Aunque no seamos entendidos en el área de la poesía, todos hemos sentido alguna vez esa punzada inexplicable en el corazón al leer un bonito poema. Sin embargo, si nos preguntan qué ha causado esa sensación o, simplemente, de qué trata el poema, en muchos casos nos quedaríamos pensativos, sin saber qué decir.
La realidad es que nuestro cerebro sabe apreciar perfectamente la belleza de las cosas, aunque nosotros no seamos conscientes de ello. La prueba se encuentra en un estudio publicado en Frontiers in Psychology por científicos de la Universidad de Bangor, que sin duda arroja una nueva razón para apoyar que ciencias y letras deben ir siempre de la mano.
La ciencia de apreciar las cosas bellas
Para llegar a estas conclusiones, el equipo, dirigido por el profesor Guillaume Thierry, construyó una serie de frases que podían seguir o violar las normas de una forma tradicional de poesía galesa conocida como cynghanedd.
A continuación, se las recitaron de forma aleatoria a un conjunto de voluntarios, todos ellos hablantes nativos de galés, pero sin ningún tipo de conocimiento sobre esta construcción poética.
Curiosamente, cuando después se les preguntó sobre los versos a los que se habían enfrentado, todos aseguraron haber percibido como más agradables los que seguían la métrica del cynghanedd, a pesar de no tener ni idea sobre ella.
Y algo similar ocurrió cuando se comprobó su respuesta cerebral a través de una técnica conocida como potencial relacionado con evento, pues sólo los poemas acordes a las normas de la literatura iniciaron una respuesta electrofisiológica concreta en sus cerebros, que discernían cuándo se estaba dando un tipo concreto de métrica y acentuación.
Ya lo decía Gustavo Adolfo Bécquer: "Mientras haya en el mundo primavera, mientras haya un misterio para el hombre, mientras haya esperanza y recuerdos o exista una mujer hermosa ¡Habrá poesía!" y mientras haya un cerebro que sepa apreciarla, también.