A sus 31 años, la protagonista de nuestra historia ya conocía de cerca a la muerte. En 2009 había recibido un doble trasplante de pulmón a causa de una fibrosis cística. Puede que por ello se sintiese inspirada por la tierna y vitalista fábula gótica de Tim Burton, Pesadilla antes de Navidad, y decidiera inmortalizar la historia de amor de sus protagonistas con un tatuaje en su pantorrilla izquierda. No era primeriza: ya se había tatuado la derecha años antes de la operación, y en su Glasgow natal, donde el tatuaje es casi un requisito de cultura urbana, no faltan artista que ofrecen sus servicios con higiene y garantías.
La única reacción que experimentó en un primer momento tras tener a Jack y Sally entintados en la piel fue una moderada irritación en la piel, algo completamente normal. Pero al noveno día, la joven empezó a sentir dolor en la pantorrilla y la rodilla sin haber sufrido golpes ni haber realizado ejercicios que lo justificase. Tuvo que recurrir a analgésicos, pero cuando el paracetamol no fue suficiente tuvo que recurrir a opioides como el tramadol.
El dolor se extendió por el muslo hasta la cadera y a los diez meses se la derivó a una clínica de reumatología. La paciente explicó que encontraba algo de alivio haciendo ejercicio, algo que sorprendió a los especialistas, aunque sufría de continuo y tenía problemas para dormir. Los especialistas la sometieron a diversos análisis que no encontraron indicios de infecciones bacterianas o fúngicas, ni tampoco de carencias elementales.
Fue cuando llegó el turno de los cirujanos ortopédicos y se optó por una biopsia del músculo de su muslo cuando se acertó con el diagnóstico: miopatía inflamatoria, la inflamación crónica de los músculos que viene acompañada frecuentemente con dolores musculares y debilidad. En muchos casos su origen permanece dudoso, pero en este caso, descrito en la última edición de la revista BMJ Case Reports, los médicos apuntaban a dos culpables: el tatuaje por un lado, el sistema inmune deprimido de la paciente por el otro.
Y es que la joven llevaba seis años recibiendo una terapia inmunosupresora a largo plazo para prevenir el rechazo de los pulmones que había recibido. Nadie la había prevenido específicamente sobre los riesgos de tatuarse y resultó que el artista escogido no respetaba las normativas sanitarias, según sospechan los especialistas, diluyendo la tinta con agua del grifo. Esto, que en un sujeto con un sistema inmunológico intacto hubiese tenido quizás efectos inocuos, en su organismo inmunodeprimido desencadenó una reacción adversa. Se le prescribió fisioterapia para recuperar la fuerza de los músculos de la pierna afectada.
Tras un duro primer año, el dolor comenzó a remitir. Hoy, tres años después del comienzo de su tormento, la joven está libre de sufrimiento. "Reconocemos que no hay evidencias que prueben definitivamente el efecto causativo, pero el marco temporal de la aparición de los síntomas y la localización física de los mismos tienen una correlación con la aplicación del tatuaje, y no hay otros factores que puedan explicar la patología" - explican los autores del estudio, los doctores William Thomas Wilson, Mannix O’Boyle y William J Leach del departamento de Traumatología y Ortopedia del hospital NHS Greater Glasgow and Clyde.
Centrándose en la regulación de los tatuajes en Reino Unido, los autores señalan que la práctica se ha relacionado en estudios previos con complicaciones que van desde la irritación leve de la piel a infecciones sistémicas. "Pero no hay un colegio profesional que vele por aplicar los estándares y normativas" - indican. Esto, unido al hecho de que tatuarse es una práctica cada vez más popular y extendida, debería llevar a prevenir a las personas con un sistema inmunológico comprometido para que consideren los riesgos asociados a optar por el arte corporal.