Lo difícil en la expectativa es manejarse en términos medios. Vivimos en la sociedad de la inmediatez y es complicado negociar entre la nada y el todo. Sin embargo, en 2021 no nos quedará más remedio.
Será el año clave para entender qué podemos esperar a partir de ahora de nuestra vida laboral y personal, cómo afrontar los negocios, cómo gestionar nuestro ocio, etc. 2021, y esta es la buena noticia, no será tan duro como 2020.
De entrada, bajo ningún concepto morirán unas 80.000 personas por una enfermedad y sus derivaciones. Si hay una buena noticia que las vacunas traerán seguro a corto plazo es la reducción de la mortalidad.
Otra cosa es que de eso se pueda inferir que podamos retomar sin más la vida de antes: seguirá habiendo contagios. Muchos contagios al menos hasta verano y bastantes incluso después.
Habrá riesgos y habrá mucha presión sobre el sistema sanitario. Aquí nadie tiene una bola de cristal que adivine el futuro, pero un poco de sentido común nos ayuda a moderar nuestras expectativas.
Si lo siguiente se cumple, estación por estación, tendremos que decirnos aquello de “pues, mira, ni tan mal” y poner los ojos en el año siguiente. Por supuesto, habrá variaciones.
Entre lo que uno espera y lo que la realidad le trae suele haber una distancia importante. No es que eso lo hayamos aprendido en 2020 porque ya nos habíamos hecho a la idea, pero digamos que 2020 nos lo ha pasado por las narices durante doce meses.
Invierno 2021: tercera ola
Todo es tan distinto que las comparaciones se hacen imposibles. La pandemia estalló en invierno y nos metió a todos en nuestras casas. ¿Fue casualidad? Parece que no, que los coronavirus de todo tipo se encuentran cómodos en el frío y que las nuevas variantes nos hacen pensar en un aumento importante de casos a lo largo de enero y posiblemente febrero.
Como ya he dicho en algún otro artículo, sabemos que el virus no es estacional, en el sentido de que puede ser destructivo en primavera, en verano y en otoño… pero intuimos que es especialmente voraz en invierno con el frío.
No solo es una cuestión meteorológica sino de hábitos: el frío nos hace meternos todos juntos en lugares cerrados y restringe la vida social a interiores. Si ya vemos desmanes en el comportamiento público, que es fácilmente castigable, es de suponer que en el privado estas imprudencias se multiplicarán.
Este invierno, además, aún no tendremos suficiente gente vacunada. Hablar de un “plan de vacunación” es una cosa y ponerlo en marcha es otro. Primero, necesitamos suficientes dosis y da la sensación de que hasta que no estén las de Astra Zeneca -primera baza del gobierno desde el principio- no habrá suficiente suministro para toda la población.
Luego, incluso con las dosis en España y repartidas -que es otra historia, porque se ha hecho de la vacunación una competencia autonómica y eso no suele acabar bien o, si prefieren, acaba bien en unos lados y no tan bien en otros-, hay que habilitar los puntos de vacunación, contratar gente que pueda dedicarse a ello -entendemos que los sanitarios estarán estos meses lidiando con la tercera ola y sus jornadas laborales no dan para más-, citar uno a uno a los millones de personas que quieres vacunar, establecer fechas, prioridades… y un largo etcétera burocrático que de momento parece un poco en pañales.
¿Puede llegarse al 60-70% de vacunación entre la población para verano? Puede. Pero eso son 30 millones de personas con una cita previa, primera dosis, segunda dosis, etc. No es fácil hacerlo en cuestión de meses.
En cualquier caso, parece imposible llegar a un número suficiente en invierno. Enero y febrero serán duros por todo lo mencionado. Se puede evitar imponiendo confinamientos como los del año pasado, pero nadie está dispuesto a eso con una economía agonizante y la luz al final del túnel.
Es probable que tengamos muchos hospitalizados y muchos muertos. Menos que el año pasado, pero en la línea o incluso peor que en otoño. A partir de marzo, sin embargo, todo debería cambiar.
Primavera 2021: calor y vacunas
Para que el virus deje de transmitirse a gran velocidad, necesitamos un 60-70% de la población inmunizada y eso cuesta mucho. Ahora bien, para que deje de matar, necesitas que ese 60-70% se limite a los grupos de riesgo.
Es probable que para marzo-abril, con una buena estructura y si la cosa no se ha complicado mucho a nivel sanitario, podamos estar en esas cifras. En cuanto eso se consiga, tenemos el alivio de saber que los 9.000 muertos por mes que tuvimos en noviembre, por no irnos tan lejos, ya no van a ser tantos porque los más débiles están protegidos.
