Se llama NozNoz y se puede adquirir ya en la web de la empresa fabricante, previo pago de 75 dólares. Promete ayudarte "a manejar tu peso" y ofrece la posibilidad de que, con él, reduzcas el consumo de azúcar, edulcorantes, refrescos no light y comida basura. Su reclamo publicitario es simple :"Oler menos, comer menos" y su planteamiento, como mínimo, curioso.
La empresa fabricante de NozNoz, Beck Medical, se pone la venda antes de la herida y advierte también en la página que "no existe un método mágico para acabar con los kilos de más" y que su producto "puede funcionar en algunas personas, pero no en todas". Eso sí, reitera, se trata de algo "libre de fármacos" y que funciona mecánicamente.
Esta es, probablemente, la única frase del todo real -aunque se cuidan mucho de utilizar condicionales en todos sus reclamos- de todo el material promocional del producto, un curiosísimo dispositivo intranasal -unas tiras de silicona que se colocan en el interior de las fosas de la nariz- y que eliminan la capacidad olfativa de los sujetos y pretenden, así, que estos dejen de pasar hambre.
NozNoz ha pasado este viernes su primera prueba de fuego, pero su éxito ha sido relativo. En un estudio presentado en el Congreso Europeo de Obesidad -que se está celebrando en Viena- no ha sido capaz de demostrar su eficacia -al menos, no del todo- en el objetivo que se habían fijado sus autores, investigadores de distintos hospitales israelíes financiados por la empresa fabricante, que no era otro que reducir -a través de la disminución de la capacidad olfativa- las ganas de comer y, con ello, facilitar la pérdida de peso.
Su hipótesis parte de la idea de que el olor de la comida y nuestro sentido del olfato puede tener una influencia significativa en la cantidad de alimentos que ingerimos y también en nuestras preferencias dietéticas. De hecho, se ha estudiado ampliamente el papel del sentido del olfato en la regulación del apetito, la cantidad de comida que se ingiere y el peso, pero los mecanismos involucrados son tan complejos que todavía se sabe poco sobre el asunto.
"Sabemos que la exposición al olor de comida incrementa lo que comemos y que la pérdida de olfato puede conducir a la reducción de dicha cantidad", escriben. Aún hay más: tanto tener sobrepeso como ser obeso puede hacer que se reduzca el sentido del olfato pero, al mismo tiempo, se sabe que las personas con más peso tienen una mayor sensibilidad a los olores de comida y su apetito se estimula más cuando están expuestos a dichos olores, lo que hace que coman raciones más abundantes.
También se sabe que el olfato decrece con la edad y empieza a disminuir alrededor de los 50 años. Dicho todo esto, lo que nunca se había analizado era qué pasaba si se disminuía deliberadamente la capacidad olfativa y si esto influía en la pérdida de peso.
Resultados desiguales
Y eso es lo que se ha hecho por primera vez en este estudio, aunque los resultados han sido desiguales. Aunque, en efecto, se ha fracaso en la demostración de la hipótesis principal, los resultados animan a no tirar la toalla. Lo que se ha visto es que algunas de las 37 personas que se pusieron NozNoz entre 5 y 12 horas al día -frente a unas gotas nasales que se pudieron los 28 individuos que conformaban el grupo control- sí experimentaron los beneficios buscados por sus fabricantes.
En concreto, los participantes menores de 50 años que probaron el dispositivo consiguieron -ante una misma dieta que consistía en reducir en 500 sus calorías diarias- una pérdida de un 40% más de peso que los que no lo probaron.
En este subgrupo, además, se redujo la preferencia por los alimentos más dulces, lo que lleva a los investigadores a pedir más investigaciones centradas específricamente en esta franja poblacional. No todo está perdido para las pinzas invisibles que, eso sí, no afectan en absoluto a la capacidad de respirar. Menos mal.