En 1992, en plena carrera presidencial norteamericana, la edición estadounidense de la revista Vanity Fair publicaba un artículo titulado ¿Qué quiere Hillary? en el que se dejaba entrever que las aspiraciones de la esposa del candidato del Partido Demócrata a la Presidencia de EEUU Bill Clinton (70 años) no se limitaban a ocupar el pintoresco cargo de primera dama. Aquel reportaje se refería a ella como "la figura más controvertida de las elecciones" y empezaba ya a retratarla como una mujer "ambiciosa", un adjetivo que desde aquellos días la ha perseguido toda su vida. Ahora, 24 años después, todos tenemos claro lo que quería. Su sueño era levantar su propia carrera política y, si las encuestas no se equivocan, esta aspiración está hoy, día en el que cumple 69 años, más cerca que nunca.

Esta licenciada en Derecho nada menos que por la Universidad de Yale, natural de Chicago y cuyo nombre completo es Hillary Diane Rodham Clinton (68), va a celebrar su cumpleaños sin bajarse de la campaña. Le cogerá en Ohio, uno de los estados clave en estos comicios, por ser considerado péndulo, es decir, que puede decantarse del lado demócrata o republicano. El partido no ha preparado un mitin al uso, sino una celebración a la que acudirá su hija Chelsea, que alentará a los votantes a respaldar a su madre en esta recta final. Aún no se ha detallado la agenda, pero habrá intervenciones en Cincinnati, Columbus y Cleveland, las ciudades más grandes.



Pero antes de la fecha oficial, este martes la aspirante demócrata tiene previsto festejar sus 69 años soplando las velas en español, concretamente en el programa de Univisión El gordo y la flaca, que se graba para la comunidad hispana estadounidense desde Miami. No se trata de un espacio de actualidad política sino de principalmente de entretenimiento, con una entrevista de carácter personal y alguna que otra sorpresa, según ha adelantado la cadena.

Hillary Clinton y Donald Trump durante uno de sus debates. Gtres

Un día antes, el lunes, Clinton tuvo otra fiesta por adelantado, aunque en realidad, más que una reunión de amigos o familiares se trató también de un acto de tinte electoral. No hay que olvidar que quedan apenas dos semanas para el martes 8 de noviembre y que, pese a que las opciones de Trump han caído en picado a golpe de escándalo, sus asesores no quieren bajar la guardia.



Por ello, el equipo de la candidata organizó una gala de recaudación de fondos en la ciudad de Nueva York a la que asistieron como estrellas el músico Stevie Wonder (66) y el actor Kevin Spacey (57). También estuvo su esposo Bill.



Según desvelaba esta semana la publicación digital Page Six, las entradas VIP para la ceremonia se vendieron a 10.000 dólares. Con estas cantidades no es de extrañar que en el último evento de este tipo en la que participó Stevie Wonder en Los Ángeles en junio, con actuaciones de con Christina Aguilera (35) y Ricky Martin (44), lograra 15 millones de dólares.

Stevie Wonder junto a Hillary Clinton y Ricky Martin. Instagram

Este dinero no vendrá nada mal a Clinton en este último tramo de la carrera hasta el Despacho Oval, un objetivo que lleva persiguiendo desde hace años. Prácticamente desde que fuera conocida a escala nacional en EEUU durante aquella campaña de 1992 que mencionábamos anteriormente.



Entonces la hoy aspirante a convertirse en la primera presidenta del país más poderoso del mundo tenía 44 años. Estaba completamente entregada en la causa de llevar a su marido a lo más alto, a pesar de que sabía que no lo tenía nada fácil, pues competían con un George Bush (70) que se postulaba para la reelección tras un primer mandato que aparentemente le iba a granjear sin demasiadas complicaciones la renovación. Pocos demócratas de peso estuvieron dispuestos a quemarse en aquella batalla y prefirieron aguardar cuatro años, dando por segura la derrota, lo que despejó el camino para este desconocido matrimonio, que por entonces gobernaba (oficialmente lo hacía él) el estado de Arkansas.



