Rancis de El Priorat, las joyas recuperadas que envejecen en damajuanas durante años
Una botellita de 375 centilitros puede costar 150 euros.
7 marzo, 2024 06:00Son unos vinos especiales, diferentes, y a la vez muy tradicionales e históricos. Permanecen años a la intemperie en “damajuanas” de vidrio sufriendo fríos gélidos y calores asfixiantes. Luego pasarán por barricas que todavía conservan vinos, “madres”, de hasta 100 años. Van dirigidos a un público exclusivo que los entiende y valora, solo así se justifica que una botellita de 375 centilitros, pueda costar sobre 150 euros. Su producción es muy escasa y sus elaboradores son bodegas de prestigio que no han querido que muera la tradición. Son los vinos “rancis” o rancios de El Priorat.
La denominación de origen calificada Priorat es una de las más pujantes e interesantes de España. Se llama calificada porque, junto con Rioja que tiene el mismo apellido, son las dos únicas del país, que venden obligatoriamente todo su vino embotellado. No hay graneles.
Situada en Tarragona, cerca de Reus, en las montañas del Montsant, donde antes estaba el priorato de Scala Dei, que pasó a manos privadas tras la desamortización, es una tierra difícil con plantaciones en bancales de almendros, avellanos y vides. Los suelos están formados por esquistos, pizarras rotas, “llicorellas”, le llaman. Por allí pasa el pequeño río Siurana. Sus variedades de uvas son las raciales garnacha y cariñena que dan poca producción. Existía la cooperativa de Gratallops que hacía vinos recios con mucho grado que vendían a granel. El panorama no era muy bueno como zona vinícola de interés.
A mediados de los años ochenta, aparecieron por allí un grupo de enólogos-bodegueros-aventureros, si se quiere, capitaneados por René Barbier. Descendiente de bodegueros franceses afincados en El Penedés, Barbier conocía la zona y le parecía excelente para hacer vinos de calidad. Se presentó con su amigo de la infancia, Carles Pastrana; allí se les unió José Luis Pérez Verdú; y apareció uno que no era de la zona, el actualmente bodeguero más reconocido de España, el riojano Álvaro Palacios. Luego llegó alguien de más lejos todavía, Dafne Glorian, estadounidense, y se pusieron a elaborar prácticamente el mismo vino.
Después, cada uno por su parte, montaron los famosos “clos”. Clos Mogador, de Barbier; Clos Martinet, de Pérez Verdú; Clos Dofí, de Palacios; Clos Lóbac, de Pastrana. El resultado fue un espectáculo. Los medios vinícolas de Francia, Estados Unidos, Reino Unido se volcaron sobre los vinos de esta zona perdida por las montañas de Tarragona, y grandes bodegas de todas partes, fundamentalmente de Cataluña, corrieron a situarse allí.
Actualmente los vinos de Priorat, siguen siendo reconocidos nacional e internacionalmente, como de muy alto nivel. Son caros, de poca producción, pero de lo mejorcito que da el país. Un lujo de tintos con casta y personalidad, gracias a esas variedades a las que en alguna ocasión se une la mediterránea syrah, cargados de mineralidad, que procede de esos suelos de “llicorellas”.
Firmas triunfantes miraron a esas elaboraciones históricas, los vinos “rancis”, y algunos decidieron potenciarlas. Vinos rancios también se hacen en Rueda, poquitos, pero de alguna manera se están recuperando. Rancis o rancios, suena raro, casi mal, pero siempre se han llamado así.
En el Priorat se hacen sobre todo con uvas tintas de garnacha. Tras la fermentación se introducen en damajuanas o garrafas de vidrio que se dejan en la calle durante dos a cuatro años. Allí bajo el sol, el frío, a veces la nieve, muchas veces protegidos por telas metálicas, para evitar que una granizada rompa las damajuanas. El vino se va trasformando, envejeciendo, oxidándose, no avinagrándose, que es distinto. Luego, durante cuatro años se afinan en barricas de roble por un sistema de criadera y soleras, como en Jerez. Son vinos muy complejos, de alta graduación, sobre 20º, que se consiguen por la acción del sol.
En el pasado Salón de los Vinos Generosos, Dulces y Fortificados, celebrado hace unos días en Madrid, se presentaron cuatro 'Rancis del Priorat' que fueron toda una atracción y gran sorpresa para los visitantes. Uno era Arrels del Priorat, buscados en las viejas bodegas por René Barnier y su socio Jaume Balaguer, que encontraron barricas de 30, 40 y 50 años, haciendo un 'coupage' de un 'ranci' de 30 años.
Vinícola de El Priorat, la cooperativa que une a diversos pueblos, hace uno excelente que se llama como la cooperativa. Antic Magatzen, tras seis generaciones de viticultores presenta Ànima de Cal Pagés, otra delicia cargada de café, regaliz. Cierra Costers del Priorat, que sólo embotella bajo pedido, y que tiene los vinos cuatro años en damajuana en la calle, y otros cuatro en barricas. Todos ellos tienen aromas oxidativos, frutos secos, potente grado, buena acidez.
Son joyas casi perdidas de los tiempos de antes de la revolución de la zona, y que los ahora potentes bodegueros han decidido recuperar. Otro milagro de la enología.