Aunque todavía queda un tiempo, las vacaciones de verano se empiezan a vislumbrar en el horizonte. Quizás alguien sueñe con, llegada la fecha, ponerse en posición horizontal y mantenerse así hasta que toque volver a fichar, pero un estudio presentado en el Congreso Europeo de Obesidad -que se celebra estos días en Oporto- nos advierte de que no es una buena idea.
El trabajo, llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Liverpool demuestra que tan sólo dos semanas de inactividad en personas sanas y jóvenes pueden reducir su masa muscular y provocar cambios metabólicos que implicarían un aumento del riesgo de desarrollar enfermedades crónicas como diabetes tipo 2 o cardiopatías que potencialmente podrían suponer una muerte prematura.
En general, ya se sabe que la inactividad física no es una buena idea en lo que a tener buena salud se refiere, pero hasta ahora no se había evaluado qué sucedía en la gente que, practicando deporte, dejaba radicalmente de hacerlo.
Quien se quiera consolar puede pensar en los contras del estudio; el principal, que se trata de un experimento con muy pocos participantes, sólo 28 personas físicamente activas y saludables con un peso correcto y una edad media de 25 años.
Todos ellos llevan un brazalete equipado con sensores para medir su actividad física y a todos se les sometió a un extensivo chequeo, incluyendo la medición de su masa muscular y grasa corporal, la función mitocondrial y su estado físico general.
Las revisiones se les hicieron al inicio del estudio y al finalizar el mismo, que consistió en reducir su actividad física en más de un 80%, a alrededor de 1.500 pasos al día. Lo recomendado es caminar al menos 10.000 pasos diarios. Eso se tradujo en pasar de hacer algún tipo de actividad física una media de 161 minutos -incluye andar en la oficina, por ejemplo- a moverse 36 minutos al día.
Tras el periodo de inactividad, se observaron cambios significativos en la composición corporal, incluyendo pérdida de masa muscular y un incremento en la grasa, que tendía a acumularse en la zona central, un factor establecido de riesgo cardiovascular. En general, el estado de forma física cardiorrespiratoria descendió y los participantes ya no podían correr a la misma intensidad que antes del estudio.
La pérdida media de masa muscular fue de 0,36 kilos y específica en las piernas de 0,21 kilos. Aunque también se observó una reducción de la función mitocondrial, ésta no resultó estadísticamente significativa.
Así, la conclusión es clara: por muchas vacaciones que se quieran disfrutar, siempre conviene moverse un poco o, al menos, no dejar de hacerlo radicalmente. La salud actual y futura lo agradecerá.