El enfrentamiento entre el Gobierno de España y la Comunidad de Madrid se ha cobrado este martes una víctima clara: los datos. Tanto su comunicación como su análisis.
Si el día ya empezó cojo por la decisión por parte de la consejería de Sanidad madrileña de no publicar las incidencias acumuladas por municipios, distritos y zonas de salud (algo que religiosamente se hace cada martes por la mañana desde hace meses), no continuó mucho mejor tras el embargo al que sometió el Ministerio de Sanidad a la publicación de su PDF diario, que a las nueve de la noche aún no había salido.
Cómo es posible que la comunicación de datos estadísticos dependa de reuniones y decisiones políticas se me escapa por completo, pero tampoco me sorprende. Lo mismo es una casualidad, quién sabe.
Los datos también sufren cuando se les retuerce para que digan lo que no están diciendo.
Ayer, por ejemplo, la Comunidad de Madrid se lanzó con una filtración masiva que, o fue mal transmitida o no se entendió del todo bien, por la cual los ingresos hospitalarios habrían bajado un 66% con respecto a la semana anterior. Eso sería maravilloso, pero desgraciadamente no era verdad. Lo que había bajado era el incremento.
Para no ponernos demasiado técnicos, pongamos un ejemplo claro: si en un hospital hay 10 ingresados y la semana siguiente hay 16, el incremento es del 60%. Si, siete días después, en vez de 16 hay 18, el incremento es del 25%. Si comparamos, una semana hubo un aumento de seis ingresados y la siguiente de dos.
Haciendo cálculos, es un incremento de cuatro personas menos y sobre el total de seis anterior supone un decrecimiento del 66%. No lo entendió así ni siquiera la propia presidenta Isabel Díaz Ayuso que corrió a tuitear el dato equivocado y que más confundía a la población. Lo curioso es que no hacía ninguna falta.
Y no hacía ninguna falta porque los datos en Madrid sí están mostrando una mejoría. No creo que haya nada que celebrar porque insisto en que llegar a una estabilización, incluso a una reducción de determinados parámetros, es solo el inicio de un larguísimo camino y en ningún caso el final.
Este mes en Madrid van a morir aproximadamente 1.000 personas. Obviamente, es intolerable que eso se repita mes tras mes tras mes, así que ya conviene bajar todos los indicadores cuanto antes. Ahora bien, como siempre insisto, el primero que hay que bajar, la primera ficha de dominó que empuja al resto, es la transmisión de los contagios, es decir, los casos detectados.
En ese sentido, Madrid alcanzó su pico el pasado viernes 18 con 6.605 casos detectados en un solo día. Desde entonces, la caída es tremenda.
La semana inmediatamente posterior a ese viernes, es decir, la que va del sábado 19 al viernes 25, ha registrado 19.046 casos, mientras que la que iba del sábado 12 al viernes 18 registraba 27.345. Hablamos de una reducción repentina del 30,35% que probablemente no sea tan grande una vez se consoliden todos los datos, pero no va a estar por debajo del 25%, eso ya casi seguro.
Estos datos estarían bajo lógica sospecha si la positividad se hubiera disparado y en consecuencia hubieran bajado el número de tests realizados por semana. Ahora bien, es al contrario: los casos bajan, la positividad también (20,7% según el último informe del ministerio cuando llegó a rozar el 25%) y suben los PCR realizados (156.750 en la semana a la que nos referimos, récord absoluto de cualquier comunidad autónoma).
La segunda consecuencia de un mal registro de los contagios sería que los ingresos seguirían subiendo a un ritmo parecido y no parece que esté siendo así. Como mínimo, podemos decir que se han estabilizado al ritmo semanal y que la tendencia a corto plazo (viernes, sábado, domingo y lunes) es ligeramente a la baja.
La prevalencia no me parece un buen indicador porque depende demasiado del número de altas… y si esas altas son para irse a casa está muy bien, pero si son exitus, es decir, fallecimientos (177 en cuatro días) pues obviamente no sirve para nada.
Lo que le falta por controlar a Madrid ahora mismo son las UCI. Sigue habiendo demasiados ingresos (40 en las últimas 24 horas) y sabemos que los casos se suelen prolongar durante semanas o incluso meses, lo que hace que sea muy difícil liberar camas.
Este martes tenemos 478 pacientes en estado crítico por 417 de hace solo siete días. Es la cifra más alta desde el 8 de mayo y probablemente siga en ascenso unos días más.
En definitiva, los datos no son buenos porque el horror nunca puede ser positivo… pero sí parecen indicar la esperanza de que podamos empezar a suavizar la pesadilla pronto, volver a contar con algo parecido a una atención primaria, dejar de cancelar cirugías y acabar con los turnos agotadores en las UCI.
Los datos se defienden por sí solos y no hace falta retorcerlos. Al contrario. Cuando eso pasa se suelen volver en tu contra. La claridad suele ser suficiente, y si no lo es en términos políticos es que el político de turno no está a la altura.