Síndrome de nariz blanca: cómo una epidemia entre murciélagos llevó a morir a 1.000 niños en EEUU
La plaga provocada por un hongo invasor causó una extinción de murciélagos, un mayor uso de pesticidas y un auge de la mortalidad infantil.
17 septiembre, 2024 02:33El síndrome de la nariz blanca, WNS por sus siglas en inglés, llegó a Estados Unidos a comienzos de 2006 escapando a todos los controles. El hongo que lo provoca, Pseudogymnoascus destructans, viajó según creen los investigadores en una mochila o los zapatos de un pasajero europeo. Para los seres humanos, es inofensivo, pero es letal para múltiples especies de murciélagos. Se manifiesta en forma de copos blanquecinos alrededor del morro del animal, lo que da nombre a la enfermedad.
En dos décadas, el síndrome ha causado una extinción masiva de murciélagos en la costa este de EE.UU., extendiéndose hacia el oeste y al norte, hasta Canadá. La pérdida de millones de ejemplares ha sido un desastre ecológico, pero un nuevo estudio publicado en la revista Science ha identificado que, como en una cadena de dominós que caen, también ha supuesto un problema económico y, por extensión, una tragedia humana. Al perder los murciélagos, los agricultores han aumentado el uso de pesticidas. Y estos se relacionan con más de 1.000 muertes de niños.
Según explica el investigador Eyal G. Frank, de la Escuela Harris de Política Pública adscrita a la Universidad de Chicago, los murciélagos han cargado con el sambenito de ser vectores de enfermedades zoonóticas, muy especialmente tras la pandemia de Covid-19. Sin embargo, también son insecticidas naturales: estos pequeños cazadores nocturnos consumen más del 40% de su propio peso en presas de un día para otro, conteniendo plagas que de otra manera dañarían los cultivos. "Añaden un valor social", sostiene, "y este estudio demuestra que su desaparición daña a los humanos".
Se trata del concepto de 'servicio ambiental' que acuñaron los biólogos Gerardo Ceballos y Rodolfo Dirzo, y que se refiere a los beneficios sociales y económicos reportados implícitamente por el ecosistema. "Mi estudio revela que los granjeros compensan la pérdida del exterminador de plagas natural, el murciélago, incrementando el uso de pesticidas. Esto tiene efectos negativos sobre la salud humana", explica Frank a EL ESPAÑOL.
En este estudio, se comparó el aumento del uso de plaguicidas industriales en los estados en los que se declaró la emergencia por WNS -el primer caso fue detectado en Albany, Nueva York, en febrero de 2006- en comparación con los demás. A medida que la epidemia se extendía e iba provocando la muerte de las poblaciones de murciélagos, el uso de productos químicos aumentó un 31%. El investigador observó a continuación la incidencia de la mortalidad infantil por causas internas, ya que se trata de un marcador epidemiológico indicativo de la contaminación ambiental.
De este modo, el incremento del 31% en el uso de sustancias químicas se relacionó con un 8% más de mortalidad infantil. En números absolutos, se corresponde con 1.334 muertes de niños desde que comenzó la plaga medioambiental, un incremento del 0,25 en la tasa por cada 1% adicional de pesticidas. Frank aclara que esto ocurrió incluso cuando se usaban los productos dentro de los límites legales. "Aunque se respete la regulación, hay un riesgo sanitario considerable asociado", valora. "Los niveles de seguridad se regulan para cada pesticida por separado, pero cuando se mezclan al usarse, su toxicidad puede cambiar".
Otro aspecto revelado por el estudio es que los murciélagos son mejores plaguicidas que su contrapartida química, ya que la calidad de la cosecha empeoró. Esto se tradujo en una pérdida de rentabilidad para los agricultores de un 29%, a lo que tuvieron que sumar los costes adicionales de comprar pesticidas. Así, las comunidades afectadas por la epidemia de WNS han perdido casi 27.000 millones de dólares entre 2006 y 2017. A ello se suman 12.400 millones adicionales en pérdidas asociadas al impacto de la mortalidad infantil.
"Cuando los murciélagos ya no están ahí para hacer su trabajo de control de plagas, los costes para la sociedad son muy altos", valora Frank. Sin embargo, el coste de la conservación es "mucho menor". En concreto, cita los "amplios esfuerzos" para evitar que las especies invasoras se introduzcan en los ecosistemas ya sea de modo deliberado o accidental. "El problema con los hongos, como el que provoca el WNS, es que son muy difíciles de detectar", concluye. "No creo que una regulación más estricta hubiera logrado frenar su llegada a Estados Unidos".