A los 5 años comenzó a estudiar piano y violín en el Conservatorio de La Rochelle. A los 16 se pasó a la batería y a la guitarra y un año más tarde se trasladó a París para convertirse en compositor. La vida del empresario Frederic Mazzella (40 años) es más propia de un músico que del fundador de una gran empresa que estos días hace frente a varias sanciones interpuestas en nuestro país y a las que el dueño de Blablacar ya ha respondido acudiendo a la Comisión Europea.
Y es que, si no hubiera sido por la música, o mejor dicho por un fracaso en ella, la compañía líder de uso compartido de coches no hubiera existido. En 2005 compuso una canción para un anuncio de radio que logró colarse en la semifinal de un importante certamen. "Si hubiera sido seleccionada, lo habría dejado todo", reconoció el empresario en su día.
Mazzella se crió en la población de Sérigné entre caballos, perros, gatos y peces y ya desde pequeño mostró su carácter emprendedor, pues llegó a desarrollar dos inventos: una manga-paraguas y una ratonera no letal para los ratones. Pero tampoco tuvo éxito en esta faceta.
Decidió entonces formarse y lo hizo en Stanford y en la Escuela Superior de París, licenciándose en matemáticas (como su padre), física y química. Comenzó a trabajar en la NASA como investigador científico. Ya en 2007 hizo un MBA en la Escuela de negocios INSEAD para terminar de formarse como empresario de éxito.
Años antes nació Blablacar. Mazzella quiso pasar las navidades con su familia en la casa de campo en Francia, pero no tenía coche. Los trenes estaban completos. Los caminos, atascados por la gran cantidad de conductores que trataban de llegar a sus casas. Pensó entonces que debía localizar a uno de ellos y compartir gastos a cambio de un asiento vacío para poder volver a casa. Frederic imaginó entonces una nueva red de transporte hecha por los usuarios que resolvería todos estos problemas y permitiría realizar viajes asequibles y eficientes al tiempo que facilitaba la socialización de los viajeros.
Junto a dos socios, fundó Blablacar, cuyo nombre responde al nivel de interacción que muestran los usuarios al registrarse: bla (mira el paisaje), blabla (puede ser hablador) o blablabla (no se calla), tal y como relata en conversación con este medio.
Lo curioso del caso es que Mazzella no se define precisamente por su carácter extrovertido y hablador. Es, más bien, tímido y muy precavido, sobre todo cuando se trata de hablar de su intimidad, "no suele hablar de su vida privada", confirman desde su entorno. Con todo, suele acceder a todas y cada una de las entrevistas que se le proponen.
No obstante, este medio ha podido saber que Mazzella, cuya influencia en Blablacar se extiende por más de una veintena de países, tiene pareja y un hijo, con los que este año se fue de vacaciones por primera vez en 10 años. Además, es un apasionado del kitesurf y de los gatos, tanto, que no ha podido evitar tener uno en casa.
Y, por supuesto, de la música. Aunque, curiosamente, Mazzella no ha vuelto a tocar el piano desde 2012. Lo hizo por última vez para el lanzamiento de Blablacar en Polonia. "Sólo hay dos tipos de música, la buena y la otra", suele decir el empresario. Ese día, él interpretó a Chopin, su compositor favorito.
Sin noticias de Marichalar
La empresa de Mazzella ha vivido todo tipo de sucesos a lo largo de sus 13 años de vida. Algunas de ellas han trascendido más de lo que al dueño de Blablacar le gustaría, como el percance durante el viaje con Álvaro de Marichalar (55) que relató una periodista en su blog.
En concreto, Mazzella asegura no tener constancia de este caso y eso que viajó a España -siguiente sede que se creó justo después de la de Francia- hace aproximadamente un mes. Pero el dueño de Blablacar sí tiene conocimiento de muchos otros casos que tienen lugar en el resto de países. "También hay historias bonitas. Éste es un caso aislado como cualquier otro que tiene lugar en un Blablacar, pero es completamente ajeno a nosotros", confirman desde el entorno del francés.