"NO HORNEARÉ GALLETAS"



Durante aquella campaña Hillary no tardó en hacerse notar, al pronunciar una de sus frases más polémicas ante la prensa, unas palabras que hicieron intuir a EEUU que aquella abogada no había llegado para permanecer en un segundo plano. "Supongo que podría haberme quedado en casa horneando galletas y tomando té, pero lo que decidí hacer fue cumplir con mi profesión, en la que entré antes de que mi marido comenzara su vida pública". Sin quererlo, esta licenciada había dado un bofetón en toda regla al rol que el estilo de vida americano reservaba para las mujeres, especialmente para las esposas de los políticos.



Con los años, el matrimonio Clinton comenzó a verse más como una asociación política que como una pareja convencional. Ella tuvo que tragar lo indecible durante aquel periodo de exposición mediática, mucho antes de que estallara el famoso caso Lewinsky.



El equipo de Bill pretendía construir poco a poco una imagen de Hillary que atrajera al electorado femenino, desvelando sin prisas al gran público americano cómo era realmente la entonces ‘primera dama’ de Arkansas. Pero todos los planes se fueron al traste cuando a finales de enero del 92, semanas antes de las primarias demócratas de New Hampshire, una ex cantante de cabaret llamada Gennifer Flowers reveló que había mantenido una relación extramatrimonial con el gobernador.

El matrimonio Clinton durante la campaña electora. Gtres

Hillary se vio obligada a interpretar por primera vez un papel al que se ha tenido que acostumbrar, el de esposa indulgente, tal y como haría años después con el escándalo de Monica Lewinsky. Defendió públicamente a su marido y lo perdonó, en una estrategia que "supuso la salvación de la candidatura del futuro presidente", según recuerda el periodista Carl Bernstein en su libro A Woman in Charge.



Aquel protagonismo y la forma contundente en que se expresó en todo momento, alejada de los discretos arquetipos de primera dama, desbarató el proyecto planes de presentarla poco a poco a América. Y aunque al principio aquella actitud le sirvió para devolver las opciones políticas a su esposo, pronto fue utilizado como arma contra ella, a la que se dibujó como una mujer capaz de perdonar cualquier cosa para continuar con su carrera.



Los sectores más conservadores de la sociedad estadounidense la bautizaron como "feminazi" y como la Lady Macbeth de Arkansas, aquel ambicioso personaje de la obra de Shakespeare que reprime sus instintos femeninos en pos del poder. Estaba claro que un país aún cargado de prejuicios contra una mujer con anhelos de mando no iba a dejar escapar la ocasión como aquella. La prensa empezó a calificar la situación como "el problema Hillary" o "el factor Hillary", invitando al candidato a mantener a su mujer apartada de los focos.



Superado todo aquello, y ya en la Casa Blanca, la entonces primera dama no pudo desligarse de aquella imagen de autoridad. A esto se sumó una nueva ristra de acusaciones sexuales contra su marido, el fallido intento de reforma del sistema sanitario que lideró o sus evidentes desencuentros con el vicepresidente Al Gore, con el que rivalizaba como primera dama.

Hillary Clinton durante una de sus comparecencias públicas. Gtres



PRIMERA MUJER, PERO NO LA MAYOR

Hillary sobrellevó todo aquello manteniendo fijo un objetivo en su mente. Una vez terminada la presidencia de Bill, le llegaría el turno a su carrera política. Y lo tenía claro desde hacía tiempo. No en vano, durante uno de los actos de campaña de su marido en Los Ángeles, llegó a aventurar: "En EEUU vamos a tener una mujer presidente en 2010", desatando las especulaciones sobre su salto a la vida política activa, que acabó produciéndose cuando fue elegida senadora por Nueva York.



Sin embargo, no sabía entonces que un afroamericano llamado Barack Obama, dotado de una telegenia y una locuacidad innatas, le arrebataría su sueño al grito de "Yes, we can".



Pero tal y como destacó Donald Trump este mes en el segundo debate presidencial, a la hora de elogiar una característica de su oponente, "Hillary no abandona, no se rinde, es una luchadora".



Ahora, con 69 años recién cumplidos, Hillary está a punto de romper el techo de cristal, superar los prejuicios y conseguir su anhelado sueño. Ser la primera mujer en dirigir los EEUU, con ambición y perseverancia. No logrará el récord de ser el presidente electo más de mayor edad, que ostenta Ronald Reagan. Sólo Trump (70) podría alzarse con tal privilegio. Aunque eso siempre que la 'Lady Macbeth de Arkansas' lo permita.

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