Al otro lado del charco, en Estados Unidos, un 3,8% de los ciudadanos podrá disfrutar del mayor eclipse solar de los últimos 99 años esta tarde de 19.15 a las 20.49 hora española (13.15 a las 14.49 hora local). Este evento dejará a oscuras a dicha población durante más de dos minutos cuando la luna bloquee al astro rey por completo.
Ahora bien, ¿es cierto que mirar de forma directa y sin protección un eclipse solar puede provocar daños oculares o incluso la ceguera? Según la entrevista realizada por LiveScience al profesor de optometría B. Chou, de la Universidad de Waterloo -Ontario-, existen hasta 100 casos documentados donde se confirma este fenómeno.
No se debe mirar directamente hacia un eclipse solar
Según Chou, la mejor forma de protegerse de los daños oculares si se quiere observar un eclipse solar es usar un buen equipo de protección para la ocasión, ya que actualmente se desconocen todas las lesiones que puede provocar un visionado directo del mismo. Los estudios sobre el tema son escasos, pero existen.
Actualmente, lo que sí se sabe es que mirar de forma directa un eclipse solar no es muy diferente al hecho de mirar directamente al sol un día cualquiera. En ambas ocasiones el ser humano aparta la mirada del sol de forma refleja, pues el cerebro esta diseñado para evitar las cosas excesivamente brillantes.
Sin embargo, sí existe una diferencia durante un eclipse solar: cuando la luna tapa totalmente al sol en un eclipse total, este reflejo queda parcialmente abolido, y por el mismo hecho de tratarse de un evento raro en la vida de una persona, sin querer uno mismo se obliga a no apartar la mirada.
Si esto se produce, la luz del sol se centrará en una zona específica del ojo llamada fóvea -en la zona posterior del ojo, cuya misión es procesar la luz externa-, pero durante el visionado de un eclipse solar habrá tanta luz que las células del ojo sensibles a la misma -los conos- se ven sobrepasadas y no traducen correctamente la señal nerviosa hacia el cerebro.
El daño producido por mirar directamente hacia el sol
Si los conos se ven alterados significativamente por el exceso de luz, pueden dejar de funcionar, llegando incluso a morir en determinados casos. Asimismo, si la observación directa del sol se ha producido mediante el uso de un telescopio u otros dispositivos ópticos, también pueden añadirse daños térmicos: puede llegar a sobrecalentarse el ojo entre 10 y 25ºC, matando a sus células, como ya sugirió un estudio publicado en el British Medical Journal en 1999.
Este fenómeno de daño térmico, según Chou, puede equipararse a lo mismo que sucede cuando un niño usa una lupa para enfocar la luz hacia una hormiga -con la diferencia de que la luz infrarroja no colabora en las lesiones solares, como si se produce en el uso de una lupa-.
Tras sufrir daños oculares por el sol, un individuo puede tener problemas para dilucidar los detalles de una imagen. De hecho, dichos daños pueden empezar a notarse incluso un día después, ya que no existen receptores del dolor que avisen de dichas lesiones según este optometrista. Por suerte, para algunos individuos este efecto lesivo es temporal, aunque otros llegan a sufrir daños permanentes y no hay pruebas en la actualidad que puedan predecir quién caerá en cada uno de estos dos grupos.
En 1976, un estudio realizado en Turquía encontró que hasta el 10% de personas que habían sufrido lesiones de estas características continuaban teniendo problemas para leer grandes textos a distancia a largo plazo.
Así pues, como conclusión, es importante recordar que jamás se debe mirar directamente al sol, ni un día normal ni durante un eclipse solar parcial o total.