El hombre que dejó de tartamudear tras tratarse su alcoholismo
El baclofeno es un potente relajante muscular que se prescribe también para el síndrome de abstinencia, aunque los estudios sobre su eficacia en este campo son contradictorios.
16 mayo, 2017 17:06Noticias relacionadas
Un hombre irlandés de 61 años acudió a tratarse su alcoholismo al centro especializado The Home Clinic, en Holanda -donde reside-. Allí, contó su caso. Aislado socialmente e incapaz de trabajar, había terminado también varias relaciones sentimentales, que era incapaz de mantener. Declaró beber entre dos y tres litros de vino al día y haber tenido problemas con el alcohol durante los últimos 20 años.
Por esta razón, se había desintoxicado en varias ocasiones, tanto en ingresos en centros especializados como con tratamientos ambulatorios. El máximo periodo que había logrado estar sin beber fueron 30 meses. Además, el paciente presentaba problemas para dormir y un historial de depresión, que combatía con 45 miligramos de mirtazapina desde hacía un año.
Su psiquiatra le había hecho notar que tartamudeaba, algo que él achacó a expresarse en un lenguaje extranjero y que descartó padecer al usar su idioma materno. En noviembre de 2014, el protagonista de esta historia accedió a participar en un ensayo clínico para demostrar la eficacia de un polémico fármaco para el síndrome de abstinencia, el baclofeno.
Se trata de un relajante muscular utilizado habitualmente para mejorar la espasticidad en pacientes de esclerosis múltiple, que también ha demostrado ser eficaz para ataques prolongados de hipo. Sin embargo, su uso para los síndromes de abstinencia es controvertido y por eso se continúa estudiando su eficacia.
El alcohólico deprimido, tartamudo y residente en un país extranjero comenzó recibiendo 10 miligramos de baclofeno tres veces al día, que se iba subiendo si no mostraba efectos secundarios, según el protocolo de la investigación. A las seis semanas estaba tomando la dosis máxima, 120 miligramos al día y así continuó durante las 10 semanas restantes del estudio.
Efecto inesperado
Previo al inicio del tratamiento, el hombre se sometió a un periodo de desintoxicación de 14 días, un tratamiento que incluía el tranquilizante diazepam, inyecciones y comprimidos de tiamina -vitamina B1-, así como un complejo vitamínico de vitamina B y ácido ascórbico.
A la semana de empezar el tratamiento, el paciente sólo había tomado dos vasos de vino en dos ocasiones separadas. Las restantes 15 semanas dejó de beber.
Sin embargo, lo más curioso ocurrió al triplicar la dosis de inicio, cuando los médicos responsables de la investigación notaron que el protagonista de la historia -que han contado en la revista BMJ Case Reports- había dejado también de tartamudear.
Pero no todo podían ser buenas noticias y poco después el paciente pidió rebajar la dosis: sentía somnolencia, los músculos rígidos y tenía la sensación de que las piernas le pesaban más de lo habitual. Esperó a finalizar el estudio y, aunque siguió tomando el fármaco, lo hizo a una dosis mínima, que finalmente dejó.
En cuanto se culminó el abandono del fármaco, el individuo volvió a beber dos litros de vino al día y de nuevo volvió el tartamudeo. Su médico le animó a retomar el medicamento y se estabilizó la dosis en el punto justo en que había empezado a darle problemas. El resultado: abstinencia prolongada -aunque ha bebido en ocasiones puntuales sin notar pérdida de control ni ganas de seguir bebiendo- y cese total de la tartamudez.
Como conclusión, los autores del estudio creen que ahora es el momento de probar la eficacia del medicamento para tartamudos no alcohólicos, porque siempre queda la duda de si fue el cese de la bebida o el propio fármaco el que hizo al individuo dejar de tartamudear.