El corazón de Sebastián Palomo Linares no debía de funcionar bien. Sus arterias coronarias tenían que estar obstruidas, algo que no es infrecuente en las personas de mediana edad; pero tampoco es lo más habitual que esto se resuelva con una cirugía a corazón abierto, que es la que se tuvo que practicar en el torero el pasado viernes y que le ha causado la muerte este lunes.
La razón por la que esto suele suceder, explica a EL ESPAÑOL el cardiólogo del Hospital Clínico Julián Villacastín, es que las arterias coronarias estén obstruidas "casi del todo". Lo habitual, sostiene el especialista, es que se limpien con un procedimiento mucho menos invasivo, una angioplastia con colocación de stent -el que se realizó recientemente al actor José Coronado-, pero en ocasiones las lesiones son muy difíciles de reparar así y "es mejor operar". De hecho, Palomo Linares ya sufrió un infarto en 2011 y se le colocó un stent.
El Servicio de Cardiología del HGUGM explicó que al torero se le había hecho un doble bypass y se le había sustituido la válvula mitral. La primera parte de esta cirugía se puede hacer sin necesidad de parar la circulación de la sangre. En esos casos, señala Villacastin, se abre el torso del paciente y se cogen las arterias mamarias -una o las dos que tenemos-, que se sueltan de su destino, una zona del esternón que puede prescindir de la sangre que le llega, y se colocan como un puente a la arteria coronaria, "pero más allá de la lesión".
Se trata de puentear esta zona dañada y conseguir que la sangre siga circulando con normalidad. Este mismo procedimiento se puede también llevar a cabo con una vena -la safena- que se usa para hacer injertos y engañar a la sangre para que no pase por el atasco.
En ambas opciones el corazón del paciente sigue latiendo pero, en ocasiones, el colapso de las arterias coronarias va acompañado de un lesión en la válvula mitral, que es la que comunica la aurícula izquierda con el ventrículo izquierdo. En esos casos, hay que sustituir esta pieza y, para ello, hay que "parar el corazón, arreglar la válvula y poner el o los bypass". Mientras este importante órgano está parado, la circulación de la sangre se lleva a cabo de forma "extracorpórea": es bombeada al cuerpo a través de un aparato específico.
Comenta Villacastín que la mortalidad esperada en este tipo de cirugía es de entre el 5% y el 8% y que las operaciones como ésta suponen entre el 10% y el 15% de las que se realizan en un centro grande, como su propio hospital y el Gregorio Marañón. "La muerte puede producirse por varias causas: infección, un problema en la intervención, que no se consiga revascularizar como se quería..". "Tiene una mortalidad significativa", reconoce el experto.
Eso sí, antes de entrar en quirófano, los médicos establecen lo que se conoce como un score, una especie de puntuación que fija el riesgo de mortalidad según distintos parámetros, desde la edad a la patología añadida. Se tiene en cuenta también cuántos procedimientos se han de hacer. "Cuantas más cosas se hagan es más peligroso", concluye el experto.