Todo empezó con una mamada. Seguro placentera, en duda si inocua.
Mientras que Sergio se iba subiendo la cremallera se le iban bajando los ánimos. Con la libido saciada llegó la pregunta: "¿Me habré infectado de VIH?". Semanas después, el comecome seguía machacón en la cabeza. Sergio consumía los días conjeturando con los posibles síntomas que cuadrasen con el diagnóstico del virus que provoca el sida. Antes de descolgar el teléfono para pedir una prueba con la que aliviar el peso de la incógnita, Sergio habló con amigos seropositivos e insoló su hipocondría con decenas de búsquedas en Internet. Consiente de lo fútil de su estrategia, marcó uno a uno los nueve números de la Fundación Triángulo, una de las organizaciones que realizan gratis los test del virus de la inmunodeficiencia humana. La única forma de aniquilar la incertidumbre que le martiriza.
"Estoy nervioso", confiesa Sergio cuatro días después de pedir la cita. Está en una sala íntima, con las paredes plagadas de carteles que invitan a extremar la precaución frente al VIH. "Lo población homosexual está muy concienciada de los riesgos", confirma Raúl González, vicepresidente de la Fundación Triángulo, la persona que hoy realizará la prueba con la que Sergio saldará su duda.
No es algo nuevo para él, cada año la Fundación Triángulo —una de las principales organizaciones LGTB españolas— realiza unas 1.200 pruebas del VIH, 400 de ellas se hacen en la sede de Sevilla, situada a escasos pasos de la Alameda de Hércules, una de las zonas más alternativas de la ciudad. Hasta allí van quienes dudan si han contraído el virus. Principalmente hombres y, muchos de ellos, homosexuales.
Raúl explica que el colectivo hay es más vulnerable porque las prácticas que hace, como la penetración anal, conllevan más riesgo. También porque "al ser una orientación sexual menos normalizada —sostiene el vicepresidente— a veces las relaciones sexuales se mantienen en espacios menos normalizados, más precarias o más caóticas, está más expuesto al riesgo". De ahí que el número de positivos que se registran en las pruebas que se realizan en esta fundación sea notablemente mayor que las que se llevan a cabo en el sistema sanitario.
"Fue sexo oral, vamos, una felación"
Uno de cada diez test que Raúl realiza da positivo. Y Sergio, sentando en la mesa, con la cara descompuesta, quiere saber cuanto antes de qué lado está. "Esta noche no he dormido", confiesa. Tampoco los días previos fueron mucho mejor. "Una mezcla de ansiedad, estrés… y miedo, sí, miedo", concreta. A sus 40 años reconoce ser un tipo aprensivo que roza la hipocondría. Meses atrás mantuvo relaciones sexuales con otro chico y desde entonces desconfía. "Fue sexo oral, vamos, una felación", le comenta a Raúl antes de iniciar el proceso.
Mientras ambos hablan, Raúl saca de su envoltorio un tubito y un palito de plástico. "Pásatelo por las encías, por las de arriba y las de abajo, y frótate bien por la saliva", le pide en un tono relajado, tratando de tranquilizar a Sergio. Después de cumplimentar el proceso, el técnico pone en contacto los fluidos con el reactivo y esconde el químico para que ni él ni Sergio puedan ver la evolución del test. "Lo hacemos así porque son veinte minutos de angustia que nos ahorramos", detalla. Y ambos empiezan a conversar.
¿Qué tipo de práctica de riesgo has tenido? ¿Has usado preservativo? ¿Fue bajo los efectos del alcohol o de las drogas? ¿Sabes si tu compañero usa inyectables o mantiene relación con trabajadores del sexo? Y un sinfín de cuestiones que van cincelando el motivo de la visita. "Hay dos perfiles de usuarios, quienes han mantenido una práctica de riesgo, fundamentalmente por haber tenido sexo oral desprotegido; o quienes vienen regularmente a chequearse", explica Raúl, que recomienda hacerse la prueba una vez al año. Tanto para homosexuales como heterosexuales.
