Tres lecciones de política y gastronomía de la última Premio Nobel de Literatura: la rebeldía de 'La vegetariana'
- La novela más famosa de Han Kang plantea el veganismo como un acto de resistencia feminista frente a una Corea del Sur patriarcal y alienante.
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La escritora surcoreana Han Kang (Gwangju, Corea del Sur, 1970) se convirtió la semana pasada en la primera mujer asiática en obtener el Premio Nobel de Literatura, el reconocimiento más importante del mundo de las letras. Sin embargo, pese a lo prestigioso del galardón, la autora se negó a atender a la prensa y llevar a cabo cualquier tipo de celebración "mientras la gente muere en las guerras", tal y como trasladó su padre a los medios de comunicación.
Kang, con cuatro libros traducidos al español, es especialmente conocida por su novela La vegetariana (Penguin Random House, 2024), ganadora en 2016 del Premio Booker Internacional. La obra comienza con una frase perturbadora ("Antes de que mi mujer se hiciera vegetariana, nunca pensé que fuera una persona especial") y desde el principio plantea un inquietante interrogante: ¿por qué la protagonista, Yeonghye ("la mujer más corriente del mundo", como la define su marido), es incapaz de comer carne tras sufrir unas pesadillas bestiales? En este artículo desarrollamos tres reflexiones sobre gastronomía y política que se esbozan en la novela y que nos ayudan a dar respuesta a esa pregunta inaugural.
1. Comer es un acto político (por si quedaba alguna duda)
Desde los años 60 el movimiento feminista ha reivindicado que lo personal es político, en tanto que las vidas de las mujeres están atravesadas por opresiones que proceden del exterior, de una sociedad profundamente patriarcal que les influye en su manera de relacionarse con su contexto y con ellas mismas, con su cuerpo.
Por tanto, elegir qué comemos (así como escoger qué música escuchamos o qué ropa vestimos) nos sitúa moralmente y tiene consecuencias directas en nuestro entorno (no es lo mismo hacer la compra en grandes supermercados que en pequeñas tiendas de barrio, por ejemplo). El vegetarianismo o veganismo como filosofía antiespecista y ecologista es, en este sentido, un posicionamiento ético y político con respecto a lo que implica consumir artículos de origen animal.
Yeonghye, protagonista de La vegetariana, no deja de comer carne por una cuestión moral (al menos, explícitamente), sino por "los sueños". Pesadillas sangrientas y brutales que comienzan a perseguirla cada vez que cierra los ojos y que le hacen rechazar todo tipo de producto que proceda de un animal: "Tengo algo atascado en la boca del estómago. Son gritos, alaridos apretujados, que se han atascado allí. He comido demasiada carne (...) Las vidas se obstinan en obstruirme el plexo solar".
Nadie comprende su comportamiento, pues no está basado en absoluto en argumentos lógicos (razones animalistas, ecologistas o de salud), así que la toman por loca, sobre todo cuando termina creyendo que puede 'alimentarse' únicamente con la luz solar. En el fondo, la elección irracional de Yeonghye es una reacción inconsciente al sometimiento que ha sufrido a lo largo de su vida (por parte de su padre, de su marido, de la sociedad...), una somatización de todas las violencias que ha soportado en silencio desde niña, una negativa a seguir actuando como los demás quieren que actúe.
Han Kang construye en su novela a un personaje que es un símbolo de resistencia contra los convencionalismos y el machismo imperante en Corea del Sur. Su veganismo es político y subversivo porque se contrapone a lo que los otros exigen de ella. "¿A qué venía esa extravagancia de mi mujer? (...) ¿Cómo podía ser tan tozuda e ignorar de aquella manera la oposición de su marido?", se pregunta su esposo en un momento del libro. Y en otro pasaje: "¿Qué diablos estás haciendo? Y que lo hagas tú, pase, pero ¿qué va a ser de tu marido, que está en la plenitud de sus fuerzas?", grita, colérico, el padre de Yeonghye.
2. Alimentarse es un derecho, ¿pero también es un deber?
La Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 reconoce la alimentación adecuada como un derecho humano fundamental en su artículo 25. Esta máxima también está amparada por otros tratados internacionales, como el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC).