Ahora bien, en lo que la vacuna se va generalizando en los demás grupos, seguiremos teniendo muchos contagios y seguirá habiendo casos graves que tendrán que ser atendidos en hospitales y en UCIs. La presión hospitalaria se reducirá pero seguirá ahí, interfiriendo en el tratamiento de otras enfermedades si no nos mantenemos firmes en las medidas mínimas de restricción que nos hemos dado durante 2020.
Mayo y junio probablemente sean mejores meses. Hará más calor, las campañas de invierno habrán reducido la transmisión del virus, cada vez habrá más gente inmunizada y es probable que vivamos algo parecido a lo que pasó en 2020 por estas fechas, cuando los casos se desplomaron y todos nos lanzamos a las terrazas.
La primavera será el momento de seguir con el trabajo de vacunación y de ser prudentes en nuestros planes de futuro. Recordemos que el año pasado hubo un claro error de valoración de riesgos a la hora de afrontar el verano. Nosotros pensábamos que estábamos siendo prudentes… pero la realidad nos demostró lo contrario ya desde el mismo mes de julio.
Verano 2021: Vacaciones con mesura
Todo el mundo habla de una explosión de ocio en cuanto desaparezca el virus. Una catarsis, por así decirlo. Es posible que así sea, pero es raro que se dé en verano de 2021. No debería, al menos, ojalá me equivoque.
El año pasado se abrió la movilidad por toda España y acabamos con una segunda ola en dos oleadas: la de julio-agosto-septiembre, que se cebó con Cataluña, Aragón, Madrid y Navarra; y la de octubre-noviembre, que se amplió a toda España dejando fuera únicamente a la capital de España y a Canarias.
Abrimos mucho y muy rápido. Este año, lo mejor que nos puede pasar es que esas vacaciones sean familiares en su mayoría, a destinos del norte, a casas rurales, a hoteles con medidas extremas… sean seguras en destinos nacionales.
Otra cosa será viajar al extranjero. Hablamos de una pandemia y cada país tendrá sus ritmos. Mezclarlos puede ser aún peligroso. Igual que a las primeras de cambio, España se quedó fuera de las listas de lugares seguros para el turismo el año pasado, es posible que este año suceda con otros lugares. Damos por hecho que, para entonces, habrá suficientes vacunas ya funcionando en occidente, pero, ¿las habrá en otros destinos turísticos?
La experiencia con otras vacunas igual de decisivas nos hace ser cauto: cuestan mucho dinero y los laboratorios priorizan a quienes más les pagan. Es su negocio, nada que objetar. Probablemente, determinados destinos estén restringidos y a la vez nosotros seamos un origen indeseado de muchos otros países. Se viene otro año de turismo nacional, probablemente esta vez sin demasiadas consecuencias.
Otoño 2021: la prueba de fuego
Para otoño, todo el mundo debería de estar vacunado. Para otoño, si no hemos hecho mucho el burro -ciudadanos y, sobre todo, autoridades-, el virus debería de estar en cifras bajas de transmisión. Todo se junta para que la siguiente ola, si la hay, sea muchísimo más suave que la de 2020. En España nos ha golpeado duro, pero ha sido de los países de Europa que menos la ha sufrido, por la razón que sea.
Otoño ha sido en Europa y Estados Unidos más duro que el invierno: tanto en casos detectados -obviamente, había más tests disponibles- como, en muchos lugares, en el número de fallecidos.
Otoño no es, pues, una tontería, y nos lleva además hacia el invierno. ¿Se acuerdan de cuando el objetivo era llegar a Navidad con 25 casos por 100.000 habitantes? Se llegó con 250. El otoño puede ser muy puñetero y desde luego es una prueba de fuego: ¿seguirán inmunizados los que se vacunaron en enero o febrero?, ¿hasta qué punto?, ¿habrá nuevas vacunas en el mercado aún más eficaces?, ¿aparecerán antivirales específicos que rebajen la virulencia del coronavirus en los infectados?
En el peor de los casos, ¿el virus mutará, acosado, y se resistirá a dejar de ser una amenaza? No lo sabemos ahora pero lo sabremos por entonces. En otoño de 2021 es cuando deberíamos poder decir aquello de “es como una gripe”: una enfermedad grave, que mata a gente, que hospitaliza a mucha más… pero que mata relativamente poco y para la que existe vacuna. Si sigue matando quince veces más y se sigue transmitiendo al doble de velocidad, estamos apañados. No parece probable, pero confianzas, las justas.