Como un día cualquiera en su vida, Anita Clark, una mujer británica de 50 años residente en Manchester, estaba trabajando en su jardín cuando un simple gesto le pudo costar la vista. Sin saber por qué, comenzó a encontrarse mal y decidió meterse en la cama.
Al despertarse no le dio más importancia y fue a trabajar, pero allí le mandaron a casa tras decirle que "su nariz parecía la de Rudolph", según cuenta en una entrevista. Al llegar su marido del trabajo, llamaron al número de emergencias y rápidamente acudió una ambulancia que la llevó al hospital.
Su cara se había inflamado de una forma desproporcionada. Al centro sanitario de su zona, el Hospital Real de Manchester, llegó con el rostro en el doble del tamaño normal y dejó atónitos a los sanitarios, que no sabían que ocurría. Su cara se había hinchado en la zona ubicada entre la boca y la frente, con la nariz y los pómulos recubiertos por una reacción de color rojo y sin apenas poder abrir los ojos por la inflamación. "Estaba aterrorizada. Pensaba que no volvería a ser normal. Creía que iba a tener piel de cocodrilo, porque mis mejillas tenían un tacto crujiente", afirmó Clark.
Después de algunas pruebas, los médicos comenzaron a administrarle antibióticos para tratar la celulitis infecciosa. Esta patología, que se produce cuando dos bacterias, estreptococos y estafilococos, penetran en la piel, puede ser muy peligrosa. En concreto, en el caso de Anita Clark, al situarse en la zona facial podría afectar a la vista, dejándola ciega en el peor de los casos.
En el caso de Clark, los médicos concluyeron que los microorganismos se habían introducido en su organismo al rascarse la nariz y hacerse un pequeño arañazo en el interior de una de sus fosas nasales. Un gesto de lo más común que podía haber terminado con su vida como hasta ahora la conocía.
"Me realizaron pruebas de rayos X y un escáner ocular, para asegurarse de que la celulitis infecciosa no iba a ser tan fatal como para dejarme ciega. Afortunadamente, la infección no había alcanzado mis ojos, así que agradezco la fortuna que tuve", comentaba aliviada la paciente.
Anita tuvo que estar más de una semana ingresada en el hospital hasta que los médicos consiguieron hacer que la infección desapareciese. "Estuve durante nueve días tomando antibióticos en el hospital hasta que expulsé el líquido de mi cara", afirmaba Clark.
Afortunadamente, tras un tiempo tratándose, los facultativos pudieron revertir la situación y hoy en día apenas le han quedado secuelas. "Solamente tengo que estar pendiente de cuidar mi piel cuando estoy al sol y llevar protección solar de factor 50", sentenció la paciente.