'Atrapados en Lanzarote': así huyeron de España los padres de la vacuna de Pfizer por la Covid
Un nuevo libro revela el lado humano y científico del desarrollo de la vacuna, y cómo sus creadores rozaron el confinamiento en Canarias.
5 febrero, 2022 04:09Noticias relacionadas
Entre enero de 2021 y el mismo mes de 2022, y según datos del Ministerio de Sanidad, España ha administrado más de 60 millones de dosis de Cominarty, la vacuna contra la Covid-19 desarrollada por Pfizer y BioNTech. Fehacientemente, nunca un fármaco ha cambiado tan rápidamente la vida de tantos, y el foco informativo copado por la pandemia nos ha dado a conocer parte del factor humano detrás del hito científico: el mérito de Özlem Türeci y Uğur Şahin, el matrimonio de médicos e investigadores alemanes de origen turco cuyo trabajo ha sido reconocido de forma compartida por los Premios Princesa de Asturias de Investigación.
Ahora, el libro 'LA VACUNA', la carrera por la creación de la vacuna de BioNTech-Pfizer contada por sus creadores [Deusto] recompone la frenética carrera por dar con una solución inédita en medio del desconcierto que provocaba la pandemia, y que arrancó de forma casual en las Navidades de 2020 en el apartamento de Maguncia (Alemania) que comparten con su hija adolescente. La obra, firmada por Joe Miller, corresponsal en Fráncfort del Financial Times, entrelaza como un thriller las dimensiones personales, administrativas y científicas que dan la medida de una hazaña que aún cuesta creer.
Y para entenderla hay que entrar primero en el piso de dos habitaciones y sin televisor, soprendentemente espartano para los fundadores y directivos de BioNTech. Cómo de aquella intimidad familiar pudo surgir la intuición que visualizó la hoja de ruta para resolver un problema que la mayoría no era capaz de ver todavía, y la determinación para sacar adelante métodos jamás probados. Es un hogar, confiesa con cierta resignación la hija de Türeci y Şahin, en la que "solo se habla de ciencia" y los festivos se aprovechan para leer literatura científica, pero con tradiciones familiares inquebrantables: el viernes se cena en un vietnamita, la noche del sábado se ven películas de Marvel, y en invierno tocan vacaciones en Canarias.
La obsesión del matrimonio, desde que se conocieron en la unidad de cáncer hematológico del Hospital Universitario de Homburgo, en el Sarre (Alemania), ha sido la de desarrollar terapias inmunológicas personalizadas que superasen a la quimioterapia y la radioterapia. Esa convicción les ha unido tanto como su origen común, una carrera brillante en la que tuvieron que hacer frente al estigma de ser hijos de familias turcas emigradas a Alemania en los setenta. Recibieron con entusiasmo las investigaciones sobre el ARN mensajero en los noventa: esta biomolécula podría transportar información a las células del sistema inmune y adiestrarlas para dar respuesta a amenazas específicas.
Para enero de 2020, y tras superar el escepticismo inicial, BioNTech había logrado despertar el entusiasmo de la comunidad científica y los inversores. Con el precedente de haber tratado a más de 400 pacientes de cáncer con tecnología ARNm, Bill Gates se había entrevistado personalmente con Şahin para plantearle vacunas contra el VIH y la tuberculosis. Pero el SARS-CoV-2, que por entonces ni siquiera tenía nombre, era harina de otro costal. Leyendo sobre la propagación de la "nueva neumonía" en Wuhan y con sus conocimientos amateur de epidemiología, el inmunológo estaba convencido de que terminaría siendo una pandemia global. Türeci le apoyó de inmediato. El problema es que fue de las pocas.
El resto de directivos fue más difícil de convencer: implicaba comprometer todos los esfuerzos de BioNTech y su futuro económico contra un patógeno del que se desconocía prácticamente todo. A su socio, el gigante farmacéutico Pfizer, tampoco le entusiasmaba la idea: ya habían intentado desarrollar una vacuna para el SARS original, y la pandemia había remitido antes de que diera fruto. Şahin buscó inspiración en sus superhéroes favoritos, y planteó el proyecto Lightspeed ('Velocidad de la luz'). Acelerarían todos los procesos, tanto administrativos como experimentales, para dar con una vacuna válida: "Primero la más rápida, después la mejor". Convencerían incluso al organismo regulador alemán, el más estricto del mundo.
Sin el prestigio y la capacidad de convicción del matrimonio, la vacuna nunca hubiera dado sus primeros pasos: Occidente se resistía a creer en la llegada de la pandemia y únicamente en China encontraban equipos de investigadores y sanitarios con el mismo sentido de urgencia. Era finales de febrero y tocaban las vacaciones comprometidas con su hija en Canarias. ¿Familia o deber? Como hemos comprobado, para Türeci y Şahin son todo y la misma cosa. Los tres partieron para Lanzarote pertrechados con ordenadores, diapositivas traducidas al chino y teleconferencias agendadas de madrugada en horario de Pekín.
Fue entonces cuando los padres de la que sería la vacuna de Pfizer-BioNTech sintieron por primera vez de cerca el zarpazo del coronavirus. Al día siguiente, 25 de febrero,un brote originado por un médico italiano en un hotel de Tenerife ponía a mil huéspedes en cuarentena. Aterrados por la idea de verse atrapados en las islas sin poder continuar su trabajo, la familia emprendió inmediatamente el regreso. Pero como en sus películas favoritas, los aeropuertos canarios cerraron por tormentas de arena mientras veían como su enemigo les cercaba. Una repentina mejora del tiempo les permitió volver a Alemania y retomar el proyecto poco antes de que se dictasen los confinamientos. El resto es historia.