¿Qué respondería usted si le preguntaran si forma parte del 50% de la población más agradable? ¿Se acordaría de esa vez que dio limosna a alguien que pedía por la calle o cuando ayudó a una viejecita a cruzar la calle o pensaría quizás en cuando tiene que enfrentarse a su pareja a primera hora de la mañana, recién despierto? Según un estudio llevado a cabo por la escuela Goldsmiths de la Universidad de Londres, lo más común es lo primero, ya que la mayoría de la gente se cree que es más simpática de lo que lo es en realidad.
Como muestra, un botón destacado por algunos medios. La cantante Mariah Carey, conocida por ordenar excentricidades no muy acordes con una personalidad agradable -como exigir a un hotel londinense desplegar una alfombra roja para su entrada a las dos de la mañana- dijo en una entrevista: "Intento no ser una gilipollas, lo intento de verdad".
Es un ejemplo claro, visto lo visto, de autopercepción errónea, pero ni mucho menos es un rasgo exclusivo de la diva. Según el trabajo británico, llevado a cabo por la universidad para las aerolíneas Monarch Airlines y no sometido a ningún filtro científico, un 98% de los británicos se consideran en la mitad superior de la población más agradable. Obviamente, las cuentas no salen.
No es la primera vez que se hacen experimentos en este sentido, ya que se considera que tanto la simpatía como su cercana inteligencia emocional (EI, de sus siglas en inglés) son rasgos fácilmente medibles. De hecho, otros trabajos han demostrado que los que más alto puntúan en EI son más proclives a experimentar una respuesta cardiovascular más calmada cuando sumergen sus manos en agua helada.
Otro experimento indica que las personas resultan más atractivas a los extraños si sus fotografías van acompañadas de información sobre su simpatía.
Pero ahora, la nueva investigación -basada en una encuesta a 100 personas- desvela también que las personas que se definen como simpáticas suelen ser más ricas y más felices, pero no necesariamente más agradables.
En la investigación, se les preguntó a los participantes sobre nueve comportamientos amables. La mayoría señalaba sobre todo algunos: la disposición a dar indicaciones a desconocidos, la tendencia a sujetar la puerta para otros o la tendencia a ceder su asiento en el transporte público. Sin embargo, dos tercios de los encuestados dijeron que raramente ayudaba a alguien a llevar bolsas pesadas y sólo uno de cada seis declaró dar dinero a extraños. Sólo una cuarta parte donaba sangre.
El investigador principal del estudio, Jonathan Freeman, explica que las ideas de la gente sobre su propia simpatía no siempre se veían correspondidas por los datos psicométricos. "Observamos un resultado realmente interesante", declaró a The Times.