La enfermedad de Megan Fox que le genera insatisfacción, vergüenza y depresión
La actriz tiene un problema de salud mental que puede tratarse con terapia cognitiva conductual y determinados medicamentos.
23 octubre, 2021 01:28Noticias relacionadas
Han pasado más de 20 años desde que hiciera su primera aparición en la gran pantalla. En aquel 2001, casi nadie conocía a la joven de 15 años que encarnaba a Brianna Wallace en Holiday in the sun, una película que, cosas de las traducciones, llegó a España bajo el título de Aventuras en las Bahamas. El protagonismo recayó en las gemelas Olsen (35 años), famosas por haber aparecido en la popular serie de televisión Padres forzosos.
El hecho de tener un papel secundario y de ser su primera aparición en el mundo cinematográfico hizo que el debut de Megan Fox (35) pasara un tanto desapercibido, nada que ver con el caché del que goza actualmente, labrado por sus grandes trabajos en producciones de gran presupuesto como la saga Transformers o Las Tortugas Ninja.
Su presencia en productos audiovisuales de tanta audiencia ha hecho que, por otro lado, Megan Fox sea una de las intérpretes sobre las que más pesa una "sexualización" que ella misma ha denunciado en ocasiones y que queda patente en algunas listas del estilo Las actrices más sexis de Hollywood. Además, cualquier cambio estético que lleve a cabo siempre es objeto de comentarios.
Pero, como puede suceder en algunas ocasiones, esta fama también obliga a la protagonista a pagar un precio que, generalmente, suele ser menos visible para la opinión pública. Ya en una entrevista en 2009 reconocía que padecía ciertos problemas psicológicos y que había tenido que lidiar con la ansiedad desde su juventud.
Por otro lado, su historia no siempre ha estado ligada a la de una persona que recibiera atención por su aspecto físico. De hecho, Fox ya aseguró tiempo atrás que nunca fue "la chica guapa del colegio", enfatizando que había llegado al estrellato por otros motivos: "Llevaba aparatos en la boca y me teñía el pelo de color naranja. No era de las populares, más bien era solitaria".
Ese antecedente demuestra que, en determinados contextos, Megan Fox es una persona que se muestra muy abierta a hablar de algunos aspectos íntimos, como ha vuelto a quedar patente en una entrevista concedida a GQ. Con el gancho de aparecer en una sesión fotográfica muy sugerente junto a su actual pareja, el rapero Machine Gun Kelly (31), la actriz norteamericana quiso acabar con el estereotipo, tan falso como poco fundamentado, de que su carrera ha sido sencilla por poseer ciertos atributos físicos.
"Podemos mirar a alguien y pensar: 'Esa persona es tan hermosa. Su vida debe ser muy fácil'. Lo más probable es que no se sienta así", introducía antes de reconocer que todas las "inseguridades profundas" que tiene se traducen en un diagnóstico: "Sí, tengo dismorfia corporal".
Como era de esperar, estas declaraciones han tenido un gran impacto a nivel mundial, al mismo tiempo que despertaron gran expectación por conocer en qué consiste este problema del que habla la actriz estadounidense. Los especialistas del mundo de la psicología definen la dismorfia corporal como un trastorno ligado a la percepción deformada que tiene una persona de su apariencia física, magnificando posibles defectos o, en algunos casos, realizando ciertos juicios erróneos, como puede ser identificar una obesidad donde realmente no la hay.
Este es, sin duda, un problema de salud mental directamente relacionado con la gran cantidad de mensajes a nivel social que se mandan respecto a los cánones de belleza, el éxito o el bienestar. La insatisfacción, la vergüenza e incluso la ansiedad y la depresión son algunos de los síntomas más recurrentes. Respecto a la incidencia en la población, los datos hablan de un 2%, con prácticamente la misma presencia en hombres que en mujeres.
Tras la evaluación psicológica pertinente, los especialistas suelen combinar la terapia cognitiva conductual con determinados medicamentos. El objetivo de la primera parte es desafiar a esos pensamientos negativos sobre la percepción del propio cuerpo del paciente, manejar alternativas para no obsesionarse con el reflejo en el espejo y enseñar conductas que promulguen una mejor salud mental. Mientras se avanza en este campo, está demostrado que ciertos medicamentos, los enmarcados en los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, ayudan a controlar los pensamientos negativos.
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