A veces, una enfermedad que había caído en el olvido reaparece tras un largo periodo de letargo y sorprende a los sanitarios que se encuentran con ella. Este ha sido el caso de un adolescente de Gales, que, según el caso que ha presentado la Sociedad de Dermatología Pediátrica de Londres en un encuentro reciente, fue diagnosticado hace tres meses con viruela vacuna.
Al parecer el muchacho, que tenía las lesiones en forma de pústulas características de la enfermedad en sus extremidades, había desarrollado la enfermedad después de que un ternero al que estaba alimentando le diera un mordisco. Nadie en Gales, una región con una alta proporción de explotaciones ganaderas, recordaba un caso similar en más de una década.
Afortunadamente, la viruela bovina no es una afección grave, por lo que este nuevo caso en humanos no tiene por qué ser preocupante. Las personas con sistemas inmunológicos sanos tienden a curarse solas. No se han dado casos de contagio de humano a humano, por lo que no debe haber temor a una epidemia.
El último caso debidamente documentado de contagio se dio en 2011, después de que un estudiante de la Universidad de Illinois la contrajera accidentalmente mientras manejaba muestras de laboratorio.La mecanización del proceso de ordeñado ha sido una de las principales causas de la disminución del número de contagios a humanos, ya que muy pocas personas lo siguen haciendo a mano. A día de hoy, los principales vectores de la enfermedad son los roedores silvestres, que pueden contagiar a gatos callejeros y estos a su vez podrían morder a algún humano.
El virus que salvó a miles de personas
Si hay algo por lo que es conocida históricamente la viruela bovina por el papel tan importante que tuvo en la creación de la vacuna del virus de la viruela, una variante mucho más peligrosa que causaba ampollas y fiebres muy altas y, en los casos más graves, la muerte.
Una de las primeras personas en comprobar los efectos de la inmunización fue Lady Mary Montagu. La aristócrata, esposa del embajador británico en Turquía, había viajado con su marido hasta Estambul en 1717 cuando observó que las mujeres de la zona usaban agujas impregnadas con pus extraída de las ampollas de enfermos de viruela para pinchar a sus hijos y a ellas mismas con el fin de prevenir el contagio del virus.
Al comprobar que la inmensa mayoría de ellas nunca enfermaban, Lady Mary, que había visto morir a su hermano a causa de aquella enfermedad, decidió hacerlo con sus hijos y, una vez de vuelta a Inglaterra, se encargó de hacer saber a sus compatriotas las ventajas de lo que los turcos llamaban variolización.
Desde entonces, varios personajes de renombre se animaron a probarlo en su propio organismo, aunque seguía habiendo muchos detractores. En primer lugar porque inocularse fluidos procedentes de enfermos de un virus mortal les parecía una actitud lógicamente arriesgada y, en segundo lugar, porque entre el 1 y el 3% de los que lo hacían contraían la enfermedad y morían.
No fue hasta 1796 cuando se desarrolló la vacuna que tantas vidas salvaría. El encargado de hacerlo fue Edward Jenner, un médico rural que había observado cómo las ordeñadoras que se contagiaban de la viruela bovina nunca llegaban a desarrollar el virus que a tantos humanos estaba matando. Había escuchado hablar sobre la variolización, pero buscaba un método más seguro. De repente lo vio claro.
La viruela bovina no era grave, por lo que en el peor de los casos el paciente sobreviviría. Por eso, decidió extraer pus de las ampollas de una lechera enferma de viruela bovina e inoculársela a un niño de ocho años. Unos días después, el pequeño cayó levemente enfermo, pero se recuperó sin problemas. Una vez curado, Jenner le inoculó el virus de la otra viruela, pero afortunadamente el chico nunca llegó a desarrollarla.
Lógicamente, sus prácticas no fueron las más ortodoxas y, a buen seguro, hoy en día iría acabaría en la cárcel con razón. Sin embargo, gracias a aquellos temerarios experimentos y a las posteriores versiones mejoradas que se llevaron a cabo, se pudo desarrollar una vacuna segura que en 1979 consiguió erradicar totalmente la temida viruela de la naturaleza.
A día de hoy, la viruela y la peste bovina son las únicas enfermedades que se consideran totalmente erradicadas de la faz de la Tierra. Sin embargo, otras solo están aletargadas gracias al efecto de cientos de vacunas que fueron desarrolladas después de que Jenner diera aquel paso. Si la población dejara de vacunarse despertarían, dando lugar a casos mucho más preocupantes que los de este adolescente de Gales. ¿Quién querría ponerse en peligro de esa manera?
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