¿Por qué, cuando la tendencia es a una continuada recesión de la frecuencia sexual en todo el mundo, algunas parejas disfrutan de una fogosa vida sexual inmune al paso del tiempo? Esto es lo que se propusieron dilucidar un grupo de investigadores de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología (NTNU por sus siglas en inglés). Los resultados de sus pesquisas aparecen publicados en la revista Evolutionary Behavioral Sciences y tienen que ver con un fenómeno denominado 'efecto Coolidge'
El origen del término parte de una anécdota atribuida a uno de los presidentes de EEUU, Calvin Coolidge. El mandatario visitaba con su esposa una granja avícola y la primera dama se adelantó. Uno de los operarios le mostró al gallo más preciado y ella inquirió cada cuánto se apareaba. "Decenas de veces al día", respondió el trabajador, a lo que la sra. Coolidge replicó: "Cuénteselo al presidente". El hombre, apurado, refirió la conversación cuando le tocó el turno con el marido. "¿Pero con varias gallinas o siempre con la misma?", preguntó Coolidge. "Con varias", contestó su interlocutor. El presidente de EEUU asintió y pronunció: "Cuénteselo a la primera dama".
En definitiva, el 'efecto Coolidge' define la caída en la motivación y la frecuencia de la cópula cuando los amantes llevan unidos un tiempo prolongado, y el renovado interés y vigor sexual que se experimenta al cambiar de pareja. Los datos de los que partían los psicológos noruegos indicaban que los hombres tienen una tendencia tres veces superior a tomar la iniciativa para el sexo que sus mujeres en el caso de las relaciones a largo plazo. Pero, por el otro lado, las parejas que mostraban tener más sexo parecían ser aquellas en las que la mujer daba el primer paso con mayor frecuencia.
Los límites en una relación heterosexual, por tanto, estarían marcados por la mujer. Partiendo de esa hipótesis, los investigadores identificaron dos variables que tienden a determinar en qué medida la iniciativa femenina es mayor o menor. La primera es la actitud con respecto al sexo sin compromiso. "Puede parecer paradójico cuando lo que estamos investigando a las parejas estables", reconocen los autores. "Pero no estamos hablando de relaciones extraconyugales". Según Leif Edward Ottesen Kennair, profesor del Departamento de Psicología de la NTNU, "esta medida indica hasta qué punto la mujer identifica el sexo con aspectos relacionales y emocionales".
Así, una mujer con una visión favorable al sexo sin compromiso tiende a diferenciar más entre los "aspectos positivos y físicos" del sexo, y entre los factores emocionales ligados a la relación de pareja. Así, según el texto, para un perfil de este tipo es menos probable que "una pelea sobre quién lava los platos o a quién le toca pasar el aspirador" termine decidiendo si la pareja hace el amor esa misma noche. "A menudo, la decisión de practicar sexo o no depende de que una de las partes ceda", explican los autores, y los conflictos derivados de la convivencia no serían obstáculos tan severos con esta mentalidad -la más habitual entre los hombres, por cierto.
Pero hay una segunda variable: "La pasión en la relación es de gran importancia para la frecuencia sexual", explica Trond Viggo Grøntvedt, el primer autor. En efecto, los investigadores preguntaron a 92 parejas entre los 19 y los 30 años sobre distintos parámetros: la felicidad con su relación, el sentimiento de compromiso con su pareja, el grado de intimidad entre ambos, la confianza y el amor. Aunque todos esos rasgos "son positivos en algún aspecto", únicamente uno, la "pasión", resultó ser determinante para predecir la frecuencia sexual de la pareja.
Las parejas estudiadas habían estado juntas una media de dos años, abarcando desde solo un mes a nueve años, y la media de los encuentros sexuales era de dos a tres veces a la semana. "La pasión resultó ser el único de los factores que importaba", insiste Grøntvedt. "No encontramos ninguna relación entre ningún otro de los aspectos de la relación y la cantidad de veces que una pareja hace el amor". Ni siquiera los altos niveles de "confianza" y "amor" entre los jóvenes implicaban que fueran a tener más sexo que otros con mayor desapego.
¿Cómo mantener entonces la pasión? Los psicólogos noruegos no pueden dar una respuesta en este estudio, pero sí pueden decirnos cómo no perderla. Según comprobaron, la frecuencia tendía a descender a medida que la relación se alargaba en el tiempo, en una clara demostración del efecto Coolidge. Y la pasión se debilitaba cuanto más rápido se empezaba a desear tener relaciones sexuales con personas diferentes. "El amor es un mecanismo de compromiso. Hay menos deseo en una relación cuando uno está más interesado en otros", explica Kennair. "Fantasías sexuales fuertes de infidelidad no casan bien con una relación que mantiene la pasión".
Una última conclusión del estudio es que es únicamente la actitud de la mujer la que resulta decisiva a la hora de determinar con qué frecuencia se hace el amor, siempre que hablemos de sociedades que reconocen su libertad sexual, precisan los autores. Así que sí, sr. Presidente, la pelota estaba en su tejado: en prestar más atención y cuidado al dormitorio de la Primera dama, y no a querer ser el gallo de un corral ajeno.