Detección tardía entre heterosexuales
De hecho, su experiencia dicta que entre el colectivo gay se realizan mayoritariamente diagnósticos tempranos, mientras que entre los heterosexuales se da frecuentemente la detección tardía, un problema añadido al VIH. A juicio del doctor Javier de la Torre, portavoz de Gesida —una organización que se dedica a la promoción y difusión de la investigación y docencia en el ámbito de la infección del VIH—, una diagnosis tardía tiene efectos sobre el éxito del tratamiento. "Reducimos considerablemente las posibilidades de recuperar a las personas que han contraído el virus y con ello baja su calidad de vida", apunta el galeno horas antes de la celebración del Día Mundial contra el SIDA, el 1 de diciembre.
Según De la Torre, en los últimos años se está avanzando mucho en cuanto al tratamiento pero se viviendo un gran fracaso en cuanto a la prevención. "La epidemia no decrece y cada día se diagnostican diez nuevos casos", desvela. "Nos hemos acostumbrado a vivir con el VIH —sentencia—, se le ha perdido el miedo, se ha trivializado y eso se percibe en el gran desconocimiento patente en la sociedad".
Uno de cada cuatro cree que es una enfermedad mortal y, en menor porcentaje (un 15%), hay quienes piensan que ya está curada. "Lo único cierto a día de hoy es que es una enfermedad controlable pero no curable aunque potencialmente mortal", ratifica el galeno. El perfil de los nuevos diagnosticados corresponde a un varón (85%) homosexual (54%) nacido en España (75%) que ha contraído el virus por vía sexual (96,5%).
¿Cómo encajar un positivo?
Pasados unos quince minutos del inicio de la prueba, Sergio se enfrenta al último tramo antes de conocer el diagnóstico. Las pulsaciones van subiendo y Raúl —como a tantos otros que ha tenido enfrente— le plantea el peor de los escenarios posibles. "¿Qué harías si el resultado es positivo en VIH?", le pregunta. "Lo hacemos así para preparar a la persona ante el positivo, para aminorar el shock. Hay quienes se lo pueden tomar muy mal", cuenta. Con esta última pregunta, va indagando si Sergio tendría los suficientes apoyos en su familia y círculo de amistades que lo respalden ante el posible caso de ser seropositivo.
—¿Qué le decís ante un positivo?
—Lo siento, es positivo. Y a partir de ahí, nos ponemos a disposición suya. Lo acompañamos en la prueba de confirmación o nos vamos a tomar un café como apoyo psicológico. Lo que él o ella necesite.
—¿Y cómo reaccionan ante un positivo?
—Hay muchas reacciones. Desde quien te da las gracias y se va, los que se bloquean y no quieren oír más, y quienes saben el resultado antes de hacerse la prueba. Entre la gente que han tenido contacto sexual, si hay algún positivo, se avisan y de ahí que algunos ya vengan predispuestos oír el resultado.
El vicepresidente de la Fundación Triángulo defiende el papel de organizaciones como la suya y reclama más ayudas por parte de la Administración, "que ha reducido el presupuesto para el VIH en un 75 por ciento desde 2011". "De los 11 millones hemos pasado a los dos", argumenta. A su juicio, muchos recurren a estos espacios buscando un lenguaje común. "En el sistema de salud se sienten prejuzgados, aquí tenemos una relación de igual a igual por el simple hecho de tener una misma orientación sexual", apostilla.
El minutero se aproxima a la hora convenida. Y un sudor frío invade a Sergio. "Una mezcla entre incertidumbre, pánico y aceptación", describe el sevillano. "Te llegas a poner en lo peor y tratas de aceptar que eres seropositivo y que debes trabajar a poner soluciones. Y todo aparece simultáneamente de forma atropellada", confiesa Sergio sin conocer el resultado de la prueba. "Piensas que no es posible, pero es posible… ¡Me quiero morir, quiero saberlo ya!".
El corazón de Sergio se acelera, le sudan las manos y contiene la respiración. Y Raúl muestra los resultados. Una raya. "Enhorabuena, es negativo". Y Sergio cae a plomo en el respaldo de la silla. Respira hondo. "Lo pasas tan mal que no quieres volver a pasar por esto, prometo no hacerlo más —confiesa Sergio—. Ahora lo que me pide el cuerpo es una cerveza y darle gracias a la vida".