Los homosexuales fueron uno de los muchos colectivos perseguidos por el régimen nazi. Unos 50.000 sufrieron condenas, hasta 15.000 fueron internados en los campos de concentración con el distintivo del triángulo rosa, y se calcula que el 60% de ellos murieron tras las alambradas; todos ellos hombres.
Sin embargo, la situación de las lesbianas durante la dictadura de Hitler es una cuestión más oscura que ha merecido la atención de Samuel Clowes Huneke, investigador de la Universidad de Stanford (EEUU). Gracias a nuevos documentos desenterrados de los archivos, Huneke ha podido llegar a una curiosa conclusión: los nazis toleraban más a las lesbianas que a los gays, pero bajo esta aparente tolerancia se escondía en realidad una estrategia maquiavélica de represión y marginación.
Emancipación homosexual
Aunque hoy solemos asociar el inicio de los movimientos de las minorías sexuales con los Estados Unidos en la década de los 60, lo cierto es que su origen se sitúa en otra época y otro país: a finales del siglo XIX, en Alemania nació lo que entonces se llamó la "emancipación homosexual".
Según John Broich, profesor de la Universidad Case Western Reserve en EEUU, en los años 20 la escena homosexual florecía en varias ciudades europeas, pero Berlín era la referencia, con casi un centenar de bares y cafés de ambiente gay o lésbico. La República de Weimar, la democracia alemana nacida tras la Primera Guerra Mundial, era un modelo de tolerancia y de políticas sociales progresistas, incluso a pesar de que una ley vigente desde 1871 criminalizaba la homosexualidad masculina.
Pero lo peor estaba por llegar. Con el ascenso del Partido Nazi al poder en 1933, las perspectivas para la población gay masculina cambiaron de signo. El inicio de la radicalización homofóbica de la dictadura coincidió con la purga de las Sturmabteilung (SA), los llamados camisas pardas, una rama paramilitar del partido que había crecido de forma descomunal. Inicialmente Hitler había tolerado la abierta homosexualidad de algunos líderes de esta organización, entre ellos su máximo dirigente, Ernst Röhm; pero cuando el dictador vio su posición amenazada por el poder que habían adquirido las SA, decidió cortar por lo sano. El producto de esta decisión fue la Noche de los Cuchillos Largos, una operación que en julio de 1934 se saldó con los asesinatos de muchos integrantes de la cúpula de las SA.
Fue entonces cuando se enardeció la persecución contra la homosexualidad. El régimen endureció la legislación vigente desde 1871, y la homofobia empezó a teñir los discursos de los líderes nazis. Pero todo ello, la ley, las diatribas y los procesamientos, afectaba únicamente a los hombres gays. Las mujeres lesbianas no lucían el triángulo rosa, y de hecho las referencias históricas sobre cómo el nazismo trataba la homosexualidad femenina son mucho menos abundantes.
Lesbiana y judía
En 2015, rebuscando en el archivo estatal de Berlín, Huneke descubrió una serie de documentos relativos a cuatro casos investigados por la policía criminal alemana a principios de los años 40, y que afectaban a ocho mujeres que habían sido denunciadas por lesbianismo por sus maridos, sus jefes o incluso por sus propias madres.
De este puñado de casos, Huneke destaca especialmente el de Margot Holzmann, una mujer judía que mantenía una larga relación con una antigua compañera de trabajo. Según escribe Huneke en su estudio, publicado en la revista Journal of Contemporary History, Holzmann "tenía talento para la supervivencia". Tras verse obligada a llevar la estrella de David, aquella mujer ideó un plan para evitar su internamiento en un campo de concentración. Durante una fiesta en septiembre de 1941 conoció a Chi Lang Liu, un camarero chino emigrado a Berlín. "Margot sabía que el matrimonio con este hombre le daría la ciudadanía china, protegiéndola contra las leyes genocidas nacionalsocialistas", señala el historiador.
Y en efecto, así fue. Según Huneke, fue muy probablemente el propio Chi quien denunció a su mujer, que desde la misma noche de bodas se ausentaba para dormir con su pareja. Pero a pesar de todo, lo insólito del caso es que Margot nunca fue procesada. "Es francamente extraño que la policía criminal insistiera en múltiples documentos en la protección que la ciudadanía china confería a una lesbiana judía alemana", subraya Huneke. Al igual que Holzmann, ninguna de las mujeres denunciadas en los casos analizados por el historiador fue condenada.
Tolerancia, pero maliciosa
"La aparente falta de interés del régimen por la homosexualidad femenina es llamativa", observa Huneke. Para el historiador, el hecho de que en estos casos la policía de una dictadura tan brutal se ciñera escrupulosamente al texto de la ley, que no criminalizaba el lesbianismo, "sugiere un nivel de tolerancia". Los datos estudiados por el autor muestran que incluso las denuncias se producían sólo varios años después de que algunas de aquellas mujeres mantuvieran relaciones lésbicas abiertamente, sin esconder su condición.
Para Huneke, la diferencia en el trato hacia los gays y las lesbianas estriba en la diferente consideración de hombres y mujeres en la sociedad del nazismo. Ellas tenían prácticamente vedado el acceso a la política y al poder, por lo que el régimen no las contemplaba como una amenaza a su estabilidad. Otros expertos han argumentado que, para la malsana obsesión del nacionalsocialismo con aumentar la natalidad de su "raza superior", los gays eran un estorbo, mientras que toda mujer era susceptible de gestar un bebé ario, sin exceptuar a las lesbianas.
Por todo ello, Huneke concluye que sería un error pensar que las mujeres, incluyendo a las lesbianas, fueron más afortunadas durante aquellos años oscuros. En el fondo, la aparente tolerancia era una muestra más de la marginación femenina en la sociedad nazi. Por chocante que resulte y por beneficioso que fuera para ellas, aquella manga ancha con las lesbianas era una manera más de dejar de lado a las mujeres en la Alemania hitleriana. Pero según Huneke, era algo más: el historiador defiende que los regímenes totalitarios suelen amplificar la represión ejerciendo una tolerancia limitada hacia ciertos grupos que se desaprueban, pero que no se consideran políticamente peligrosos. "Es la estrategia del divide y vencerás", concluye.