Teniendo esto claro, ¿podemos afirmar, asimismo, que la alimentación es un deber? Lo es, sin duda, para los estados, que están obligados a proporcionar las condiciones necesarias para que sus ciudadanos puedan ejercer este derecho libremente. Puede serlo también para dichos ciudadanos, como un compromiso cívico y solidario hacia las personas más vulnerables, evitando el desperdicio alimentario, participando en grupos de consumo, o colaborando con comedores sociales y campañas de recogida de alimentos.
Pero, ¿puede la alimentación ser un deber para con uno mismo? ¿Estoy forzado a alimentarme, aunque no quiera? ¿Quién me obliga? Estas son algunas de las muchas cuestiones que sobrevienen tras la lectura de La vegetariana. Yeonghye no desea comer carne nunca más, sin embargo su familia le obliga a ello, llegando incluso a abrirle la boca a la fuerza para hacerle tragar un trozo de cerdo agridulce.
Más adelante, serán los servicios médicos quienes obliguen a la mujer a ingerir comida contra su voluntad mediante sondas nasogástricas y tubos. "Nadie me comprende... Ni el doctor, ni las enfermeras... Son todos iguales...", se lamenta Yeonghye. "¡Es que... tienen miedo de que te mueras!", le contesta, desesperada, su hermana Inhye. "¿Y por qué no puedo morirme?", contraataca ella.
¿Y por qué Yeonghye no puede dejarse morir, si es, al fin y al cabo, lo que quiere? El filósofo francés Michel Focault diría que porque la medicina es un dispositivo al servicio del biopoder y la biopolítica, es decir, que la medicina moderna 'controla' la enfermedad y el cuerpo de los individuos con el objetivo de mantenerlos domesticados y productivos, siempre aptos para el trabajo, para que no deje de haber mano de obra con la que hacer funcionar la economía.
Yeonghye no tiene derecho a no alimentarse porque no es dueña de sí misma, al contrario de lo que ingenuamente podría creerse. "Tu propio cuerpo es lo único a lo que puedes hacer daño. Es lo único con lo que puedes hacer lo que quieras. Pero ni eso te dejan hacer", concluye la hermana de la protagonista en un fragmento del libro. Yeonghye se apaga y consume por dentro como forma de rechazo a un mundo que se le antoja hostil e irrespirable, se autodestruye para no destruir a los otros, pero ni siquiera le conceden esa última libertad.
3. El veganismo y el ecologismo como alternativas al capitalismo salvaje
La vegetariana se presta a muchas lecturas posibles, como ya hemos visto, y una de ellas es también la defensa de un proyecto ecologista y antiespecista como solución a un sistema ultracapitalista que engulle y aliena a los sujetos. Todos los personajes principales de la obra viven desposeídos de sí mismos, habitando una vida infeliz que sienten que no les pertenece.
"De pronto, tuvo la sensación de que nunca había vivido y se sintió sorprendida (...) Desde que tenía uso de razón, no había hecho otra cosa que aguantar (...) Era laboriosa y había alcanzado un buen nivel de bienestar económico (...) Sin embargo, ante esas construcciones decrépitas y esos hierbajos, ella no era más que una niña que nunca había vivido", puede leerse hacia el final de la novela de Kang.
Según la OMS, Corea del Sur es el país con la 6ª tasa más alta de suicidios en todo el mundo, así como la más alta para un estado miembro de la OCDE. El vegetarianismo repentino de Yeonghye no es sólo un acto de protesta feminista; su metamorfosis vegetal, su anhelo de ser planta ("Todos los árboles del mundo me parecen mis hermanos") sugiere también que otra forma de habitar el planeta es posible y urgente.
"Cuando despertemos algún día, entonces...", susurra Inyhe a Yeonghye en las últimas páginas del texto. Las pesadillas que condujeron a su hermana al vegetarianismo se confunden, finalmente, con la realidad, haciendo difícil discernir qué es verdad y qué es ficción. En un momento como este de profunda crisis climática y política, donde el calentamiento global es ignorado por las grandes potencias y las grietas del capitalismo están a ojos de todos, parece necesario e inaplazable organizar una alternativa sólida que pueda garantizar un futuro más saludable y soberano para todos, aunque ello signifique dejar morir o matar muchos de los dogmas y hábitos que hemos asumido dócilmente hasta ahora.
"Estaba a punto de entrar en la tierra... derretida por la lluvia... completamente derretida. Es la única manera que existe... para nacer de nuevo al revés". (La vegetariana, Han Kang).