Si te planteas regalarte un ordenador las próximas Navidades, has de saber que vendrá con Windows 10 instalado y no tendrás posibilidad de cambiar a una versión anterior. Es la consecuencia de la última decisión de Microsoft: siguiendo su hoja de ruta, entierra definitivamente las versiones 7 y 8 del sistema operativo. Los de Redmond confirman el “fin de las ventas” de las actualizaciones más amada y odiada, respectivamente, por los usuarios.
Según el gigante tecnológico, la medida se traduce en que los fabricantes, como HP, Dell o Toshiba, no recibirán más estas versiones del software. Como resultado, la única manera de adquirir un equipo con los viejos productos será acudir a las tiendas antes de que se acaben las existencias de los fabricados anteriormente.
Microsoft termina así con el último hálito de vida de las actualizaciones séptima y octava, pues los fabricantes eran la única vía para conseguirlas después de que se interrumpiera la venta directa a clientes hace dos años. Los usuarios ya no tienen la opción de descargarse ninguno de estos productos.
Sin embargo, su desaparición probablemente cause distintas reacciones entre los fieles de la marca. Mientras que Windows 7 llegó en 2009 y permaneció disponible siete años, tanto Windows 8 como su versión 8.1 no duraron más que cuatro años, un reflejo del impacto que sendas ausencias causarán en sus aficionados.
Aunque quienes lo necesiten seguirán recibiendo asistencia para gestionar las actualizaciones de ambos productos hasta enero de 2020 y 2023, respectivamente, la decisión de Microsoft constituye el empujón definitivo para Windows 10. La popularidad de esta versión ha estado aparentemente estancada desde que los de Redmond dejaran de ofrecer la actualización gratuita la pasada primavera. Presumiblemente, el hecho de que una de las más recientes, la llamada Anniversary Update, bloqueara los ordenadores de los usuarios este verano tampoco ha contribuido a mejorar su imagen.
También este verano, el gigante anunciaba que a partir de octubre solo ofrecería una actualización mensual para corregir tanto fallos de seguridad como otros detalles del sistema operativo. Acababa así con la costumbre de producir distintos parches según la finalidad y dejar la elección de uno u otro en manos de los usuarios, una estrategia que seguía en el caso de las difuntas versiones 7 y 8.
Según los últimos datos de mercado, más de 1.000 millones de personas se resisten a unirse a la nueva ola de Windows 10. El reciente paso de la marca, junto con la proximidad de las compras navideñas, plantea una nueva oportunidad para el sistema operativo, que no parece haber seducido totalmente a los fans de Microsoft. El gigante se ha esforzado por renovar su oferta tecnológica, y ahora solo puede esperar que su última decisión no suponga la señal definitiva para que algunos usuarios se cambien al bando de la manzana mordida.