilitar la prevención de conductas delictivas relacionadas con la enfermedad mental".
Las tres instalaciones psiquiátricas más grandes de Estados Unidos ahora mismo son las cárceles de Nueva York, Los Angeles y Chicago
La relación entre la enfermedad mental y la delincuencia va más allá de la mera estadística, o eso afirman Arielle Baskin-Sommers, de la Universidad de Yale, y sus compañeros en PNAS. "Los individuos psicópatas, quienes exhiben una indiferencia crónica y flagrante por las leyes, ejemplifican a este tipo de persona", explica. "Comparados con los no-psicópatas, cometen de dos a tres veces más crímenes, violentos y no violentos, y tienen una mayor tasa de reincidencia".
Y sobre todo, existe una razón fundamental para que los investigadores en salud mental se metan en las cárceles: los manicomios ya no existen. Como apunta Josiah Rich, profesor de epidemiología en la Universidad de Brown, "las tres instalaciones psiquiátricas más grandes de Estados Unidos ahora mismo son las cárceles de Nueva York, Los Angeles y Chicago".